Sus pasos son tranquilos por los espacios de la Universidad Tecnológica de Pereira, acompañado en muchas ocasiones por un dálmata al que acogió como un hijo, sus cabellos son blancos seguramente por el paso del tiempo. Su alegría es permanente por haber encontrado desde hace 30 años a la UTP como su espacio de vida.

Él es Henry Riascos quien llegó a Pereira sin conocer nada de esta ciudad y menos tener referencia de la Universidad Tecnológica de Pereira. Era un miércoles de 1995 cuando le anunciaron que había ganado un concurso docente en esta Alma Mater. Henry venía de Caracas, de un tiempo de trabajo y estudio en la Universidad Simón Bolívar, y de una historia que había comenzado mucho antes en su natal Cali.
Hijo de padre caleño y madre costeña, estudió Física en la Universidad del Valle y, apenas egresado, decidió independizarse. Bogotá fue su primera, dictó clases en la Universidad Inca de Colombia y en la Universidad La Gran Colombia, y participó en el consejo editorial de la revista Fusión Nuclear. Allí también conoció a quien sería su esposa y madre de sus hijas, con quien emprendió una nueva travesía: Venezuela.


En Caracas, además de enseñar, se adentró en su maestría, un deseo que había cultivado durante años. Fue entonces cuando una coincidencia familiar cambió su rumbo: su hermana se enteró de una convocatoria docente en la Tecnológica de Pereira y presentó sus documentos. En el momento correspondiente Henry viajó a Pereira para presentar las pruebas del concurso. Fueron 8 los aspirantes, pero solo era para suplir una plaza docente. Al final de la jornada su puntaje fue el mayor y el puesto fue para él. Regresó a Caracas a terminar compromisos, y poco después inició una relación de tres décadas con una universidad que hoy considera su casa.
Su llegada a la UTP
Henry esperó el máximo tiempo que daban para posesionarse y cuando lo hizo “fue lo más grato para mí” expresó. Sus nuevos compañeros lo recibieron y lo acogieron con el afecto que caracteriza a los pereiranos. De aquellos primeros días en la UTP recuerda la libertad para trabajar y la camaradería entre colegas.
La energía de su juventud y la claridad que tenía sobre donde estar, lo ponían en un escenario de incertidumbre. Quería estar en una universidad de prestigio, que le permitiera crecimiento y estabilidad. La UTP en 1995 estaba en plena ebullición para enfrentar los nuevos retos del siglo que llegaba, en un país que reclamaba una ampliación de cobertura universitaria, el repunte tecnológico se vislumbraba en el corto plazo y el concepto de ciencia tecnología e innovación le trasladaba retos fundamentales a la investigación desde las universidades. Eso fue lo que se encontró Henry a su llegada a la UTP y asumió. “A mí solamente enseñar no me gusta, me parece que algo falta: me gusta investigar”, confesó. Lo expresó ante sus directivos y pronto obtuvo el espacio para lo que se convertiría en su mayor orgullo: el Laboratorio de Física de Plasma. Allí ha formado estudiantes que hoy son doctores y magisters en países como Uruguay, Argentina, Brasil y México.
Tuvo pocos años después tuvo ofertas de otras universidades, entre ellas de la Universidad Nacional sede Manizales. La decisión de quedarse en Pereira fue sencilla: sus hijas estaban adaptadas, y las propuestas no ofrecían una diferencia sustancial frente a lo que tenía en Pereira. “Me fui quedando y amañando, hasta que ahora me siento pereirano”, afirmó con una sonrisa. Tanto así que, cuando viaja a congresos, siempre se presenta como pereirano y como profesor de la Universidad Tecnológica de Pereira, sin mencionar su real ciudad natal.
La docencia como vocación aprendida
Riascos no estudió pedagogía, pero ha convertido el aula en un espacio de cercanía y respeto. “El primer día de clase les digo: yo no regalo la materia, ustedes la tienen que ganar”, contó. Ha sido exigente, pero también flexible para reconocer el esfuerzo. Esa combinación le ha ganado afecto: exalumnos que lo saludan en la calle, que atraviesan la calle para abrazarlo y hasta le envían regalos en Navidad.
En treinta años ha dictado desde las Físicas Básicas para todas las ingenierías, hasta cursos especializados como Óptica, Ciencia de los Materiales, Física Moderna, Electromagnetismo y, en exclusiva, Física de Plasma. Ha escrito un libro de texto sobre Óptica, y sus clases han dejado huella en varias generaciones, algunas de las cuales hoy son profesores y directivos de la facultad.
Investigador constante
Con cerca de cien artículos publicados en revistas indexadas, Henry es uno de los investigadores más prolíficos de la facultad. Sus aportes van más allá de las publicaciones: ha sido jurado en concursos docentes, par académico en ciencias y ponente en múltiples países. “La universidad me ha dado lo que tengo, y yo he procurado retribuirlo con trabajo y compromiso”, afirma.
Valores innegociables
La franqueza, la honestidad y la verticalidad son principios que no negocia. “Nunca me he metido en un torcido”, dice con firmeza. Ayuda a sus estudiantes cuando lo considera justo, sin que se lo pidan, y jamás altera una calificación por presión externa.
Su entorno cercano
Padre de tres hijas y abuelo de dos nietos, Henry tiene en su familia su mayor tesoro. Una de sus hijas estudió en la misma UTP, otra en Cali y la menor en Medellín. Vive cerca de la universidad, lo que le permite pasar incluso el fin de semana por su laboratorio si una idea lo impulsa.
Para las nuevas generaciones
A los estudiantes de hoy, que percibe distintos a los de hace tres décadas, les recuerda que la verdadera seguridad profesional está en lo que se aprende: “Trabajen mucho, estudien, porque las oportunidades se sostienen con conocimiento”.
A sus espaldas, el laboratorio de Física de Plasma brilla con equipos, papeles y resultados que condensan años de esfuerzo. Para Henry Riascos, cada artículo, cada clase y cada egresado exitoso son una partícula de una historia que comenzó para quedarse en su vida y si alguna vez lo preguntan, él lo dirá sin dudar: “Soy de Pereira. Soy de la Tecnológica. Ese es mi hogar”.