Su registro de nacimiento dice que es de Nariño, su corazón palpita por Pereira, pero su razón no tiene fronteras en el territorio colombiano. Es Óscar Arango Gaviria, un sociólogo que llegó a la UTP en la década de los 80 para quedarse y hacer parte de proyectos fundamentales para la vida regional y nacional.

Encontró en la Universidad Tecnológica de Pereira, un lugar desde el cual contribuir, con sentido y rigor, a la transformación de un territorio y al fortalecimiento de una institución que le ha dado todo.

Desde 1981, cuando ingresó como catedrático en la antigua Facultad de Educación, ha sido testigo y protagonista de momentos decisivos en la historia de la universidad, entre ellos, la creación de la Facultad de Ciencias Ambientales, una iniciativa que impulsó con otros colegas y en la que participó también el actual rector, Luis Fernando Gaviria Trujillo.

Su recorrido académico se ha nutrido de múltiples dimensiones: docencia, investigación, formulación de políticas institucionales y participación activa en procesos de planificación regional. No ha sido un actor aislado. Por el contrario, su nombre está asociado a proyectos colectivos que han dejado huella, como la Ecorregión del Eje Cafetero, una apuesta nacida tras el terremoto de 1999, que permitió pensar el territorio desde una lógica integradora, articulando departamentos, universidades, corporaciones autónomas, gobernaciones y sociedad civil. A partir de allí, se configuró una plataforma para la planificación ambiental que aún sigue vigente en los ecosistemas estratégicos de la región.

Del trabajo con la Ecoregión surgieron nuevos aprendizajes que desembocaron en otra iniciativa emblemática: el Paisaje Cultural Cafetero, un proyecto más acotado en lo territorial, pero igualmente ambicioso en su alcance. Óscar ha estado allí desde el inicio, impulsando estrategias de sostenibilidad, educación y comunicación que han permitido mantener viva la declaratoria de la Unesco. En esa línea, ha acompañado de forma comprometida procesos como la maestría en Agronegocios con énfasis en café, los encuentros de jóvenes productores y el ya tradicional encuentro de mujeres caficultoras. También ha tejido alianzas con organizaciones como la Fundación Cafeteritos, que trabaja con niños y niñas de las veredas, en una apuesta por el relevo generacional con sentido de pertenencia y arraigo.

Pero si hay una causa que lo atraviesa y lo define, es la paz. Desde 2016 coordina la Mesa de Gobernabilidad y Paz del Sistema Universitario Estatal, que agrupa a las 34 universidades públicas del país. Fue en Pereira donde los rectores suscribieron el decálogo de compromisos con la paz, y desde entonces, Óscar ha asumido esa tarea con la certeza de que no es solo un deber académico sino un imperativo ético. Para él, la paz ya no es un proyecto ni un encargo institucional: es un camino de vida.

En medio de todas esas responsabilidades, no ha dejado el aula. Dicta actualmente un curso de Constitución Política para estudiantes de Ciencias Ambientales, subrayando la dimensión ecológica de la carta magna colombiana, una de las más avanzadas en América Latina en términos de protección ambiental. Antes, enseñó sociología, legislación ambiental, metodologías de investigación y análisis de políticas públicas. Y en cada clase, ha procurado abrir espacios de participación, convencido de que la democracia se fortalece cuando se le permite a la ciudadanía —y a los estudiantes— deliberar, proponer, construir.

Esa vocación participativa no es reciente. A mediados de los años 80 ya trabajaba con las Juntas de Acción Comunal y más adelante con las Juntas Administradoras Locales, en un momento en que Pereira se convertía en una de las primeras ciudades del país en organizarse territorialmente por comunas y corregimientos. También ha acompañado al Consejo Territorial de Planeación en ejercicios de fortalecimiento institucional, siempre desde la universidad, siempre al servicio de lo público.

Óscar ha escrito libros, artículos, documentos. Su más reciente publicación, Pereira 2000-2020, recoge la historia económica, social, ambiental y política de la ciudad en las dos últimas décadas, y completa una trilogía iniciada en los años 80. No es una obra de afán, sino el resultado de un trabajo sistemático de análisis, documentación y escritura. “Esto se hace todos los días”, dice, como quien sabe que el conocimiento también se construye desde la constancia.

No se considera ni especialmente orgulloso ni excesivamente humilde, pero sí convencido de que hay que actuar con integridad, sin hacer a otros lo que uno no quisiera para sí mismo. Cree en el trabajo en equipo, en el equilibrio entre la pasión y la sensatez y en la necesidad de seguir empujando proyectos de largo aliento. Por eso no le resulta extraño hablar de leyes, de reformas, de agendas de desarrollo regional. Su mirada está puesta en el país que podría ser.

Pereirano por adopción, nariñense de origen, educado en la escuela pública y el colegio Deogracias Cardona, Óscar Arango Gaviria estudió Sociología en Bogotá, primero en la Universidad Nacional y luego en la Universidad Santo Tomás, tras el cierre de la primera por razones políticas. De esa época conserva recuerdos de militancia y sanciones académicas, pero también una vocación inquebrantable por lo público.

Está casado con Clara Inés Valencia y es padre de Óscar y Andrea. Su hermano Jairo fue el primer alcalde de elección popular en Pereira, entre 1988 y 1990. Habla con serenidad, pero también con hondura. Se conmueve al mencionar el conflicto Palestino y especialmente lo que ocurre con los niños de esa región. También  se ilusiona con cada paso que se da hacia la paz. Sabe que aún queda mucho por hacer. Pero también sabe que ha aportado, con rigor y con ética, al fortalecimiento de la universidad, al desarrollo de la región y a la construcción de un país más justo y más digno.