Hay sentimientos que embargan la vida de los hombres, es así como algunos dedican su pasión al arte, otros a la ciencia, quien no a una mujer, a un sueño a una quimera; en mi caso, si debo escoger entre mis afectos, no debo dudar que es esta universidad quien que recoge los míos más caros.



La Universidad Tecnológica de Pereira es el resultado del esfuerzo de muchos hombres y mujeres, fue el anhelo de quijotes y sanchos, fue la querencia de mi padre y ha sido parte de mi vida de la que no puedo prescindir.
No regreso al claustro de mis desvelos porque jamás lo abandoné, porque fui estudiante desde siempre, porque fui profesor cuando hice falta, porque marché al frente cuando se me convocó, porque la vi nacer, crecí con ella y hoy, cuando ha conquistado su madurez, sabia, trabajadora y vigorosa me regocijo con su estatura de faro que ilumina el trasegar de mi tierra montañera.
Quienes cada dos años nos reunimos en la universidad para trasegar recuerdos, quienes solamente buscamos con afán la posibilidad de servirla sin trastiendas, quienes no vinimos animados por afanes políticos, quienes damos sin pedir recibo nos reconocemos como egresados, integramos el único de los estamentos de la universidad que no espera ni puestos, ni sueldos, ni notas, somos la guardia pretoriana del claustro y por ello reclamamos un espacio, el especial de la imparcialidad, de la generosidad y de las saudades.

Pereira, la heredera de la minga de los Quimbaya, la que se hizo ciudad sin blasones ni linajes, la que se sintió orgullosa del gorro de los esclavos, recibió a su primera Universidad como a su hija predilecta y a sus estudiantes como a sus huéspedes más queridos y de ello pueden dar fe todos los que a estos lares han llegado a libar en la fuente del saber y quienes han recibido techo, ciencia y ese imborrable cariño pereirano.

Hoy ha querido mi querida universidad regalarme un recuerdo para entregar a los míos como un estandarte que sirva de bitácora donde encuentre seguro espacio la brújula del honor y del servicio y al dar las gracias las extiendo a la vida que me dio la fortuna de crecer con la universidad, doy gracias a la vida que me permitió vivir la contradicción, doy gracias a la vida que me ha permitido ver cómo envilecen lo que tocan los dogmatismos y la arrogancia de quienes creen ser dueños del saber, doy gracias a la vida que me ha permitido ver a quienes cortan la conciencia a la medida de sus apetitos y finalmente doy las gracias a la universidad que me ha permitido ver como el enfrenamiento de los contrarios ha producido esta vigorosa entidad que a todos reúne hoy.

Intransigente, olvidadiza, ingrata, rebelde, inquieta, bella voluptuosa, egoísta, cruel, investigadora, docente, banco de la historia y del conocimiento, ha visto la universidad pasar por sus claustros y pasillos a muchos que ya se han ido y verá pasar a muchos otros: a los estudiosos que han luchado por arrancarle sus secretos a la naturaleza, a los oportunistas que necesitan del cartón como patente de corzo, a los vanidosos que se han creído dueños de la verdad, alimañas peligrosas y violentas que solamente pueden dañar ante la incapacidad de construir, y finalmente a aquellos que quieren aprender y por lo tanto llegarán a ser útiles a la humanidad.

El hombre ha llegado a dominar el conocimiento gracias a su capacidad de acumularlo y trasmitirlo, cada nuevo investigador, cada mente creadora parte de lo que le dejó quien lo antecedió en sus inquietudes; su trabajo consiste en validar o revisar las tesis que ha encontrado allí donde desde hace siglos se conserva, en los claustros.

La Universidad Colombiana, trasplantada de la confesional española desde tiempos tan remotos como los de la colonia es por lo tanto tan antigua como lo son las más viejas de las Universidades Europeas y sin duda mucho más veterana que la que tardíamente llegó a las colonias inglesas, francesas y portuguesas, pero la Universidad Colombiana también es hija de la universidad laica que fundara el Libertador Simón Bolívar en Cartagena y aquella que concibiera el general Reyes, como respuesta al dogmatismo clerical.

Se ha creado entonces un sistema dual en el cual, de un lado se alinean los intereses privados con sus metas y objetivos claramente definidos y del otro la Universidad Pública que tiene la obligación de responderle al país no solo por la conservación de su patrimonio cultural, científico y académico sino con responsabilidades de cara a los sectores más desprotegidos de la comunidad.

Recuerdo cuando ocupé la rectoría de esta universidad que las universidades públicas y privadas sumaban el mismo número de instituciones y que los estudiantes de la universidad pública sobrepasaban en número a los de las instituciones privadas. Sin embargo se dieron tendencias divergentes en cuanto al crecimiento de la oferta educativa, de un lado la universidad pública empezó a crecer más lentamente que la universidad privada a tal punto que la relación llegó a ser de un 70% de los estudiantes universitarios en Colombia enrolados en la universidad privada, mientras que la institución pública se debatía en medio del conflicto interno y las demandas por mejores condiciones para sus estamentos internos, dando pié a la afirmación de la tesis del padre de la sociología Dr. Emilio Durkheim quien afirmaba que las instituciones acaban sirviendo a los intereses de sus estamentos por encima de la razón por la cual fue creada.

Pesó sobre la universidad pública la necesidad de capacitar a sus docentes en las universidades más prestigiosas del mundo, acomodar sus condiciones laborales a las de las mismas instituciones, padeció largos y graves conflictos, pagó el precio de sus ineficiencias internas y redujo notoriamente sus recursos propios, factores que combinados hicieron que sus costos llegaran a niveles que hicieron que su oferta resultara estrecha y que acceder a la educación superior se convirtiera en un privilegio reservado a afortunadas minorías.

El pueblo colombiano ansioso de capacitación y de títulos universitarios cayó en manos de negociantes y de universidades de garaje que hacían el gran negocio; unas veces utilizando a los profesionales que el estado había capacitado a enormes costos y otras con profesores de inferior calidad, lo cierto es que el negocio educativo hizo ricos a muchos y engañó a las mayorías, tendencia que afortunadamente se ha revertido.

Hoy la universidad pública ha recuperado estudiantes, ya el 42% de los estudiantes de la educación superior cursan estudios en establecimientos de derecho público y la calidad de la educación y las oportunidades se han incrementado para muchos compatriotas. En el año 2.002, 416.000 estudiantes cursaron estudios en entidades del estado, mientras que 583.000 lo hicieron en entidades privadas, la investigación ha tomado nuevos aires y la universidad ha alcanzado un nivel de madurez que nos hace mirar al futuro con mayor optimismo.

La universidad nuestra, ustedes lo han visto y lo estarán sintiendo, ha tomado un segundo aire, ha incrementado sus estudiantes y sus programas académicos, está creciendo y se está descentralizando. De la Tecnológica podemos sentirnos orgullosos, nuestros estudiantes ocupan los primeros lugares en las evaluaciones que hace el país y nuestros programas académicos han logrado los niveles de calidad y de experiencia que nos permite presentarnos sin temores en el panorama nacional.

Pero mientras que la Universidad incrementa sus laboratorios con equipos que suman cuatro millones de dólares de los Estados Unidos, con un crédito Español que agradecemos, mientras que sus edificios se tornan en inteligentes, mientras que extiende sus terrenos y cuida el patrimonio arqueológico, en tanto que crecemos y ofrecemos oportunidades a nuestros graduados y nuevos estudiantes, falta mucho por hacer, la investigación si bien ha registrado muchos proyectos le hace falta más compromiso con la región, no hemos escogido líneas vitales para nuestra gente, seguimos de espaldas al café y al campo, no hemos construido una muralla para proteger nuestro patrimonio biológico en contra del saqueo al que nos somete el norte opulento, en fin falta camino pero estamos en marcha.

No puedo terminar sin mirar alrededor de nuestra Colombia, no puedo dejar de declarar que estamos asqueados de quienes pregonan la violencia y el odio entre hermanos, de los privilegiados que se disfrazan de mendicantes y que acaparan para sí lo que son incapaces de compartir, estamos fatigados de los que disfrazan la crueldad con el manto hipócrita del humanismo, estamos hartos de los avaros acaparadores del poder y del dinero, no puedo soportar a los corruptos oportunistas, no queremos aceptar el abrazo cómplice de los que se apropian de la res pública no podemos menos que rogar para que el templo del saber y de la crítica permanezca como la atalaya inexpugnable para bandidos y violentos, para las alimañas peligrosas que solamente pueden medrar en medio de la mediocridad y de las falsas promesas.

Al reiterar mi inútil gratitud declaro otra vez que me siento orgulloso de ser egresado de mí universidad, me siento feliz de estar acompañado de mis compañeros de ayer y de los profesionales de hoy.


JUAN GUILLERMO ANGEL MEJIA