Información enviada por Asopadres UTP a la comunidad universitaria.



El largo camino hacia la paz debe pasar por la educación. La verdadera democracia debe superar el camino de las balas.


Tratamos de idealizar el tema de la violencia en Colombia, como un asunto que no nos incumbe, es mas bien un problema de gobierno, o de igual manera debe ser una política de estado, es problema de los grupos armados, escuchamos decir en varios espacios, ahora mas que nunca el pueblo colombiano debe entender que esta situación no debe quedar solo en las manos de los señores y señoras de la guerra.

Las marchas y manifestaciones donde participa el pueblo, no tiene sentido si siempre son manipuladas, ondean las banderas, los pañuelos blancos, las palomas, los mensajes polisémicos, pero el compromiso de vida, de verdadero amor por la paz esta lejano de la realidad de los participantes, en nuestro sentir anteponemos el dio, la rencilla, con corazones envenados y sedientos de sangre no es posible allanar los caminos para la tan anhelada verdadera y real convivencia, de otro lado los medios atizan la hoguera con informaciones sesgadas y desinformadoras, que solo benefician sus ventas y patrocinadores.

La violencia en Colombia tomó un carácter histórico, hizo carrera en casi todo el siglo XIX, para institucionalizarse a mediados del el siglo XX, comenzamos el siglo XXI con las mismas características, alejados de posibles y humanitarias soluciones, alcanzando proporciones increíbles de barbarie e irrespeto por la vida humana.

Este inveterado conflicto ha tenido un alto costo social y económico, miles de millones de pesos, y muchas vidas se han perdido, posiblemente la orilla de las ideologías no ha dejado acercar las partes en conflicto, o como se llaman ahora, los actores, pero lo que si está más que demostrado es, que en un país donde los pobres que son la gran mayoría, cohabitan un territorio con los hombres mas ricos del mundo, donde los primeros reciben salarios miserables, sus hijos no pueden asistir a las escuelas, si asisten con hambre no pueden estudiar, llegar a las universidades del estado cada día es mas complicado, ya que las horas extras con que sus padres "cuadraban" sus pírricos salarios hoy descansan en los bolsillos de los pocos dueños del capital, en este contexto es utópico hablar de paz en Colombia, además, una educación alejada de las necesidades reales de un país conflictivo y con altas dosis de intolerancia, no permite avanzar en la búsqueda de soluciones donde se privilegie el consenso, incluso el disenso y la negociación, las próximas generaciones, o mejor a las presentes, les estamos generando un mal precedente, a una sociedad donde casi la mitad de la población esta entre la franja de los jóvenes y los adultos, tal vez ellos harán lo mismo, será cuestión cultural, ¿tendremos que resignarnos a la famosa ley, "lo que está mal es posible que se torne peor"?.

Una educación con vocación hacia una sociedad justa y más equitativa, permite a las clases mas pobres un posible ascenso social, de otro lado es la única manera de acceder al conocimiento, el cual permite crecer como persona, e incidir en la sociedad, conocer de primera mano los problemas y sus posibles soluciones.

Recordemos la famosa clásica reflexión," eduquemos al niño y no castigaremos al hombre". hoy los centros de reclusión en Colombia albergan miles de hombres y mujeres que por falta de educación, y oportunidades se les aplica la famosa frase, de igual manera si la educación que entregamos a nuestros niños, jóvenes y adultos, carece de valores fundados en el respeto por la vida y donde tener es mas importante que ser, estaremos lejos de los estándares de una sociedad viable, respetable y digna de admiración, de paso estaremos reproduciendo las prisiones y presidarios del futuro.

cerca de dos siglos nuestra sociedad ha trasegado, y le ha apostado a los privilegios, creando exclusiones, que generan gradual desigualdad, elementos fundadores de una sociedad que tiene como base la intolerancia y la indiferencia, la diversidad étnica y cultural es algo extraño a nuestro sentir, apenas comienza a ser aceptado con escepticismo y escozor, entregamos a los niños y jóvenes retazos de discursos promisorios, pero en la realidad llenos de obstáculos difíciles de materializar.

La alta concentración de la riqueza producto del trabajo honrado de los colombianos, no los beneficia en nada, millones de hectáreas de tierra en pocas manos han sido arrebatadas a sus dueños con la figura del desplazamiento.

Son unos pocos que no entienden que Colombia es un país de todos los que nacimos y habitamos este territorio, que la patria, los pactos y los contratos sociales se hacen con todos, la no aceptación de estas premisas, nos ha llevado a un punto de no retorno, ya es hora de comenzar una educación pensada por nosotros y en la solución de nuestros problemas, una educación pensada para la paz y la convivencia, más que en estándares internacionales, que apunte hacia la justicia social, la paz deja de ser botín de guerra si se vuelve real, deja de ser un referente lejano si se invierte en educación con sentido, salud no como negocio de las EPS, fuentes de empleo con salarios dignos, sin perseguir los trabajadores, esa sería la más acertada propuesta al imaginario de la paz, y la respuesta a la propuesta de muerte desolación y privilegios que ofrecen los señores y señoras de la guerra.

Pereira 2008.