Información enviada por el profesor Alberto Verón, escrita por una de sus estudiantes, acerca del congreso de Etnoeducación realizado en días pasados en la Guajira donde estudiantes de la Universidad Tecnológica de Pereira participaron.



A los Ejemplares Etnoeducadores Pereiranos
Henos allí en aquel paraíso terrenal del cabo de la vela, del desierto de la ahuyama y del pilón de azúcar; descansando nuestros maltratados cuerpos de aquel sensacional bus con “aire acondicionado, televisor, dvd, radio, sillas cómodas y el aseado e higiénico baño que daba tanto gusto frecuentarlo donde su conducto de cañería se filtraba por toda la carretera de la Guajira y en donde la atención fraternal, solidaria y respetuosa se respiraba por parte de los conductores de transportes especiales del café “su mejor decisión”.

Sin embargo lo peor estaba por suceder muy a pesar de que disfrutábamos de la veneradas aguas y olas del mar Atlántico, de su belleza, color e infinitud, de su sol y viento que atrapaba nuestros sudorosos y pegajosos cuerpos; a pesar de los bares que nos acogieron con su ideología de diversión y consumo, de los hoteles y las playas que sirvieron de hogar en la corta semana del nombrado y esperado congreso, que por cierto no pagamos a pesar de la benevolente rebaja que la Universidad de la Guajira nos hizo y a pesar de estar en la punta de Colombia y de contemplar su paisaje; su paz, armonía y tranquilidad que la naturaleza nos brindaba, cosa que no pasaba dentro y fuera del “carro transportador de especies”

Pasó pues que de manera abrupta, pero que pasa en todas las épocas y sociedades, el “paseo” se fragmentó entre quienes iban “bien”, dispuestos a pagar hotel, con todas las comodidades del caso, ver televisión y no perderse de los capítulos finales del factor xs, comer, ducharse en sus baños y dormir en camas cómodas y limpias, y entre quienes llevaban carpas; prefiriendo (por gusto o porque les tocaba) estar cerca del mar adoptándola como su nueva morada, bañándose en parqueaderos que cobraban el balde de agua a quinientos pesos, comiendo emparedados de atún y disfrutando de la fiestas del Dividivi en Riohacha, bebiendo, fumando y rumbeando; es decir que el paseo de dividió como sucede en los reality shows, playa alta y playa baja.

Ésta división dio pie para que se hicieran todo tipo de comentarios, como que la gente que dormía tirado en la playa parecía “indigente”, o que las chicas que estaban en las carpas dormían con los estudiantes de la Universidad de la Distrital de Bogotá, llamándolas “libertinas”, que los estudiantes que dormían en las carpas era la vergüenza de la UTP, ya que se acostaban y se sentaban en los pasillos de la Universidad de la Guajira y que como tienen para comprar trago y vicio, tendrían para pagar el pasaje para Santa Marta y lo peor “dejémoslos ellos no son unos niños, sabían cual era el compromiso”. Esto se dijo en la madrugada del día sábado 19 de Agosto, en que dejaron a la mitad de los estudiantes de Etnoeducación en Riohacha; mientras los otros iban rumbo a Santa Marta.


…En la madrugada: sábado 19 de Agosto. LA HUIDA
El sábado temprano se acordó (no democráticamente) que la salida a Santa Marta sería a las tres de la mañana, pero en la noche a eso de la siete o siete y treinta se propuso salir a las cinco para disfrutar de la fiestas del Dividivi. Pero muy “amena y cordialmente” se dijo que ya el acuerdo estaba hecho y que el bus salía a alas tres (no había vuelta de hoja).

La gente se dispersó, unos se fueron a rumbear a Sol y Luna, y los otros, es decir “Los indigentes, libertinos, sopladores, toma tragos y desvergonzados” se quedaron en Playa Alta (Lugar que no concordaba con sus condiciones), pero no adentro, sino afuera, en la playa, en su arena, dando tal show y espectáculo que la gente de la distrital y de la costa se contagiaron de aquella rumba bochornosa. Pues bien llegaron las 3:00 a.m. y el bus no llegó; algunos compañeros avisaron que aún no había llegado y que siguieran rumbeando tranquilos y que si aparecía ellos lo dirían. El conductor tuvo un inconveniente y llegó a las 4:00 pasadas. Las veinte personas que esperaron el bus, decidieron dejarlos porque “Ellos son unos peladitos inmaduros que no cumplen los compromisos y que si tienen plata para trago tienen para viajar a Santa Marta”.


Puñalada trapera.

Así fue, los dejaron, con una agradable sensación de desespero, desilusión, angustia, marginalidad y exclusión, a treinta y dos horas de su recordada y añorada hogar. Sin embargo antes de la huida cuestionaron: “Bueno que hacemos, falta casi la mitad del bus” Y respondió una voz “Vámonos ellos no son niños ya están muy grandecitos” y la voz organizadora de tal esperado y mencionado evento respondió: “vámonos pero con la responsabilidad de quiénes lo decidieron” y Poncio Pilatos se lavó las manos por miedo a los fariseos. Nadie dijo nada más, todo se tornó en silencio y tranquilidad, se respiraba un aire de V al cuadrado; es decir de Victoria y Venganza, mientras la mayoría se preparaba para recibir el sueño y un toque de loto en su cerebro. Todo esto pasaba vía a Santa Marta, mientras que en Riohacha los diez y ocho estudiantes protagonistas del baile de los que sobran llegaron al lugar “pactado”; aún creyendo que no había llegado el bus y en la solidaridad de los compañeros que se habían ofrecido a avisarles cuando el súper transporte llegara, pero no fue así, ya había partido, no quedaba ni la sombra, por un momento se pensó que eran víctimas de las bromas pesadas Argentinas del “peor día de tu vida” pero en éste caso el “peor viaje de tu vida”. Al darse cuenta de que se habían marchado sin ellos; los aires se acaloraron y decidieron llamar a compañeros que estaban en el bus rumbo a Santa Marta, que se encontraban al parecer dormidas, y que abruptamente despertaron y se dieron cuenta que la mitad del bus hacía falta y entonces decidieron decirle a Pilatos que se devolvieran por ellos, pero según Poncio el conductor estaba ranchado en que no se iba a devolver, que si quería la única opción era llegar hasta donde se encontraban (lugar que desconocía el responsable conductor de Transportes Especiales el Café “su mejor decisión” y los solidarios e incluyentes pasajeros.

La única salida que vieron los que se encontraban en Riohacha fue comunicarse con el dueño del transporte y hacerle entender que si no se devolvían por el lunar negro del paseo, se demandaría a él, el conductor y demás por irresponsabilidad, daños y perjuicios. El eslogan de tan prestigiado transporte “su mejor decisión” se desvanecía como el eco ante la larga hora de espera. La demanda surcó efecto y los entrañables compañeros se devolvieron con su inmemorable conductor que por cierto iba solo ya que al parecer su acompañante de viaje se había hurtado algunas pertenencias de los estudiantes y él con su responsabilidad característica lo echó.

Subieron al bus y al parecer la mayoría se encontraba en el quinto sueño a pesar de que las pestañas tambaleaban. Se dijeron cosas como que un compañero que había pagado el pasaje el mismo día del paseo se debería bajar porque estaba provocando a Pilatos, ya que éste le dijo que no tenía nada que decir porque éste era un arrimado, y el golpe en la cara, despierta a los bellos durmientes, unos dicen “eso no se dice, eso no se hace”, “que buenos compañeros tenemos” otros azuzan para que el compañero peleón se baje, argumentando que querían descansar y regresar a sus casas, mientras que los “otros” al parecer no tenían ese derecho por ser “diferentes, distintos, raros, anómalos y exóticos”.

Partimos rumbo a Santa Marta con los ánimos acalorados, unos con los dientes apretados comiéndose la ira y otros con la saliva en sus labios no se dieron cuenta de lo acontecido aquella madrugada del día sábado.


C est finí

El agradable congreso-paseo (que fue más lo segundo que lo primero), llegaba a su final, dejándonos la sensación de que en éste décimoprimero, octavo, noveno o sexto semestre, no ha sido comprendido, interpretado y menos asimilado, deja entrever que ha sido un discurso más bien posudo, hipócrita, falso que nos ha “inyectado de una resignación miserable de una misericordia mil veces reaccionaria”, producto del pensamiento del siglo XIX, alta y estúpidamente moralista, reprochando al “soplador” etnoeducador, cuando Tokio (una japonesa que se encontraba en el Cabo de la Vela) fumaba hierba en la fogata programada por la guía, y en donde no hubo ningún reproche, ni señalamiento a la extranjera por parte de los “compañeros”, pero al que es autóctono, hay estigmación y exclusión, son mal vistos y mal llamados.

Ahí se deja entrever cual introspectivamente están los conceptos de otredad, marginalización y exclusión, y cual lejano están de comprender cuando Augé habla sobre el “otro” como el próximo el cercano, ese que se mostró en la Guajira como el diferente, exótico, raro o llamado por los de Playa Alta como indigentes.

Estos conceptos , llamémosle categorías o palabras utilizadas en el argot etnoeducativo se deberían pronunciarlas más cuidadosamente para que no se muestre la falacia que se encierra cuando se pronuncian, pues el otro que lo llamamos desplazado, indígena , indigente, sicario, prostituta, palestino, terrorista, judío etc., también está y habita en el espacio- tiempo de la Universidad, esta Universidad que dejó de soñar y apostarle al nacimiento del nuevo hombre, a otro ser humano que rompa los velos de nuestra enfermedad que siempre vira hacia la derecha, contagiándola del moralismo, orden, disciplina e inyectándole valores, estos que realmente no han existido, pero que en el discurso y la práctica demuestran cuán de antaño, contagioso y peligroso es nuestro pensamiento, que aún reposa en el sueño, un sueño que no tiene pasado, ni presente, ni futuro, un sueño que se parece al árbol de loto de los griegos que comen y duerme, duermen y comen, un sueño donde se refleja nuestra colombianidad.

En estos paseos se ve lo que realmente “somos” y lo que nos cuesta ser, nuestra modernidad siempre postergada por la binaridad de los vencedores y sus ideas.

Confesiones de Laura.