El pasado 29 de agosto de 2006 se llevó a cabo la presentación del libro Oliveros del autor pereirano Miguel Álvarez de los Ríos, cuyo prólogo fue escrito por el Rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, Ing. Luis Enrique Arango Jiménez.
En representación del Ing. Arango, asistió a la presentación realizada en el auditorio de la Fundación Universitaria del Área Andina el Vicerrector Académico, Ing. José Germán López Quintero.
También, asistieron diferentes personalidades de la ciudad como el Alcalde de Pereira, el Alcalde de Dosquebradas, el Comandante del Batallón San Mateo, el Coordinador de la Procuraduría, el Director de Acopi, el Director de la Cámara de Comercio de Pereira, el Rector de la Universidad Católica, entre otros.
El inicio de esta presentación se dio con las palabras escritas por Gustavo Eastman Vélez, sobre la vida y obra del desaparecido Pablo Oliveros Marmolejo, ex rector de la Universidad Tecnológica de Pereira.
La presentación de la obra estuvo a cargo del Dr. Jorge Valencia Jaramillo, poeta, director de la Revista Plumas y Presidente de la Feria del Libro Eje Cafetero.
Antes de hacer la entrega de los libros a los asistentes, se le otorgó el Pergamino en Homenaje al Dr. Pablo Oliveros Marmolejo a su esposa, señora Martha Sandino de Olvieros.
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Prólogo del libro escrito por el Rector, Ing. Luis Enrique Arango Jiménez.
La obra que nos entrega el escritor Miguel Álvarez de los Ríos sobre la vida y obra de Pablo Oliveros Marmolejo, escrita con la finura y perfección de un gran cultor de la palabra, es un legado para las generaciones venideras, que podrán asomarse desde esta biografía a lo que es un buen ejemplo de vida.
Parece una fatalidad de la historia humana el descubrir el valor de las personas después de su muerte; aunque este no es el caso de Pablo Oliveros Marmolejo, a quien la sociedad y en especial sus amigos percibieron como un hombre excepcional; cuando se ahonda en su particular historia de vida, mostrada con lujo de detalles a lo largo de esta obra, queda la sensación de que muy poco lo conocíamos.
Puede haber una explicación. Pablo era un hombre discreto, poco amigo de la estridencia o la exageración; sus éxitos que fueron muchos, nunca giraron en torno al reconocimiento, prefirió mantener distancia de los ámbitos periodísticos.
En su parábola vital se dan los ingredientes clásicos de un hombre producto de la historia de este país; descendiente de un tronco familiar que proviene de españoles asentados en la aristocrática Popayán desde la colonia, que se divide y subdivide sucesivamente de generación en generación, hasta que uno de sus vástagos deriva hacia un pequeño poblado del norte de la antigua provincia del gran Cauca, para sentar hacienda y familia. Este ancestro, genera un nuevo entramado genealógico que por los caprichos de la evolución, configura condiciones de tiempo y lugar para que la patria chica de Pablo sea el pequeño Municipio de Bolívar, en el hoy Departamento del Valle del Cauca.
Sus padres, víctimas de la violencia partidista de los años cincuenta, deben abandonarlo todo para radicarse finalmente en Pereira donde rehacen sus vidas al lado de sus hijos. Se hacen empresarios y antes de que los negocios se vayan a pique, su padre logra apoyarlo para que se eduque en los Estados Unidos.
Su condición de emigrante, lo obligó a trabajar y estudiar para lograr finalmente graduarse como Ingeniero Físico, una disciplina que escogió voluntariamente de acuerdo a sus tempranas inclinaciones.
De allí regresa y cuando estaba decidiendo entre dos ofertas de trabajo, una de la Universidad Nacional y otra del Instituto de Investigaciones Nucleares, lo contacta el abogado Jorge Roa Martínez, quien le pide colaborarle en la puesta en marcha de la naciente Universidad Tecnológica de Pereira, como su segundo abordo, responsable técnico de la empresa educativa en ciernes. Junto a Manuel Chaparro, un santandereano formado también en Estados Unidos y a quien Pablo conocía y suma al equipo, delinean los aspectos curriculares y organizativos de las primeras ingenierías con que la Universidad Tecnológica de Pereira abrió sus puertas.
En un comienzo, entre los dos amigos asumieron todas las responsabilidades académicas. Posteriormente apoyándose en nuevos profesores que iban contratando, en especial provenientes de la Universidad Industrial de Santander, fueron configurando la nueva universidad que nació influenciada por el modelo norteamericano donde se habían formado sus progenitores académicos.
Pablo, ocupó todos los cargos en la Universidad Tecnológica hasta llegar a ser su rector, desde donde se proyectó a nivel nacional ocupando la dirección del Instituto Colombiano para la Educación Superior ICFES. Allí, puso en marcha el primer programa Técnico y Tecnológico para la Educación Superior en Colombia. Su experiencia reciente lo ayudaba, había fundado en la Universidad Tecnológica de Pereira, el Instituto Politécnico, precursor de las tecnologías en nuestro país.
Ahora que el país reconoce la necesidad de fortalecer la formación técnica y tecnológica como un prerrequisito indispensable para enfrentar el desarrollo nacional, es grato y justo volver sobre la persona que jugó un papel trascendental en los orígenes de esta formación a nivel universitario.
Conocí a Pablo cuando ingresé como estudiante de estudios básicos de ingeniería en el año de 1964; en ese entonces se desempeñaba como Decano Académico de la Universidad. En aquella época, lo percibí como un hombre sobrio, elegante, sereno y con un cierto aire intelectual que infundía gran respeto. Más adelante, comprobé que su apariencia era consistente con sus atributos personales.
Le correspondió a Pablo padecer el primer sarampión revolucionario en la historia de la Universidad Tecnológica de Pereira. Habíamos sido influenciados por el movimiento estudiantil de la Universidad del Valle para expulsar los Cuerpos de Paz, voluntarios americanos, que trabajaban como docentes y a quienes se les acusaba de cumplir funciones de espionaje a favor del imperio.
Guardo en mi memoria la manera inteligente y prudente como se manejó la situación para contener una muchachada insuflada de nacionalismo que estrenaba idearios revolucionarios. Pablo, reveló sus grandes dotes de gran componedor, portador de un profundo espíritu conciliador que nunca lo abandonó. Aquella batalla finalizó como lo ordena la buena gramática social: sin vencedores, ni vencidos.
Pablo en efecto, respiraba por los poros de su piel una enorme condición de hombre pacífico; promotor del acuerdo. No era partidario de la confrontación o el choque; siempre encontraba la manera de zanjar la diferencia de forma amistosa y discreta. Soportaba estoicamente la ofensa cuando era necesario.
El último tramo de su existencia lo dedicó a fundar universidades y a servir como consultor en temas educativos, para los que difícilmente se podía encontrar a alguien con mayor experiencia y sabiduría. Así, moviéndose en los recintos universitarios, su vida fluyó en medio de los elixires que sólo es posible allí encontrar. La muerte lo sorprendió como rector general de la última de sus creaciones, la Fundación Universitaria del Área Andina.
La obra humana no siempre es agradecida y los tiempos ayudan a borrarla; no ocurre así cuando se trata de universidades, podría decirse que ellas no tienen fin; sobreviven al amparo de una necesidad social que las reclama como condición de supervivencia.
Quienes compartieron con Pablo en la intimidad del hogar y en la amistad, pueden dar fe de que vivió como quería; en comunicación con la naturaleza y con la vida. Amó con la devoción debida y disfrutó a plenitud del afecto y cariño de los suyos.
Gloria eterna a la memoria de Pablo.
Luis Enrique Arango Jiménez
Rector