Información enviada por Luis Fernando Afanador, sobre la revista de poesía Luna de Locos.



Revista de poesía de Pereira, ocho años de existencia y la aparición de su número 14.

Por: Luis Fernando Afanador
Revista NUMERO # 49 , Julio – Agosto 2.006. Reseñas. Págs. 93 y 95. Reseñas.


Soy un apasionado de las revistas y, por supuesto, de las revistas literarias. A ellas les debo el descubrimiento de autores claves en mi vida, la lectura de ensayos, cuentos y poemas memorables. Fui devoto de Vuelta, la revista que dirigía Octavio Paz, y ahora lo soy de su sucesora, Letras Libres, presidida por el historiador Enrique Krauze. Y aquí en Colombia lo fui de Golpe de Dados, de la Gaceta de Colcultura cuando estaba Santiago Mutis y por supuesto de la gran revista Eco, que alcancé a seguir en su última etapa, en la que Juan Gustavo Coba Borda le quitó el énfasis de enclave germánico en el país de los chibchas y la proyectó más hacia la literatura latinoamericana. Por cierto, nunca olvido un curioso artículo de Gabriel García Márquez que rescataron y que se titulaba «Desventuras de un escritor de libros», en el que denunciaba estarse muriendo de hambre por haber escogido semejante profesión. Es increíble que lo que pasó después convertiría ese artículo periodístico en un cuento fantástico o, por lo menos, en una pieza maestra de las ironías del destino.

La revista Eco nos hizo conocer a Walter Benjamin pero también a Julio Ramón Ribeyro y a Álvaro Mutis, lo cual daba una justa perspectiva y le callaba la boca a Ángel Rama, responsable de la frase antes citada sobre el enclave germánico en el país de los chibchas. Eco fue una gran revista, una revista que nos dio horizontes y perspectiva universal aunque, como todo lo bueno, uno se da cuenta de eso demasiado tarde o cuando alguien extraño nos hace caer en la cuenta. En una entrevista que le hice alguna vez al escritor argentino Ricardo Piglia, me confesó que una de sus razones de venir a Bogotá era conocer la ciudad donde se hacía la mítica revista Eco. Uno pensaba en la revista Sur de Victoria Ocampo en Buenos Aires y un argentino, de una cultura literaria impresionante, además de brillante crítico, se desvivía por nuestra revista Eco. Como se podrán imaginar, este fue un golpe contundente a mi incipiente esnobismo literario. Y al síndrome de metrópoli que es difícil de borrar, así Borges nos haya enseñado ejemplarmente que no existen las capitales literarias, que el centro del mundo puede ser una gran biblioteca hospitalaria en cualquier arrabal de la Tierra.

La anécdota anterior resulta pertinente por cuanto explica para mí la razón por la que llegué a conocer Luna de Locos, la revista dirigida por Giovanny Gómez (1) y de la cual estamos celebrando ocho años de existencia y la aparición de su número 14. Un día, entre los muchos libros, revistas y publicaciones de todo tipo que recibo, la vi: Luna de Locos, una revista literaria hecha en Pereira. Por supuesto que la hojeé no sólo por la lección aprendida de Piglia sino porque además ya había adquirido el síndrome del reseñador, que consiste en hojear con cuidado todo lo que recibe por un miedo patológico al ridículo: ¿qué tal que a uno se le pase no digamos una obra maestra sino algo importante y no sea capaz de apreciarlo? Claro que abrí Luna de Locos y lo primero que encontré fue un poema de Derek Walcott sobre un marinero al que sus compañeros se le burlan por su afición a la poesía y le insinúan que es un asunto femenino, hasta que un puñal y un poco de sangre vienen a poner las cosas en su sitio. Me fascinó el poema y luego de la fascinación me entró un poco de vergüenza por no haber leído antes a Walcott. Sabía desde luego quién era él y de su importancia, pero había aplazado la lectura porque estaba ahí, disponible fácilmente en varias librerías de Bogotá. Peor que el sentimiento de «ombligo del mundo» que genera una gran ciudad es esa actitud engañosa de que las cosas están ahí infinitamente a nuestra disposición, que nos lleva a perder el asombro y, algo todavía más grave, a caer en la indolencia.

Necesité que la avidez intelectual de una revista cosmopolita de Pereira (donde supongo que Walcott no se consigue en varias librerías y donde probablemente no hay varias librerías) me devolviera la urgencia de leer al gran poeta antillano.

En Luna de Locos he leído magníficas entrevistas de Antonio Tabucchi, de Claudio Magris, pero también de Jaime Jaramillo Escobar, y poemas de Robinson Quintero y de otros buenos poetas colombianos. Textos de aquí y de allá, mucho arraigo, pero también una gran sed de lejanías. Yo diría que el valor de esta revista consiste en combinar eso muy bien y, además, en haberles dado un papel protagónico a la poesía y la plástica. Cada nuevo número, desde que la conozco, se encamina más en esa dirección.

Esta revista nació como una extensión de las actividades culturales que hacían unos estudiantes en el Planetario de la Universidad Tecnológica de Pereira, http://www.utp.edu.co, a donde invitaban escritores, músicos y artistas plásticos de distintas regiones del país. Es decir, de una actitud lúcida de hacer de Pereira el centro al que volviéramos la mirada porque allí podían ocurrir eventos de interés, en vez de llorar y lamentarse sobre el centralismo bogotano. Esto significa que detrás de Luna de Locos hay un equipo de jóvenes entusiastas por una revista impresa lo cual no deja de ser llamativo y alentador en tiempos de internet, donde se perfila una nueva generación que muy probablemente ni siquiera sentirá nostalgia si ese formato llegara a desaparecer.

Desde luego, se trata de un proyecto colectivo, pero detrás de una buena revista siempre hay el alma de una persona, que en este caso es Giovanny Gómez. Él, con su encanto disimulado, consigue sin un peso la colaboración de autores reconocidos y, como si fuera poco, los hace sentir orgullosos de participar en su proyecto. Yo sospecho que por eso ha durado tanto este proyecto, porque para nadie es un secreto que eso de mantener una revista literaria es una empresa de locos ladrándole a la Luna. He visto fracasar revistas con más recursos que la suya porque una revista no sólo se hace con dinero. O sea, que estamos celebrando algo más que ocho años y número 14; también celebramos la amistad.