Estimados Colegas:
En la última reunión en ASCUN, a propósito de la preparación del evento de Educación Superior que examinará el documento 2019 y la prospectiva del sector, recibimos en fotocopia un artículo publicado en The Economist el 10 de septiembre de 2005, con un análisis de la Educación Superior en el mundo.
El documento a pesar de que puede ser apologético de la Educación Superior en los Estados Unidos, que magnifique el papel del mercado en la Educación Superior es un importante aporte para tener una mirada general informada sobre la situación del sector a escala mundial.
Por ser el documento un poco extenso, y por razones de tiempo, he traducido una primera parte que quiero enviarla como aporte a las lecturas de semana santa. Prometo que después enviaré la parte final.
La versión en inglés puede buscarse en http://www.economist.com
Cordial saludo,
Luis Enrique Arango Jiménez
Rector
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El Negocio de los Cerebros
Un Estudio de la Educación Superior
Septiembre 10 de 2005
Tomado de: The Economist
Traducido por: Luis Enrique Arango Jiménez
Para aquellos que tienen una cierta edad y antecedentes educacionales, es difícil pensar en educación superior sin pensar en instituciones de gran antigüedad. Algunas universidades son de venerable edad –La Universidad de Bologna fue fundada en 1088, la Universidad de Oxford en 1096- y muchas de ellas tienen un fuerte sentido de la tradición. Las verdaderamente antiguas toman ventaja de sus pedigríes y aquellas más recientes trabajan duro para crear un aura de antigüedad.
Y aún esas instituciones amantes de la tradición están sufriendo una tormenta de cambios tan fundamentales que de alguna manera la idea de Universidad está siendo retada. Las universidades están experimentando con nuevas formas de financiación (más notablemente a través de tarifas), forjando alianzas con compañías privadas y enganchándose en fusiones y adquisiciones. Tales cambios están jalonando a las universidades de élite.
Esto está sucediendo por cuatro razones. La primera es la democratización de la educación superior, masificación en el lenguaje de los educadores. En los países ricos, la masificación ha venido ocurriendo por algún tiempo. La proporción de adultos con calificaciones en educación superior en los países de la OECD (Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo) se ha duplicado de 22% a 41% entre 1975 y 2000. Aunque la mayoría de los países ricos luchan todavía por digerir este enorme crecimiento. Y ahora la masificación se está expandiendo al mundo en desarrollo. China ha duplicado su población estudiantil a finales de los noventa e India está tratando de seguirlo.
La segunda razón es el surgimiento de la economía del conocimiento. El mundo está atrapado por una “revolución blanda” en la cual el conocimiento está reemplazando los recursos físicos como principal motor del crecimiento económico.
La OECD calcula que entre 1985 y 1997 la contribución de la industria basada en el conocimiento al valor total añadido, incrementó del 51% al 59% en Alemania y del 45% al 51% en Gran Bretaña. Las mejores compañías están dedicando ahora al menos un tercio de sus inversiones a intangibles intensivos en conocimiento tales como: Investigación y desarrollo, licenciamiento y mercadeo. Las universidades están entre los más importantes motores de la economía del conocimiento. No sólo porque ellas producen y proveen el recurso de trabajadores del cerebro, sino que también proveen mucho de su columna vertebral, desde laboratorios, bibliotecas hasta redes de computadores.
El tercer factor es la globalización. La muerte de las distancias está transformando la academia tan radicalmente como está transformando los negocios. El número de personas de los países de la OECD que están estudiando en el exterior se duplicó en los últimos veinte años llegando a 1.9 millones; las universidades están abriendo sedes alrededor del mundo; y un número creciente de países está tratando de convertir la educación superior en una industria exportable.
El cuarto es la competencia. Las universidades tradicionales están siendo forzadas a competir por estudiantes y por fondos para investigación y las compañías privadas están tratando de ingresar en el sector mirando la educación como “el nuevo centro de salud”. El Banco Mundial calcula el gasto global en educación superior en 300 billones de dólares al año, o en el 1% del producido global de la economía. Hay más de 80 millones de estudiantes en el mundo y 3.5 millones de empleados para enseñarles o cuidar de ellos.
Enemigos de la Promesa
Todo esto suena como si la edad dorada de la educación superior hubiera llegado. Pero dentro de la academia, particularmente en Europa, no se siente así. Los académicos se quejan acerca de “la declinación del dominio de los importantes” (el título del libro de A.H. Hasley, un sociólogo), y los Administradores se han trabado en agrios intercambios con los políticos que los fondean financieramente. ¿Qué ha fallado?
El problema más grande es el papel del Estado. Si más y más gobiernos están adoptando la masificación, pocos de ellos son capaces de sacar las conclusiones apropiadas del entusiasmo que ello despierta: ellos debieran suministrar los fondos requeridos (como lo hacen los países escandinavos) o permitir a las universidades cobrar tarifas realistas. Muchos Gobiernos han tratado de buscar la cuadratura del círculo a través de apretar las administraciones, pero la administración no puede compensar la falta de recursos.
Así, en todo lo del mundo académico, dijo el escritor Kingsley Amis en su famosa sentencia, cosas aún peores están por ocurrir. Los salarios de los académicos están declinando cuando se comparan con trabajos similares en otras partes, los edificios y las bibliotecas se están deteriorando. En Mega-insituciones como la Universidad de Roma (180.000 estudiantes), la Universidad Nacional de México (Más de 200.000), la Universidad Andolu de Turquía (530.000 estudiantes), la atención individualizada a los estudiantes, seguramente tomará un puesto trasero.
El conservatismo innato de la profesión académica no ayuda. La universidad moderna nació en un mundo muy diferente, un mundo donde una pequeña minoría de la población iba a la educación superior, todavía hoy muchos académicos son reactivos a cualquier concesión a la masificación. Las universidades italianas por ejemplo, todavía insisten en que los estudiantes deben someterse a un examen oral con un profesor titular, con una duración promedio de cinco minutos.
¿Qué puede hacerse si se pudiera? Los tecno-utópicos creen que la educación superior está madura para la revolución. La Universidad, dicen ellos, es una institución anticuada sin esperanza, casada con prácticas desactualizadas tales como: puestos indefinidos y conferencias, e incapaz de servir a un nuevo mundo de audiencias de masas e información en línea. “En treinta años los grandes campus de las universidades serán reliquias”, dice Peter Drucker, un veterano gurú de la administración. “Yo considero que la universidad investigadora de los últimos 40 años será un fracaso”: Afortunadamente, en su visión, la ayuda está en camino, en la forma de matrículas por internet y universidades con ánimo de lucro.
Los conservadores culturales de otro lado, creen que la mejor vía hacia adelante es retroceder. Las dos reglas principales de la política de la educación superior moderna -democracia y utilidades- son “degradaciones del dogma académico”, para prestar una frase reciente de Robert Nisbet, otro sociólogo. Ellos piensan que es tonto gastar educación superior en gente que podría más bien estudiar a Seinfeld (famoso productor de serie de televisión en USA) en vez de Sócrates y que ingenuamente confunden perseguir la verdad con perseguir la ganancia.
Los argumentos conservadores caen en una primera valla: la práctica. La educación superior está rápidamente tomando la vía de la educación secundaria: ello es, llegando a ser una aspiración universal. La posición tecno-utópica es superficialmente más atractiva. El internet seguramente influenciará la enseñanza y las empresas con ánimo de lucro seguramente sacudirán un mercado moribundo. Pero hay límites.
Unos pocos años atrás un informe de Coopers y Librand señaló que la educación en línea podía eliminar los dos más grandes costos de la educación superior: “El primero es la necesidad de ladrillo y mortero; las instalaciones tradicionales no son necesarias. El segundo, es el profesorado de tiempo completo. El aprendizaje en línea involucra sólo un pequeño número de profesores, pero tiene el potencial de alcanzar un mercado inmenso de estudiantes”. Esto no tiene sentido, el toque humano es más vital a la educación superior que la alta tecnología. Educación no es solamente transmitir una serie de hechos, lo cual internet hace muy bien. Es enseñar a argumentar y a razonar, lo que es mejor hecho en una comunidad de académicos.
Este estudio argumentará que el más significativo desarrollo en educación superior es la emergencia de una superliga de universidades globales. Esto es revolucionario en el sentido de que estas instituciones miran el mundo entero como su escenario, pero también evolucionario porque ellas están todavía casadas con el ideal de comunidad de académicos que combinan enseñanza con investigación.
El problema para quienes hacen las políticas es cómo crear un sistema que balancee las demandas gemelas de excelencia y acceso masivo, que haga espacio para las universidades globales de élite, que atienda a un gran número de estudiantes promedio, que explote las oportunidades dadas por las nuevas tecnologías y que también reconozca que la educación requiere un toque humano.
Cómo sucede, nosotros ya poseemos un modelo exitoso de cómo organizar la educación superior: el de América (USA). Ese país tiene un monopolio en el mundo de las mejores universidades (Ver Tabla N. 1), pero también provee acceso a la educación superior para ese gran volumen de quienes lo merecen. El éxito de la educación en América (USA) no es solamente el resultado del dinero (aunque eso ayuda); es el resultado de la organización. Las universidades americanas (USA) son mucho menos dependientes del Estado que sus competidoras en el extranjero. Ellas, derivan sus ingresos de una amplia variedad de fuentes, desde tarifas que pagan los estudiantes, a ex-alumnos nostálgicos, desde hombres distinguidos de negocio hasta generosos filántropos. Y ellas se dan en una amplia variedad de formas y tamaños, desde Princeton y Yale hasta el Colegio Comunitario Kalamazoo.
Este estudio ofrecerá dos consejos para países que están tratando de crear sistemas exitosos de educación superior, sean ellos recién llegados como India y China o viejas manos que han fallado como Alemania e Italia. Primero, diversifique sus fuentes de ingreso. Las gangas con el estado se vuelven un pacto con el demonio. Segundo: deje que miles de flores académicas florezcan. Universidades, incluyendo aquellas con ánimo de lucro deben competir por los clientes. Una economía sofisticada necesita una amplia variedad de universidades persiguiendo una amplia variedad de misiones. Estos dos principios se refuerzan el uno al otro: entre más se reduzca el rol del estado, más variedad educacional florecerá.
Secretos del Éxito
El Sistema Americano de Educación Superior es el mejor del mundo. Eso es porque no hay sistema.
Es demasiado fácil mofarse de la academia americana (USA). Cada semana se produce un sorprendente ejemplo de intolerancia o irracionalidad. Considere las historias gemelas de Lawrence Summers, uno de los más distinguidos economistas del mundo y Ward Churchill, un oscuro profesor de estudios étnicos, las cuales se destaparon por la misma época a comienzos del año. El Señor Summers fue forzado casi a renunciar como presidente de la Universidad de Harvard a causa de que se atrevió a enganchar en especulaciones intelectuales, argumentando en un seminario informal, que la discriminación pudiera no ser la única razón por la cual las mujeres están menor representadas en los amplios dominios de la ciencia y las matemáticas. El señor Churchill mantuvo su cargo en la Universidad de Boulder, Colorado a pesar de los cargos formulados que incluyen plagio, intimidación física y falsedad sobre su etnicidad.
Con tan coloridos titulares, es fácil perder de vista la historia real: que América (USA) tiene el mejor sistema de educación superior en el mundo. El Instituto de Educación Superior en la Universidad Jiao Tong de Shanghai ubica las universidades del mundo sobre una serie de criterios objetivos tales como: el número de premios Nóbel y los artículos en revistas de prestigio. Diez y siete de las mejores veinte universidades en esa lista son americanas (USA). (Ver Tabla N. 1); así mismo, 35 de las mejores 50. Las universidades americanas (USA) actualmente emplean el 70% de los ganadores de premios Nóbel en el mundo. Ellas producen alrededor del 30% de todos los artículos de ciencia e ingeniería de acuerdo a un estudio realizado en el 2001, y el 44% de los más frecuentemente citados.
Al mismo tiempo, en América (USA) ingresa a la educación superior la mayor proporción de población más que en cualquier otro lugar del mundo, graduándose alrededor de un tercio de la población en edad de college y un tercio de ellos continúan sus estudios para obtener grados más avanzados. Los estudiantes no tradicionales también lo hacen mejor que en los otros países. La mayoría de graduados en pregrado son mujeres, y más del 40% tienen 25 años o más. Alrededor del 20% vienen de familias con ingresos por debajo de la línea de pobreza. La mitad estudian medio tiempo, y el 80% de los estudiantes trabajan para apoyarse ellos mismos.
¿Por qué América (USA) es tan exitosa? La riqueza tiene claramente algo que ver. América (USA) gasta más del doble por estudiante que el promedio de los países de la OECD (US $22.000 Vs US $10.000 en el 2001), y ex-alumnos y filántropos bañan rutinariamente las universidades con oro. La historia también juega una parte. Los americanos (USA) siempre han tenido una pasión por la educación superior. Los puritanos establecieron Harvard College en 1636, justamente dos décadas después de que arribaron a Nueva Inglaterra.
La principal razón del éxito americano (USA), sin embargo, recae en la organización. Esto es algo que otros países pueden copiar. Aunque no lo encontrarán fácil, particularmente si ellos son países en desarrollo inclinados en la modernización manejada por el Estado.
El primer principio es que el Gobierno Federal juega un rol limitado. América (USA) no tiene un plan central para sus universidades. Ella no trata a sus académicos como siervos civiles, como lo hace Francia y Alemania. En cambio, las universidades tienen un amplio rango de patrocinadores desde gobiernos estatales a grupos religiosos, desde estudiantes pagando tarifas a generosos filántropos. El panorama académico ha sido moldeado por ricos benefactores como Ezra Cornell, Cornelius Vanderbilt, Jhon Hopkins y Jhon D. Rockefeller. Y la tradición de filantropía sobrevive hasta hoy: en el año fiscal 2004, los donantes privados dieron 24.4 billones de dólares a las universidades.
Un gobierno limitado no significa un gobierno indiferente. El Gobierno Federal repetidamente ha potenciado a la educación superior. El Acta del Fondo Morril de Tierras de 1862 creó un fondo de tierras universitarias a través del país. Los Estados aportan dineros a los Colegios Comunitarios (Community Colleges). La Ley de 1946 puso las universidades al alcance de todos. El Gobierno Federal continúa aportando billones de dólares a la ciencia y a la investigación.
El segundo principio es la competencia. Las universidades compiten por todo. Desde estudiantes, profesores, hasta estrellas de basketball. Los profesores compiten por fondos federales de investigación. Los estudiantes compiten por becas en los Colleges o por pasantías de investigación. Esto significa que las instituciones exitosas no pueden dormirse en los laureles.
El tercero es que todo está bien si es útil. Bertrand Russell una vez expresó perplejidad ante la preocupación mundial que encontró en la Universidad de Wisconsin: “Cuando cualquier cultivo de un agricultor salía mal, ellos enviaban un profesor a investigar la falla científicamente”. América (USA) siempre ha mirado las universidades como más que torres de marfil. Henry Steele Commager, un historiador del Siglo XX, notó que para el americano promedio del siglo XIX, “la educación fue su religión”- mientras que ella “sea practicable y pague dividendos”.
Este énfasis en “pagar dividendos” permanece como una prominente característica de la cultura académica. América (USA) ha encabezado el arte de forjar vínculos entre la academia y la industria. Las universidades americanas (USA) ganan más de un billón de dólares al año en participaciones por patentes y tarifas por licencias. Más de 170 universidades tienen incubadoras de empresas de algún tipo y docenas de ellas operan con fondos de riesgo.
Nada que se Parezca
No hay escasez de cosas para maravillarse en el sistema de educación superior americano (USA), desde su robustez para enfrentar choques externos hasta su excelencia generalizada. Ningún país, a excepción de América (USA), explora tan amplio rango de temas (incluyendo algunos dudosos como el GBLT-geys, lesbianas, bisexuales y estudios de transformación de género). Sin embargo, lo que particularmente resalta es la flexibilidad y diversidad transparente del sistema.
Para una demostración de su flexibilidad, considere la Universidad de New York (NYU). Ella, fue una escuela de paso (sin residencias) con poco dinero y menos prestigio. A mediados de 1970 estuvo tan al borde de la bancarrota que tuvo que vender su mayor campus en el Bronx, pero hoy está rebosante de dinero proveniente de sus fondos, apetecida por los estudiantes del país y reclutando las superestrellas académicas. El ranking mundial de Shanghai la ubicó en el número 32.
Las superestrellas académicas ayudaron, pero otras dos cosas demostraron ser más útiles. La primera, fue la habilidad de NYU para convertir su domicilio en Manhattan en un activo. Muchas universidades tienen excelentes departamentos económicos, pero tener la bolsa de valores en el vecindario, añade algo extra. La otra, fue la habilidad de la universidad para focalizar nichos de mercado.
Lo que hizo todo esto posible es que el poder está concentrado en las manos de la administración central. Muchas universidades en otros países distribuyen el poder entre los profesores; las universidades americanas (USA) han establecido un contrabalance al poder de los docentes en la persona de un presidente, lo cual le permite a algunas de ellas actuar más como firmas empresariales que como aletargados cuerpos académicos.
La diversidad del sistema americano (USA) ha permitido combinar excelencia con acceso, proveyendo un amplio rango de tipos de instituciones. Sólo alrededor de 100, de las 3.200 instituciones de educación superior en América (USA), son universidades de investigación. Muchas del resto son colegios comunitarios que producen pequeña investigación y ofrecen sólo programas de dos años. Pero los estudiantes capaces pueden avanzar de una institución humilde de dos años a una prestigiosa universidad de investigación.
Para ser justo, una razón por la cual las universidades americanas (USA) son tan buenas, es que ellas han tomado algunas cosas liberalmente del extranjero -particularmente de las universidades residenciales británicas que crecieron en Oxford y en Cambridge en la edad media y de la universidad de investigación del Alemán Von Humboldt de comienzos del Siglo XIX.
Serpientes en el Paraíso
Pero el paraíso académico alberga muchas serpientes. La falta de tacto político que ha difundido Mr. Summers es un ejemplo de un problema más profundo: la inclinación creciente de América (USA) a abandonar los principios que la hicieron una líder mundial.
Ross Douthat ha creado recientemente una revolución con su Exposición de la Educación en la Liga Ivy (las mejores universidades en USA), “Privilegio: Harvard y la educación de la clase gobernante”. Los estudiantes de secundaria compiten furiosamente por entrar dentro de las universidades de la Liga Ivy, tales como Harvard, pero el señor Douthat, quien se graduó de allá sólo tres años atrás, argumenta que ellos rara vez se estresan cuando llegan los nuevos estudiantes. Unos pocos profesores tratan de dar resúmenes sobre grandes temas, pero muchos están pegados con sus temas domésticos sin tomar en cuenta que los estudiantes de pregrado necesitan aprender. El señor Douthat cogió una lista de clases globales en sus materias escogidas, historia y literatura, pero terminó con una extraña mezcla dictada por profesores “no enganchados y sobrecargados de asistentes de enseñanza”. Mirando atrás sobre su experiencia él se siente engañado.
Él no está solo, en muchas formas los estudiantes de pregrado son los hijastros de la educación superior americana (USA). La mayoría de los académicos ponen más atención a la investigación que a la enseñanza y la mayoría de las universidades continúan despreciando sus currículos nucleares en nombre de la escogencia académica.
De vez en cuando, las universidades tratan de mejorar el grupo de pregrado, como Mr. Summer, que actualmente está haciendo en Harvard la reforma del currículo núcleo (core), domando la inflación en las calificaciones y pidiéndole a los profesores que se concentren más en enseñar que en auto-promoverse. Pero los reformadores están peleando en un territorio hostil. Las mayores recompensas en la vida académica están reservadas para la investigación en vez de la enseñanza, no porque la investigación sea más fácil de evaluar, sino porque los estudiantes son capaces de arreglárselas con indiferentes enseñanzas tanto tiempo como ellos consigan sus vitales diplomas.
Reclamos sobre el desprecio de la educación pregraduada son tan viejos como la universidad investigadora, pero en los últimos años se han producido una infinidad de nuevas críticas de las universidades americanas (USA). Lo primero, es que las universidades ya no están dedicadas a la libre interrogación como debiera ser. La persecución al señor Summers por el pecado de meditación intelectual es sintomática de un problema más grande. En la época cuando los grandes partidos de América (USA) estaban intensamente divididos sobre profundas preguntas, desde el significado de la vida a la ética de la guerra preventiva, los profesores universitarios estaban abrumadoramente del lado de un partido político. Sólo el 10% de los profesores de planta digamos que votaban republicano. La mayoría liberal ha mostrado repetidamente que es capaz de provocar disenso desde cualquier código de discurso hasta en la escogencia de las materias que vale la pena estudiar.
Hay signos de que demasiados científicos, se están volteando contra la libre y abierta interrogación, aunque por razones más comerciales que económicas. Patrocinadores corporativos están amarrando cuerdas a sus donaciones para prevenir competidores que se monten libremente sobre sus investigaciones, forzando a los científicos a demorar las publicaciones, incluso a borrar pasajes enteros cruciales de las publicaciones.
Cuando Novartis, un gigante farmacéutico suizo, accedió a invertir 25 millones de dólares en el Colegio de Recursos Naturales de Berkeley, por ejemplo, estipuló que debía darle un primer vistazo a mucha de la investigación llevada a cabo por el Departamento de Biología de Microbios y Plantas.
La segunda crítica es que las universidades americanas (USA) están elevando los precios ellas mismas por fuera del alcance del americano ordinario. Entre 1971-72 y 2002-2003, los costos de matrícula anual, en dólares constantes del 2002 aumentaron de US $840 a US $1.735 en instituciones públicas de 2 años (colegios comunitarios) y de US $7.966 a US $18.273 en instituciones privadas de cuatro años. Es cierto que el Gobierno Federal gasta cerca de 100 billones de dólares en ayuda a estudiantes y que las universidades de élite hacen esfuerzos para subsidiar a los estudiantes más pobres. Un estudio de admisiones a colleges selectivos mostró que en 2001-2002, estudiantes con ingresos familiares medios pagaron solamente el 34% del precio rotulado.
Todavía, la inflación sostenida de los costos académicos es preocupante: las instituciones de élite tienen pocos incentivos para competir en precios; realmente ellos tienden a competir pero añadiendo cosas; como por ejemplo, profesores estrellas o gimnasios de última generación, elevando aún más el costo de la educación. Y las universidades públicas que jugaron un papel sobresaliente brindando oportunidades a estudiantes no privilegiados, están siendo forzadas a elevar sus precios, gracias al continuo estrangulamiento de los fondos públicos. El costo promedio de matrícula en las universidades públicas aumentó 10.55% el último año, cuatro veces la tasa de inflación.
El dramático aumento de la educación superior americana (USA) coloca un pesado fardo a las familias de clase media americanas que son demasiado ricas para acceder a tratamiento especial. Ello también envía señales negativas a los padres más pobres quienes pueden estar inadvertidos de todos los subsidios disponibles. Débora Wadsworth, una entrevistada por una encuesta de opinión, señaló que las universidades pueden estar provocando una revuelta. Los americanos crecientemente ven las universidades como los cuidadores de las puertas que conducen a buenos empleos, pero también las ven prohibitivamente costosas. El resultado es una erosión sostenida de la admiración pública por estas instituciones tan estimadas anteriormente.
Esto apunta a una tercera crítica: que las universidades se están volviendo bastiones de privilegio en vez de instrumentos de movilidad social. De los años 1930 en adelante las grandes universidades americanas (USA) hicieron mucho al llevar a la práctica el credo americano de igualdad de oportunidades. James Bryant Conant, Presidente de Harvard desde 1933 a 1953, abrió las becas a los méritos académicos y la vasta expansión de la educación superior de la posguerra, extendió los principios meritocráticos de Conant a millones de estudiantes. Fue bandera de las universidades públicas como Michigan, Texas y Berkeley California, que suministraron educación de clase mundial por casi nada.
Meritocracia en Reversa
Pero la marcha de la meritocracia académica ahora se ha rebajado casi hasta el gateo, y en algunos frentes incluso se ha tornado en retroceso. William Bowen de la Universidad de Princeton y dos colegas, en un estudio de admisiones a universidades de élite, encontraron que en 11 universidades para las cuales ellos habían obtenido los mejores datos, los estudiantes de cuartil más alto de ingreso incrementaron su participación en las vacantes de 39% en 1976 al 50% en 1995. Los estudiantes del cuartil de ingreso inferior, también incrementaron su participación ligeramente: el estrangulamiento vino en la mitad.
Mr. Summers señala que ahora Harvard ofrece matrícula libre para los estudiantes cuyas familias ganen menos de US $40.000 al año, y matrículas muy reducidas a estudiantes que provengan de familias que ganen entre US $40.0000 y US $60.000. Otras universidades de élite han seguido la norma. Todavía, esas universidades dan prioridad a los atletas, a la gente que aplica tempranamente (quienes a menudo vienen de antecedentes privilegiados) y a los hijos de los ex-alumnos. La Universidad de Duke anima a los retoños de padres ricos a aplicar tempranamente y consideran sus aplicaciones con simpatía.
La real amenaza a la meritocracia, sin embargo no viene de las universidades sino de la sociedad. Una consecuencia del estrangulamiento del fondeo en las universidades públicas, creado por la resistencia de los americanos a pagar impuestos, ha sido una fuga académica de cerebros hacia las universidades privadas socialmente más exclusivas. En 1987, siete de las veinte y seis universidades ranqueadas en el US News and World report, fueron instituciones públicas; para el 2002 el número ha caído a sólo cuatro.
El mayor riesgo de la educación superior americana (USA) es la erosión del principio de competitividad. El hombre a menudo citado como el arquitecto del éxito actual de la academia americana es, Vannevar Bush quien fue director de la Oficina de Investigación Científica y Desarrollo durante la segunda guerra mundial. Después de la guerra él insistió en que los fondos de investigación deben ser asignados a las universidades sobre las bases de abierta competencia y revisión de pares. Pero en las universidades de los años ochenta empezaron a subestimar este principio cambiándolo por lobby de los congresistas locales en la asignación de apropiaciones directas. En el 2003, la cantidad de dinero del presupuesto federal de investigación otorgado sobre bases no competitivas, llegó a 2 billones de dólares, cuando en el 2000 había sido un billón.
Los méritos de la academia americana (USA) todavía pesan más que sus fallas. Muchos americanos de pregrado son lo suficientemente sabios para conseguir educación de primera clase. Muchos académicos resisten la tentación de censurar las minorías. El mayor volumen de fondos para la investigación es asignado sobre la base de méritos. Todavía las universidades americanas (USA) están adquiriendo un catálogo creciente de malos hábitos que podría algún día dejarlos vulnerables a competidores de otras partes del mundo - aunque probablemente no de Europa que está abrumada con sus propios problemas académicos.
La Cabeza en las Nubes
Europa espera llegar a ser la más preeminente economía del mundo basada en el conocimiento. No es probable.
Hay pocas cosas que a los líderes europeos les guste más que hablar acerca de sus planes para llevar a convertir a Europa en la economía del mundo basada en el conocimiento más competitiva a final de la década. El objetivo fue primeramente expresado en el encuentro de Lisboa en marzo de 2000 y ha sido repetido con hipnótico fervor desde entonces.
Para entender completamente lo absurdo de esta ambición vale la pena visitar la Universidad de Humboldt en Berlín. Ingresar al vestíbulo principal, subir lentamente al primer piso, pasar por un eslogan de un antiguo estudiante, grabado en oro sobre la pared, (Los filósofos simplemente han simplemente interpretado el mundo; la clave está en cambiarlo) y estudiar los retratos de los ganadores de los premios Nóbel alineados en la pared. Hubo ocho de 1900-1909, seis en 1910-1919, cuatro 1920-1929, seis 1930-1939, uno 1940-1949 y cuatro 1950-1956. El papel de honor incluye luminarias como Theodor Mommseen, Max plank, Albert Einstein y Werner Heisenberg. Pero después de 1956 los premios Nóbel pararon súbitamente.
La lista de premios Nóbel representa actualmente glorias pasadas de la universidad. En el Siglo XIX, no solamente nutrió con intelectuales de clase mundial como Hegel y Fichte, ella también promovió una clase de institución educacional - La universidad investigativa. La terminación de los premios Nóbel en 1956 no es la única indicación de las actuales dificultades. Ella ocupa el puesto 95 en la lista de Shangai, cerca de la Universidad de UTA. Los edificios están deteriorados, las conferencias y las clases están sobrepobladas y algunos de los mejores profesores se han ido.
Los apologistas pueden replicar que Humboldt está todavía recuperándose de su tiempo en el lado malo del muro de Berlín. Pero los problemas de Humboldt se repiten a través de toda Alemania, tanto al este como al oeste. La universidad alemana mejor ubicada en el ranking de Shangai es la Universidad Técnica de Munich ubicada en el puesto 45. La relación de estudiante/profesor en la universidad alemana es depresivamente alta. Para algunas conferencias más de mil estudiantes se apilan en el hall. La única cuenta en la cual las universidades alemanas todavía lideran en el mundo, es en la edad de graduación de los estudiantes, 26 en promedio.
Su mayor problema es la mano muerta del estado. El Gobierno alemán, ambos regional y central, tratan de manejar cada aspecto de la vida académica, desde a quiénes emplean las universidades hasta a quiénes pueden enseñar. El estado ha escaseado progresivamente los fondos de las universidades, no sólo porque ha prohibido cargarle costos a los estudiantes. Él también ha apagado la competencia académica. Las universidades tienen poco poder para escoger sus discípulos e incluso menos para atraer profesores estrellas.
Últimamente los alemanes han empezado a reconocer que su sistema es disfuncional, no tanto porque algunos de sus estudiantes alemanes más brillantes estén votando con sus pies y saliendo a estudiar al exterior. El gobierno alemán está tratando fuertemente de animar a estudiantes extranjeros a ir a Alemania, aunque su éxito tiene más que ver con el hecho de que la educación superior es gratuita, tanto para los estudiantes domésticos como para los extranjeros, que con la calidad de la educación proveída. El gobierno está también tratando de hacer a las universidades más competitivas creando una liga de universidades élite (Ivy). Además, la corte constitucional ha legislado contra los gobiernos federales sobre la prohibición de los cargos de matrícula, abriendo la vía para que las universidades incrementen sus utilidades (y provocando la protesta de decenas de miles de estudiantes). Pero, esas reformas son sólo un comienzo. Los estados alemanes, controlados probablemente por la izquierda, continuarán resistiendo las tarifas, e incluso los más conservadores cargarán solamente un monto nominal.
Las universidades son un lío a través de toda Europa, los países europeos gastan sólo el 1% de su GDP (Producto interno doméstico) en educación superior comparado con el 2.7% de los Estados Unidos. Las universidades americanas (USA) gastan entre dos y cinco veces más por estudiante que las universidades europeas. Lo cual se traduce en clases más pequeñas, mejores profesores e investigación de más alta calidad. La Comisión Europea estima que 400.000 investigadores científicos nacidos en Europa trabajan ahora en los Estados Unidos. La mayoría no tienen planes para regresar. Europa produce solamente un cuarto de las patentes que producen por millón los americanos (USA). Ella necesita preguntarse a sí misma, no si puede superar a Estados Unidos como la cabeza mundial en la economía del conocimiento para el 2010, sino cómo puede evitar ser superada por China y otros tigres del Asia.
El problema básico con las universidades europeas es el mismo a través de Europa: demasiado control del estado y poca libertad para manejar sus propios asuntos. Los gobiernos han forzado a educar inmensos ejércitos de estudiantes a bajo costo y las han privado de dos libertades que requieren para competir en el mercado internacional: seleccionar sus estudiantes y pagar sus profesores de acuerdo al valor del mercado.
Los europeos están tomando un par de pasos prácticos para mejorar sus problemáticas universidades. La declaración de Bologna firmada en 1999, intenta producir un espacio común de educación superior en Europa, introduciendo una combinación de cualificaciones comparables y créditos transferibles. Varias iniciativas europeas están también animando a la gente joven a estudiar en otros países europeos: el programa Erasmus por ejemplo, tiene ya beneficiados más un millón de estudiantes. Esta combinación, que incrementa la transparencia en las titulaciones y mejora la movilidad, seguramente promoverá la competencia entre las universidades.
Pero todo esto es poco y tardío. Ha sido poco o ninguno el progreso en introducir tarifas realistas, liberar las universidades del control gubernamental o concentrar la investigación en las universidades de élite. Para entender cuán lejos tienen que ir la mayoría de los países europeos y cuán difícil será conseguirlo, Gran Bretaña ofrece algunos indicadores de utilidad.
Gran Bretaña es una notable excepción al patrón europeo de complacencia y declinación. Tiene dos universidades dentro de las primeras diez del ranking de Shanghai. Cambridge en el número tres y Oxford en el número ocho, y cuatro dentro de las primeras treinta, una clara demostración de mejor desempeño que cualquier país europeo. También tiene una de las más altas tasas de graduación en los países de la OECD, con más del 30% del grupo de edad relevante completando universidad o college, muy por encima del 14% que tenía a mediados de los ochenta.
Mitad Correcto
Los académicos británicos estuvieron aterrorizados cuando Margaret Thatcher estableció sacudir las universidades a comienzos de los ochenta. Oxford incluso, le negó un grado honorario a la Primera Primer Ministra del país, una antigua alumna. Pero a la larga el efecto de sus políticas, las cuales han sido continuadas y en alguna manera intensificadas bajo los laboristas desde 1977, han dejado a las universidades británicas en un mejor estado que sus rivales continentales.
Las universidades británicas han ganado una libertad regulada para definir los costos académicos; el monto que ellos pueden cargar está planeado para triplicarse el próximo año a 3.000 libras. Ellos también están aprendiendo cómo levantar dinero de negocios privados y de ex-alumnos. Si las más notorias figuras en los recintos universitarios fueron sociólogos radicales en los años sesenta; las más notorias figuras hoy son los emprendedores académicos. Pero las universidades británicas aún sufren de dos problemas irritantes.
El primero, es la intromisión del gobierno. La determinación del gobierno a mejorar la productividad académica está creando una burocracia estalinista de “auditores académicos”, quienes no pueden distinguir entre hacer artículos e investigación genuina; y su deseo de abrir un mayor acceso a la educación superior está creando una segunda burocracia estalinista en la Oficina de Acceso Justo.
El segundo problema es el sostenido estrangulamiento financiero. Sucesivos gobiernos han festejado mejoras en la productividad, lo cual es supuestamente elevar el 1% por año. Pero también, a menudo, esto es sólo un sinónimo de erosión de la calidad. En 1990 el gasto por estudiante se redujo en más de un tercio y la relación estudiante/ profesor se duplicó de 9:1 a 18:1. Los salarios de los académicos han estado disminuyendo alrededor de 2% por año en términos reales durante dos décadas, y el ejército de conferencistas de tiempo parcial ha crecido incluso mucho más. La mitad de las universidades están experimentando déficit.
Esto está socavando la habilidad del país para apoyar universidades de clase mundial. Algunos de los más excelsos académicos se han perdido con competidores extranjeros. De manera dañina las universidades están siendo forzadas a comerse su propio capital. Oxford está actualmente sufriendo un déficit operacional de 20 millones de libras al año y un déficit acumulado en docencia e investigación de 95 millones de libras. Esto, es porque el tesoro paga sólo la mitad del promedio estimado de 18.600 libras al año que cuesta enseñarle a un estudiante de pregrado en Oxford, así la universidad y sus colleges tienen que compensar la diferencia con sus propios recursos. El nuevo incremento de tarifas ayudará, pero no es suficiente para resolver los problemas de la universidad.
El Gobierno Británico ha liderado la Europa continental en la reforma a sus universidades. Ha establecido un sistema de préstamos estudiantiles y ha cruzado un importante travesaño a admitir el principio de “tarifas variables”. Aunque un cierto mercado manejado ha sido creado, en el cual el gobierno regula lo que las universidades pueden vender y cuándo ellas pueden cobrar por ello, es una casa a mitad de camino. El Gobierno Británico debe ahora dejar a las universidades libres.
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