Intervención del Rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, Ing. Luis Enrique Arango Jiménez en la clausura del Simposio en Historia de la Educación de RudeColombia.



DISCURSO CLAUSURA V COLOQUIO DE HISTORIA DE LA EDUCACIÓN
Miércoles, 30 de Noviembre de 2005
Bogotá D.C.


Estando reunido tan selecto número de expertos en educación en este coloquio, no puedo desaprovechar la ocasión para compartir con ustedes algunos elementos de reflexión que surgen de mi experiencia como Rector Universitario.

Hay evidencia de que se está viviendo una profunda crisis en los procesos de la educación formal; lo que antes en términos de enseñanza aprendizaje parecía lo apropiado, hoy no está dando los resultados esperados. Presumo que la revolución en los procesos de comunicación han ocasionado una competencia apabullante sobre las formas tradicionales de enseñanza; el tsunami de información que envuelve la vida diaria de las personas desde el propio hogar, opera como un distractor muy poderoso que descentra la atención y banaliza las preocupaciones y deseos de quienes son sometidos a tan devastador bombardeo: la televisión, el cable, los realities, los video juegos, los celulares, los PDA, los mp3, etc.: constituyen innovaciones que compiten con los hábitos de las generaciones precedentes.

La educación está pasando de ser una educación de élite a ser una educación de masas; los mecanismos de selección natural que antes operaban para graduar a los más aptos son hoy contraindicados para alcanzar unos buenos resultados; ello se aprecia palmariamente cuando registramos los altos índices de deserción que acusa la educación superior en Latinoamérica, aunados a la pobre calidad en términos lecto-escriturales y formación ciudadana.

La educación debe repensarse o refundarse, como dicen algunos, para retomar el papel transformador que siempre ha ejercido, adaptándose apropiadamente a las nuevas realidades. Es preciso innovar en las aulas, no sólo para hacer uso de las nuevas tecnologías, potenciando el aprendizaje, sino para encontrar nuevos modelos que hagan más eficientes los procesos metacognoscitivos.

Así mismo, creo que es necesario acompañar al estudiante de una manera diferente, más personal e integral, de tal suerte que la escuela se vuelva un factor preponderante que asuma en parte las afugias del educando, constituyendo una íntima alianza que trascienda los linderos fríos de la educación tradicional.

Se hace necesaria para las nuevas condiciones, una nueva pedagogía que tome en cuenta al ser humano con toda su complejidad; los docentes universitarios y las universidades, para hablar sólo de mi campo, deben acompañar a los estudiantes de una manera integral, vigilando y resolviendo aquellos aspectos que antes estaban ocultos y se dejaban al ámbito de la autonomía individual o de las inequitativas y superficiales fuerzas del mercado en la jerga actual.

Hay que trabajar las debilidades académicas pre-existentes, los problemas de orden psicológico propios de una sociedad llena de conflictos y por supuesto los condicionantes socioeconómicos.

Hay que manejar un nuevo concepto de la evaluación; abandonando aquellas prácticas que buscaban detectar a los más listos, a los poseedores de ciertas habilidades que los hacían predestinados a descubrir los artificios apropiados para encontrar las soluciones. Hay que migrar hacia la evaluación de las capacidades para usar lo aprendido.

El volumen de información y conocimiento que ha acumulado la humanidad y que se produce continuamente, ya hacen de los eruditos personajes en desuso; las habilidades para buscar la información y utilizarla se convierten en los elementos claves para una adecuada formación.

La educación se mide en unidades discretas, intercambiables, en los llamados créditos académicos, y se compartimenta en competencias generales y competencias específicas. Una manera de privilegiar el saber hacer.

Hay que crear una nueva pedagogía que tome en cuenta la variedad de nuevos elementos que enmarcan la nueva realidad de la educación. Hay que llevar la revolución a las aulas.

Pienso que nuestro doctorado en sus tres áreas: historia de la educación, currículo y pensamiento educativo y comunicación, debe encarar estos aspectos propiciando orientaciones y propuestas que vayan iluminando los caminos del futuro.

Nuevos hechos hacen su aparición en el ámbito internacional de la educación: las acreditaciones de calidad y los procesos de movilidad que se asocian a los reconocimientos mutuos como los proyectos Tunning, son derroteros obligados para las instituciones de Educación Superior. Nuestro doctorado debe sumergirse en estas tendencias para desentrañar sus alcances y dotar a la intelectualidad universitaria de los criterios más indicados para transitarlos, atendiendo a la defensa de la cuestión nacional, de lo cultural y de lo social. Debe construir nuevo conocimiento, sintonizado con el devenir.


Lo político en la educación también requiere nuevas miradas. Que bueno sería historiar el concepto de autonomía y su uso. Es inocultable que al amparo de la autonomía se han hecho cosas indebidas y todavía se hacen. Muchos han utilizado la autonomía como escudo para el trámite de intereses personales o de lucha de micropoderes.

La autonomía universitaria y la libertad de prensa son presupuestos fundamentales para la construcción de democracia, por ello deben protegerse evitando rendirles un culto tan excesivo que esconda sus imperfecciones.

Hay que conectar la educación en sus distintos niveles y modalidades; la educación superior se tiene que hablar con la educación secundaria; lo mismo es predicable de la educación técnica y tecnológica, y otro tanto de la educación no formal. ¿Cómo lograrlo?, ¿Cómo encontrar este eslabón perdido? Buena pregunta para nuestro doctorado.

La formación doctoral en Colombia se volvió el referente obligado para la docencia universitaria; ayer eran las Maestrías. Los procesos de calidad empujan a los Administradores Universitarios para formar el recurso humano al más alto nivel. La matrícula en la formación doctoral en Colombia acusa el más alto porcentaje de crecimiento, sólo del 2002 al 2004 creció un 120%.

Todavía hay muy pocos doctorados en Colombia; pero las Universidades se están movilizando para crear nuevas ofertas. Dentro de este panorama nuestra experiencia de Doctorado cooperativo en red con el apoyo de una red internacional de académicos cooperantes, se muestra como un modelo exitoso: tenemos siete cohortes, en tres áreas, con programas en cinco Universidades de la red. Con 76 estudiantes de Doctorado activos que tiene Rudecolombia estamos aportamos casi el 10% de la matrícula total de doctorados del país, según el MEN 767 en el 2004.

Este crecimiento nos obliga a abrir más oportunidades de intercambio en lo internacional; últimamente se han abierto escenarios en México y en Venezuela, gracias al empuje de la Dra. Diana Soto.

Nos aprestamos a buscar la acreditación de calidad de nuestro Doctorado, para ello se adelanta el proceso de autoevaluación, que implica entre muchas otras cosas, velar por el rigor académico de nuestros procesos de formación e investigación. A ello debemos aplicarnos con compromiso y responsabilidad.

Precisamente a este propósito apunta el Simposio que hoy culmina organizado por el Doctorado y la Universidad de Nariño con su cohorte en Historia de la Educación, donde un concierto de inteligencias circularon dentro de la agenda, aportando con sus luces al fortalecimiento académico del Doctorado. A todos ello mil gracias y en particular a nuestros visitantes internacionales que se han convertido en alma y nervio de este experimento de eficiencia colectiva que es Rudecolombia.


Muchas Gracias.


LUIS ENRIQUE ARANGO JIMÉNEZ
Rector
Universidad Tecnológica de Pereira