Para estudiantes de los cursos de ética y de constitución política, el documento adjunto.

Guillermo Aníbal Gärtner T.
Profesor Asociado - Departamento de Humanidades



Universidad Abierta

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ALGUNAS CONSIDERACIONES JURÍDICAS RESPECTO A LA LEGISLACIÓN NACIONAL EN MATERIA DE TORTURA
JOSÉ JUAN PELCASTRE VÁZQUEZ

NOTA INTRODUCTORIA

Aquellos que se abocan a la tarea de abordar el fenómeno de la tortura, encuentran que no se parte de cero. Varias ciencias se han ocupado del tema desde muy diferentes puntos de vista: la sociología, la psicología, la literatura y el derecho, entre otras.

Es preciso subrayar que el objetivo de estudio de esta investigación es la tortura desde el punto de vista del derecho y no el fenómeno como categoría propia y. sobre todo, fuera de esta disciplina. Esto es, las teorías sobre la tortura son herramientas para no partir de cero y queda fuera del fin de aquí se persigue problematizar sobre la validez, congruencia y compatibilidad de estas herramientas entre si. Lo que interesa es su utilidad en la tarea de esclarecer un clima ideológico sobre la tortura, así como identificar las características de una técnica normativa para combatirla, atendiendo al desarrollo que el fenómeno tortura tiene dentro de nuestra legislación.

Mas que el objeto de una disciplina o de una teoría especifica, la tortura constituye un tema que recorre varias materias. Esta directamente vinculada con los procesos sociales y, por tanto, se fija en objetos diversos. En esta investigación se abordara a la tortura desde algunas de las múltiples perspectivas a partir de las cuales es posible tratarla.

Empezaré por reflexionar sobre el concepto mismo de tortura, luego examinaré al fenómeno a través de la historia y los organismos internacionales y nacionales que se han creado para combatirla.

Terminaré con un análisis sobre la legislación de este fenómeno en nuestro país.

CAPITULO I

1.1 EL TÉRMINO

El mundo, ante la interpretación del hombre, está lleno de significaciones, Tan pronto como decide ir más allá de los objetos mismos, encuentra que éstos tienen un valor que los trasciende: una significación. Ante un cachorro prehispánico, yendo más allá de su función específica, un arqueólogo puede dar fácilmente una larga y precisa explicación respecto a lo que este objeto significa en cuanto a la cultura que lo hizo y su nivel de civilización. Si nos limitamos a los objetos culturales y, a la vez, ampliamos mas este campo, con muy poco esfuerzo podremos encontrar algo mas allá de ellos mismos. La manera en que viste una persona nos puede indicar status socioeconómico, su tipo de actividad e incluso, algunas características de su personalidad. Como este podría citar infinidad de ejemplos.

Cuando vemos en un objeto no su valor per se, sino algo que lo trasciende o, en otras palabras, cundo tomamos un objeto como representante de otro hecho distinto del objeto mismo, estamos considerándolo como signo. Un signo, diría Raúl Ávila, es "un hecho perceptible que nos da información sobre algo distinto de sí mismo".
El ejemplo de la ropa no es muy obvio; en cambio, es claro el valor del signo cuando damos varios golpes a la puesta para indicar que estamos ahí y que deseamos que la abra: el hecho perceptible son los golpes y la información es el significado que le atribuimos. También son claramente signos las indicaciones que aparecen en las calles o carreteras para normar la circulación de los vehículos, o las palabras que empleamos para comunicarnos cuando hablamos o escribimos. ¿Cuál es la diferencia entre los signos del primer tipo, como el vestido o el cacharro, y los del segundo, como golpear en una puesta o las palabras?, En los primeros, la finalidad de comunicar algo más allá del objeto mismo no es la función primaria: el vestido sirve fundamentalmente para cubrirse el cuerpo y el cacharro para, digamos, cocinar con él. En cambio, en los segundos, su función primaria - en realidad su única función - es la de comunicar, se producen voluntariamente para establecer la comunicación, En los otros, la comunicación - es decir, su uso como signos - es involuntaria. Al respecto Charles Bally ha expresado que "la primera condición que la lógica impone al lenguaje es la de ser claro y evitar ambigüedad".

El autor plantea la postura ideal de que cada signo no debe tener más que un valor y que cada valor no debe representarse mas que por un signo. La realidad es otra muy distinta, ya que una gran cantidad de palabras (significantes) responden a varias acepciones (significados). Un mismo significante puede poseer diferentes significados dependiendo del contexto dentro del cual se exprese.

1.1.1 LOS CONTEXTOS DEL SIGNIFICADO.

En la lengua sucede normalmente que una palabra tiene múltiples acepciones. Si hojeamos cualquier diccionario nos daremos cuenta de esto. Para seleccionar la acepción adecuada, las palabras (significantes) necesitan ubicarse en un contexto; es decir, colocarse entre otras palabras. Este es el sentido estricto más conocido de la palabra contexto. En uno más amplio, es el marco de referencia con respecto al cual los signos adquieren un significado determinado. Existen varias clases de contexto, que enseguida analizaré:

a) El contexto Semántico.
En este contexto, una palabra adquiere su significado con referencia al significado de las otras palabras. Veamos en el Diccionario de la Real Academia Española algunas de las acepciones de la palabra tortura. La que aparece a principio es muy general: "Desviación de lo recto, curvatura, oblicuidad, inclinación". Mas adelante se presentan otras acepciones que dicen que tortura puede ser también la acción y efecto de tortura o atormentar, que mas bien es un perogrullo que una definición, para finalmente agregar que se trata de un dolor, una angustia, pena o aflicción grandes. Hasta aquí la definición no puede ser más vaga y, sin embargo, ¿cómo es que no nos confundimos cuando alguien nos comunica algo usando la palabra tortura? No nos confundimos porque es muy poco probable que una persona se nos acerque diciendo solamente “¡Tortura!”. Lo más seguro es que quien use la palabra la diga junto con otras que forman al contexto y que ayudan a precisar su significado. Veamos cómo trabaja el contexto en los siguientes ejemplos:

Esta carretera tortuosa hace el camino lento
Antes de crucificar a Cristo, los soldados lo torturaron hasta la agonía.

¡ Fue una tortura abstenerme de probar el banquete!

En estos ejemplos hay algunas palabras clave que precisan el significado. En el primero, la palabra carretera ubica a tortura en un contexto geométrico, idea que es reforzada por el sustantivo camino. En el segundo ejemplo las palabras crucificar y agonía y la referencia a Cristo indican de qué se trata. En el último ejemplo, la palabra banquete señala a qué clase de tortura se hace referencia.

El contexto semántico permite seleccionar las acepciones de las palabras. El hecho de que una palabra tenga muchas acepciones parece que hace imprecisa a la lengua, pero no es así. Acabamos de ver que el contexto ayuda a atribuir una acepción precisa a la palabra. De esta manera, un solo vocablo nos sirve para decir muchas cosas diferentes,

b) El contexto Situacional.

Como ya he dicho, la palabra contexto no sólo se refiere al contexto semántico; también hay uno que podemos llamar situacional, porque se refiere a la situación de las personas en el espacio, en el tiempo y en el diálogo. Este contexto se refiere a palabras como: aquí, allá, cerca, lejos, enfrente, atrás, izquierda, derecha, arriba o abajo. O a expresiones de tiempo como: hoy, ayer, mañana... El contexto situacional puede referirse también a los hablantes en un diálogo: yo, tú, él... ¿quién es yo, quién es tú y quien es él? Puede ser cualquier persona: sólo la situación decide en cada caso quien es quien.

c) El Contexto Físico.

Este tercer tipo de contexto no recurre a las otras palabras que aparecen junto a ella cuyo significado queremos precisar, ni a la situación en el espacio, en el tiempo o en el dialogo, sino que se apoya en el mundo exterior, el mundo físico que nos rodea. Si vemos las palabras damas y caballeros en dos puertas distintas, sabemos muy bien de qué se trata, Aquí el contexto físico nos ayuda a interpretar el sentido de las palabras, Este contexto es selectivo y económico, Me explico: si una caja tiene el letrero de frágil sabemos que debemos manipularla con cuidado, Si no tuviéramos un contexto físico tendríamos que explicar largamente: "quienes vayan a manipular esta caja, deberán hacerlo con cuidado por que su contenido es delicado". Es decir, que la palabra frágil condensa toda la explicación; y digo que es selectivo porque se dirige únicamente a quienes pueden llegar a verla.

d) El Contexto Cultural.

Cada vez hemos ampliado mas el sentido de contexto; ahora presentaré el mas amplio de todos, el contexto cultural. En rasgos muy generales, se puede decir que es todo el cúmulo de conocimientos que tiene una persona por el simple hecho de vivir en cierta comunidad. Tiene conocimientos que su propia experiencia le ha dado, etcétera. Todo esto nos ayuda constantemente a interpretar lo que oímos. Retomemos unos de los ejemplos mencionados anteriormente, porque en ellos también podemos notar la influencia del contexto cultural. El ejemplo de "... lo torturaron hasta la agonía", que cite cuando hablé del contexto semántico, también puede ubicarse en un contexto cultural mas amplio, sugerido por el nombre de Cristo en el mismo ejemplo. En el mundo occidental, el cristianismo constituye una parte importante del acervo cultural, y la vida de Cristo es conocida por la mayoría de las personas.

Las ideologías diferentes también constituyen un contexto cultural que hay que tomar en cuenta para la interpretación exacta de algunas palabras. El torturador o verdugo es para el ciudadano de la Nueva España del siglo XVI o XVII un ser respetable, honesto y normal, mientras que en nuestros días es un ser despreciable, prepotente y clandestino.

Para redondear la idea, veamos qué implicaciones puede tener para la significación la diferente formación profesional de una persona. Por ejemplo, la palabra tortura es interpretada por un psicólogo o un médico como: "padecimiento físico o moral de alguien, muy intenso y continuado", mientras que para un abogado o criminólogo, en términos generales será: "La cuestión, ó el acto de atormentar a un reo con el objeto de arrancarle la confesión del delito que se le imputa". Aquí la diferente formación profesional constituye un contexto cultural distinto. Esta formación profesional distinta puede darse, a veces, en el mismo campo, ya que en cada disciplina hay varias teorías que acuñan su propia terminología. Es muy importante que tengamos conciencia de este hecho, para que no nos metamos en discusiones que nunca acaban, sólo porque algunos de los términos que empleamos significan una cosa para un persona y otra para otra. Por eso conviene, sobre todo, establecer ahora la interpretación que se dará al término tortura en esta investigación.

1.2 EL CONCEPTO DE TORTURA

¿Cuántas veces no hemos escuchado las palabras tortura o tormento? Muchas más las hemos utilizado, pero sabemos realmente qué significan, si son sinónimos y a qué se refieren exactamente.
Etimológicamente, el término tortura encuentra sus orígenes en la voz latina torquere que devino en " torcido", mientras que tormento es un cultismo derivado del latín tormentum, que a su vez viene de torquere. Ambos términos son de cuño antiguo.

Lo cierto es que aún cuando las voces tormento han sido empleadas desde hace siglos, fecha parece que no han alcanzado un solo significado, Debemos pues, reducir el campo de acción.
Si acudimos al diccionario nos topamos con la noción más generalizada y simple: "Tortura: Acción y efecto de torturar o atormentar (sic). Dolor, angustia, pena, aflicción grande" Si observamos que nos dice sobre tormento, la idea, aunque en principio pareció ilógica, ahora comienza a aclararse: "Tormento: Acción y efecto de atormentar (sic). Angustia o dolor físico.

Dolor que se le causaba al reo contra el cual había prueba semiplena o indicios, para obligarle a confesar o declarar". Cabe preguntarnos si ambas palabras se usan en español con el mismo sentido. María Moliner, en su Diccionario de usos de español nos da la respuesta. Para ella tortura es el “... padecimiento muy intenso que le es infligido a alguien como castigo o pena para hacerle confesar algo". Tormento, en cambio, es el "padecimiento físico o moral muy intenso y continuado”. Es claro que la diferencia entre un término y otro es muy sutil y si consultamos cualquier diccionario de sinónimos veremos que, efectivamente, para usos prácticos, las sutilezas no cuentan y son considerados sinónimos:
Tormento: suplicio, martirio, tortura, muerte, padecimiento, dolor, sacrificio, pena, angustia, sufrimiento...
Tortura : martirio, tormento, suplicio, padecimiento, dolor, sufrimiento, sacrificio, muerte, persecución, pena...

Así, tormento y tortura serán dos palabras que se utilizaran como sinónimos en el transcurso de esta investigación.

1.2.1 SU DEFINICIÓN

Como he señalado arriba, el contexto que rodea una palabra (significante) determina su significado. Bastarían algunos meses o años para que un término mude por completo su significado, casi siempre en correspondencia con el vaivén político. Veamos, por ejemplo, que el tormento (como palabra y acto), que para la sociología significa: “Ampliación de dolores corporales y sufrimientos físicos a los detenidos a quienes se acusaba de algún delito, con el fin de obtener de ellos la confesión de su culpabilidad o que declaren los nombres de sus cómplices”, en el antiguo derecho estaba legalmente reconocido y formaba parte del procedimiento judicial. Se aplicaba a reos contra quienes sólo existía prueba semiplena o indicios y se fundaba en la privilegiado valoración de la confesión como medio de prueba y en la necesidad procesal de obtenerla por cualquier medio. Cabe recordar que el movimiento reformador del siglo XVIII combatió con energía el tormento desde un punto de vista humanitario. Fue necesario poner de manifiesto el precario valor de las declaraciones obtenidas por medio de él y restarle valor procesal a la confesión para que pudiera extenderse la corriente que pugnaba por abolir el tormento.

Sin embargo, no desapareció totalmente de las legislaciones europeas hasta el siglo XIX y todavía, por desgracia, ofrece lamentables supervivencias, amparadas en la clandestinidad y en ciertas practicas policíacas legales e ilegales.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, el término tortura ha sido utilizado, sobre todo en los últimos tiempos, de una manera categórica y uniforme, esto ha motivado que el vocablo día con día se defina mejor. La carga política que conlleva no le permite ser tratado con ligereza, vaguedad e imprecisión. Expertos en ciencia política y juristas realizan innumerables esfuerzos por perfeccionar la definición "internacional” de tortura que proporcione luz sobre la cuestión. No debemos olvidar, sin embargo, que al definir algo se deben establecer las cualidades y caracteres propios de un objeto, Gracias a la definición concretamos los rasgos esenciales del objeto definido para diferenciarlo de los objetos que se le parecen. Por eso, no son válidas las definiciones como: "Tormento: Acción y efecto de atormentar o atormentarse", tan comunes en prácticamente todos los diccionarios.

Sabemos que la mayor dificultad que debe librar cualquier definición es la de verificar lo definido y, como podemos ver, esto no siempre ocurre con el término tortura, Por fortuna se ha ahondado en la lógica y ahora la definición del término es de carácter y aceptación universal. Por el momento no me detendré a analizar este punto, pues en el capítulo 3 de esta investigación se aborda el tema con más detenimiento, Sin embargo, cabe aclarar, que los intentos por elaborar esta definición universal han sido francamente fructíferos.

El hecho de que dentro de la comunidad internacional exista consenso acerca de la definición de tortura, no es producto de la casualidad. Los intereses que se encuentran en juego no son poca cosa: se trata de una cuestión de derechos humanos.

1.3 ESPECIES DE TORTURA.

El hombre para comprender mejor lo que lo rodea requiere establecer un orden: planificar, clasificar, jerarquizar, son actividades que la humanidad emprende para combatir el caos natural de las cosas. En este afán ordenador el hombre clasifica. Entenderé por clasificación "la distribución de los objetos en clases de acuerdo con la semejanza que entre ellos exista; la distribución se realiza de tal forma que cada clase ocupa un lugar fijo exactamente determinado en relación con las demás”.

Los criterios de clasificación son diversos, podemos atender el tamaño, color, peso, orden alfabético, etcétera; es decir, que la clasificación goza de un amplio margen de libertad que no debe tocar nunca lo arbitrario.
Clasificar, como diría García Maynez, es un problema de perspectiva. Hay tantas clasificaciones como criterios de división existen, pero la selección de estos criterios no debe ser caprichosa.

En materia de tortura los autores que se han ocupado del tema, se han remontado a la definición primaria y clasifican al fenómeno básicamente en dos tipos:
padecimiento físico
padecimiento moral o de la mente
Ambos infligidos a alguien en busca de arrancarle la confesión del delito que se le imputa.
En el caso del término tortura, a diferencia del terrorismo o sabotaje, en el renglón de los criterios clasificatorios, parece imperar la armonía. Así pues, abordaré individualmente cada tipo:

1.3.1 TORTURA FÍSICA

Partamos de una definición de tortura vista desde el derecho:
Torture. To inflict intense pain to body or mind for pruposes of punishment, or to extract confession or information, or sadistic pleasure. In old criminal low, the infliction of violent bodily pain upon a person, by means of the rack, wheel, or other engine, under judicial sanction and super intendence, in conection with interrogation or examination of the person, as a means of extorting confession of guilt, or of compelling him to discloce his accomplices.
La tortura física es una realidad; ilícita universalmente, se practica ocasionalmente o sistemáticamente por agentes policiacos. Es una penosa realidad que degrada lo policiaco y envicia la vida pública porque corrompe la salud del hombre, del acusado. Quienes la ejercen no se conforman con el cuerpo --sin duda lo más común--, sino que llegan al alma de los detenidos. Para muchos es un mal necesario, un lubricante de la máquina logística. Ignacio Carrillo Prieto la llama”... instrumental del proceso que conduce al castigo y el hombre moderno la encuentra de nuevo y aún antes de la existencia jurídica plena de su falta. Es un castigo anterior al castigo... “.

Hemos aprendido a aceptar el sufrimiento como algo integral de la vida del hombre, sabemos que jamás podremos erradicarlo del todo e incluso a veces nos regodeamos en la sensación del dolor; sin embargo, no admitimos que se inflija arbitrariamente a nuestros semejantes o a nosotros mismos.

El sufrimiento, el dolor, deben guardarse, sujetarse, contenerse y para eso existen leyes.
En este apartado no interesa hacer un catálogo de tormentos o de las diferentes muertes que se viven en la tortura: sumergir al reo en agua, quemarlo completo o en partes, matarlo de frío y hambre, aplicarle electroshocks, golpearlo, herirlo, etcétera; lo interesante y fundamental es detectar que la tortura no es un castigo, como asegura Carrillo Prieto, una pena, pues hay castigo o pena cuando un juez la impone, fuera de este contexto, el sufrimiento es injuria, abuso, sadismo... todos merecedores de castigo.
La tortura, como señalé arriba, tiene como objetivo "extract a confession or information" para inculpar al sujeto de un delito determinado, Sin embargo, este sistema, como afirmó en su momento Diderot:

Es una invención segura para perder a un inocente de complexión débil y delicada y salvar a un culpable que nació robusto. Los que pueden soportar ese suplicio y los que no tienen bastantes fuerzas para sufrirlo mienten igualmente. El tormento que se hace sufrir en la tortura es seguro, pero el crimen del hombre que lo sufre no lo es; ese desdichado al que (se le aplica) tortura se preocupa mucho menos de declarar lo que sea que de liberarse de lo que siente.

Es claro que la tortura no cumple con la finalidad para la que esta destinada, que es falso aquello que se escucha que "en la tortura nadie se acuerda de mentir". Es lamentable que a un hombre inocente se le arranque la confesión de un crimen. Es innegable también que la intensidad del dolor o la flaqueza de la persona hacen confesar al inocente lo que no ha cometido.

Las leyes compelen a los delitos públicos, pero qué hay de aquellos que se cometen en las tinieblas, aquellos adornados con la impunidad. El riesgo que existe de atormentar a un solo inocente debe, y de hecho se hace, valuarse en tanto que existe la enorme posibilidad de cometer un mas grave atropello.

La definición incluye una cláusula que espanta; dice que el tormento se implica por "sadistic pleasure". Aquí, efectivamente, se cumple el cometido, pues si no se logra una confesión, sí se consigue una diversión o, por lo menos, un gozo por parte de los torturadores. Esto ha sido abordado por muchos literatos, que escudados en que la literatura es " ficción", denuncian sin comprometerse.

Henri Alleg, en su novela “La tortura”, nos da cuenta perfecta de ello y Franz Kafka, en su cuento " En la colonia penitenciaria”, no se queda atrás. También la literatura mexicana cuenta con joyas al respecto en autores como: Vicente Riva Palacio, José Revueltas, Salvador Elizondo, entre otros.

Veamos el caso de Kafka:
Durante las primeras seis horas, el condenado mantiene casi tan vivo como al principio, sólo sufre dolores. iQue tranquilo se queda el hombre después de la sexta hora! Hasta el mas estólido comienza a comprender, (...)
El explorador había sido recomendado por personas muy importantes, había sido recibido con gran cortesía, y el hecho de que lo hubieran invitado a la ejecución podría significar que se deseaba conocer su opinión sobre el asunto.

No es menos impresionante que “Farabeuf”, de Salvador Elizondo, donde el autor se inspiró en la famosa fotografía de un suplicio chino, el de los "cien cortes". La imagen del torturado que en ella aparecía le dio la pauta para escribir su obscuro relato que esta permeado de una belleza perversa que parte de ese recodo demoniaco (como veremos más adelante con Fromm), de la naturaleza humana, donde coinciden erotismo y tortura.

Finalmente, la definición dice que la tortura se aplica también para descubrir a los cómplices del detenido; pero esto es bastante absurdo pues, como ya se señaló, la tortura física no es un medio oportuno para descubrir la verdad, entonces ¿cómo se espera que pueda servir para encontrar supuestos cómplices? Es pueril pensar que un hombre que se acusa a sí mismo de algo que no cometió no acuse aún con mas facilidad a otros,

1.3.2 TORTURA MORAL O DE LA MENTE

Peter Deeley nos brinda al respecto una definición que no deja margen a la duda: "La tortura de la mente” ha sido definida como “la imposición de sufrimientos mentales creando un estado de tensión y angustia por medios diferentes a los ataques físicos.

Hay acercamientos sociológicos que no son precisamente tan repugnantes como el puñetazo o el puntapié: un individuo puede ser reducido a una piltrafa sumisa sin que se haya puesto un dedo sobre él”. Según el mismo autor, y comparto su opinión, nada resulta más eficaz para producir resultados determinados, que un continuo ataque a la mente.

A diferencia de la tortura física, en la de la mente no se puede predecir cuáles serán los resultados. La primera marca al torturador en que momento debe detenerse - antes de que muera el acusado - mientras que en la segunda no hay medio para determinar la agonía mental. Tal vez sea esta la causa de que, según informes, esta sea menos recurrida que aquella. Pero lo más grave del asunto es que existen ciertas prácticas policiales, que aunque son generalmente aceptadas, equivalen a la tortura mental o moral. Tal es el caso de un interrogatorio prolongado que espera obtener sus resultados del agotamiento físico del prisionero; o simplemente las amenazas e intimidaciones.

G, van Heuvan Goedhart, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Proteger a Refugiados y Presidente de la Corte de Honor holandesa, escribió:
La tortura sicológica es más efectiva en muchos casos que la física. Esto es sin duda cierto si la víctima tiene un coeficiente intelectual por arriba del promedio. Parece que la inteligencia hace la tortura física más tolerable, pero al mismo tiempo expone más al individuo a la tortura mental.

1. 4 ETIOLOGÍA DE LA TORTURA: ACEPTACIÓN DE LA VIOLENCIA.

La tarea de abordar un fenómeno como tortura no puede hacerse de manera aislada, Necesariamente debemos partir de analizar a la violencia en general, pues de ella surge.

Aunque así lo deseemos, la violencia no es excepcional en la vida de los hombres; ha sido una compañera fiel de la humanidad. No podemos negar lo evidente: no existe una sola época o lugar que no haya conocido alguna manifestación de violencia en su desarrollo e historia; nuestro país no es la excepción, México ha vivido guerras, conquistas, movimientos obreros, campesinos y estudiantiles en aras de alcanzar y mantener un desarrollo "moderno".

La violencia forma parte de la realidad de nuestro ser social e individual, No son pocos los autores que se han cansado al demostrarlo
Freud señala en “El malestar en la cultura”, que el ser humano no es un ser manso, que guarda un gran cúmulo de agresividad y que, bajo circunstancias propicias, el prójimo bien podría ser la vía para descargar esa agresividad.

De esta afirmación se desprende la probabilidad, sin duda alta de que los torturadores, lejos de constituir una monstruosa excepción dentro del conjunto de seres humanos, sean gente común y corriente y no sádicos o trastornados.

Esta descabellada hipótesis ya ha sido comprobada.
Recordemos el caso Milgram.

En 1974, el psicólogo norteamericano Stanley Milgram demostró que gente en la que el trato cotidiano no haría sospechar inclinación a la crueldad en la vida diaria, es capaz de producir dolor a otros si así lo ordena alguien con autoridad.

Para comprobar su teoría Milgram utilizó civiles, de nivel medio a quienes se instruyó para que aplicaran una serie de shocks eléctricos a otras personas. Los shocks no eran reales como tampoco lo eran las víctimas, pero eso no lo sabían los aplicadores del tormento. Se les indicó que lo que se buscaba era medir los efectos del castigo. Lo interesante - y a la vez alarmante - fue que la mayoría de ellos, el 65%. asintieron en usar lo que creían eran niveles de electricidad altamente peligrosos,

Otro caso digno de mención es el estudio realizado por Molly Harrower, psicóloga en la Universidad de Florida, quien en 1976 mandó a expertos que analizaran los informes sobre los test aplicados a cinco criminales nazis y los compararan con los informes que se tenían de ocho norteamericanos, supuestamente "normales", sin revelar cuales eran cuales. Los expertos no pudieron distinguir a los criminales de los " normales" y dictaminaron que todos respondían a personalidades ajustadas; es decir, que todos podían ser, si las circunstancias así lo exigían, torturadores.

La agresión, parece ser entonces, un rasgo indestructible de la naturaleza humana. Abelardo Villegas, hablando al respecto, y comentando los trabajos de Konrad Lorenz dice que:
... Los hombres siempre e han destruido unos a otros. Ya el hombre de Pekín con hachas rudimentarias mataba a sus semejantes y los engullía. (...) ahora, por primera vez, es posible una masacre total por medios artificiales.

Y siguiendo con Konrad, éste dice en su libro “Sobre la agresión: el prendido mal”, que la humanidad contemporánea está a punto de autodestruirse porque hay un desface entre la celeridad con que se transforma el mundo histórico, lleno de peligros, y el sistema de instintos que nos ha permitido sobrevivir hasta ahora. Para él la celeridad histórica no ha dado tiempo suficiente a que se adapte el tiempo biológico.

En sus palabras:
(No sorprende que) la evolución de los instintos sociales y cosa aún mas importante, las inhibiciones sociales, no hayan podido avanzar a la par del desarrollo que el crecimiento de la cultura transmitida por tradición, y principalmente del adelantamiento material, ha impuesto a la humana.

A esto hay que agregar que para Lorenz la agresividad cumple un papel central en la supervivencia, porque no es completamente destructiva, sino que posee una serie de resortes inhibitorios que la median o regulan: un loba no atacaría nunca a sus crías, un animal feroz frena su agresividad si anda lejos de su hábitat.

Tiene posibilidades de fuga, etcétera.

La diferencia entre Lorenz y Freud es que éste último extrajo la conclusión de que el hombre está dividido en una dualidad; por un lado posee una pulsión de vida o de deseo de vivir (en unidades cada vez más grandes) y, por otra, una pulsación opuesta, que pugna por disolver esas unidades y reducirlas al estado inorgánico inicial. En otras palabras, para el psicoanálisis junto al Eros (vida) trabaja muda una pulsión de muerte (Thanatos), en la obra de su disolución. Una parte de esta pulsión se dirige al mundo exterior y sale convertida en deseo de agredir, de destruir. Las dos variedades de pulsiones rara vez se presentan por separado. En el sadismo de esta frente a una liga de esta naturaleza: placer y destructividad; aspiración al amor y pulsión de destrucción.

Freud no admite la existencia del mal como algo innato en el ser humano, y menos aún porque se supone --en la cultura cristiana, al menos--, que Dios lo ha creado a su imagen y semejanza y no se concibe en Dios la existencia del mal.

Para Konrad, en cambio, el hombre, como cualquier animal, no está formado sólo por dos instintos, sino por varios, por lo que él llamaría, incluso, un sistema flexible de instintos: instintos pequeños al servicio de cuatro fundamentales: alimentación, reproducción, fuga y agresión. Para este autor, según los estímulos que se reciban y las situaciones que se vivan, cada instinto se hace oír.

Otro psicoanalista que en este momento es oportuno citar es Erich Fromm, quien en su “Anatomía de la destructividad humana” señala que:
(...) el hombre difiere del animal por el hecho de ser el único primate que mata y tortura a miembros de su propia especie sin razón ninguna, biológica ni económica, y siente satisfacción al hacerlo, En esta agresión “maligna”, la que constituye el verdadero problema y el peligro para la existencia del hombre como especie.

Aquí Fromm retoma un concepto de larga tradición en la religión y en la filosofía: el mal. Para él una cosa es la agresión, que considera biológica y otra la destructividad, que es agresión maligna, matizada de maldad, que ésta sí es especifica del hombre. La destructividad proviene del mal y éste es anímico, como lo son también la ira, las enemistades, las rivalidades. Cuando Fromm señala que la agresión en la destructividad es maligna, se refiere a que e demoniaca, porque el demonio es quien provee los vicios al cuerpo que no los tiene. Aquí coincide con San Agustín quien hace una distinción entre los vicios que nos provienen de la mente y los que provienen del ánimo (alma),

Pero independientemente de qué postura tomemos, lo cierto es que la inclinación agresiva es una disposición autónoma, originaria del ser humano que encuentra en la cultura (religión, derecho, moral, etcétera) su obstáculo poderoso.

Retomando a Freud diré que la agresión es el retoño de pulsión de muerte que esta junto al Eros y que comparte éste el gobierno del universo.

La cultura norma la lucha entre Eros y Thanatos; vida y muerte; destrucción y desarrollo. Esta lucha es el contenido esencial de la vida en general y el desarrollo cultural es fruto de esta contienda.

Ahora, una de las características fundamentales de la violencia es su instrumentalidad. Como lo ha afirmado Julio Barreiro, la violencia en sí misma no existe. Su utilización o empleo ha de orientarse necesariamente hacia la consecución de un fin, ya mediato, inmediato o remoto. Walter Benjamín refuerza esta misma idea al afirmar que la violencia "... sólo puede ser buscada en el reino de los medios y no en el de los fines" y esto en absoluto se traiciona con lo planteado por Freud, Lorenz o Fromm.

Hannah Arendt comparte también este criterio y se aventura a afirmar que "la violencia por naturaleza es instrumental ".

A estas alturas se comprenderá que el estudio de la tortura reviste una enorme complejidad, y por eso a interesado a filósofos, juristas, sociólogos, psicólogos y analistas, entre otros. Todos intentan, desde sus ámbitos, esclarecer el fenómeno, tomando conciencia de él, aunque esta toma de conciencia sea amarga.

1.5 ACTITUDES FRENTE A LA TORTURA

Hay varias maneras de abordar el tema, desde la dualidad: los que están a favor de ella y los que están en contra, o desde la perspectiva del torturado y del espectador, ya sea pasivo o activo. yo utilizaré esta última manera de abordar el tema.

1.5.1 EL TORTURADOR: SÁDICO O ARCÁNGEL

“(...) ¿Qué son estos verdugos?, ¿Sádicos? ¿Arcángeles irritados?, ¿Señores de la Guerra, de terribles caprichos?, Si hubiera que creerles, serían todo al mismo tiempo". Pero precisamente quienes han padecido tortura no les creen, Nenri Alleg, escritor francés que sufrió tormento en una prisión de Argel, considera que sus verdugos querían convencerse y convencer a la víctima de su poder total. Es cierto que estos tiranos pueden llegar a ser superhombres ante la debilidad de aquellos que tienen a su merced; están convencidos de su alta responsabilidad: ser severos y fuertes para lograr domesticar a la peor de las bestias, la bestia humana. Son semidioses, de raza muy distinta a la de los frágiles mortales: se creen indestructibles, invulnerables.

Ellos se consideran trabajadores al servicio del Estado su parte más delicada: salvaguardarlo a toda costa, al precio que sea. Después de leer cualquier novela o cuento toque el tema, uno se da perfecta cuenta de que los torturadores están materialmente desbordados por su tarea:
Ir... me arrastró hasta la primera habitación donde se hallaban la tabla y el magneto. Tuve tiempo de ver a un musulmán desnudo al que hacían levantar a puntapiés y correr hacia el pasillo, Mientras Ir... y Cha... y los demás se ocupaban de mí, el resto del grupo había proseguido su “trabajo” con la tabla y el magneto, Habían interrogado a un sospechoso para no perder tiempo.

A veces sucede que tienen que representar un papel tranquilo, como el que representan en la vida cotidiana; nadie adivinaría que son capaces de hacer lo que hace; otras martirizan un cuerpo, corren, juran y gritan de rabia...
Gibson y Haritos-Fatouros, psicólogos expertos en la "obediencia ciega" de los torturadores, aseguran al respecto que:
... Los torturadores tienen personalidades normales. Cualquiera de nosotros, en una situación similar, sería capaz de la misma crueldad. Probablemente no pueda entenderse a un sádico trastornado para ser un torturador o asesino eficaz. Tiene que estar en completo control cuando realiza su trabajo.

Son gente que gusta del trabajo bien hecho; y si es necesario, llevaran su conciencia profesional hasta el asesinato; la inflexibilidad los domina.
En unos cuantos rasgos Alleg describe a los torturadores y las etapas de metamórfosis que sufren:

Hay los mas jóvenes, impotentes y trastornados que murmuran: “es horrible”, cuando alumbran con su linterna a un ajusticiado. Después están los ayudantes de los verdugos, aquellos que aún no participan directamente en el asunto. Estos sólo sostienen y transportan a los prisioneros. Los hay endurecidos y otros que no lo están todavía; pero todos están ya presos en el engranaje, todos son ya imperdonables.

Después describe a los especialistas, a los "guapos'” aquellos que hacen todos los trabajos, lo que gozan ante los espasmos de un electrocutado.

Ninguno de estos hombres existe por si mismo, unos dependen de otros, en cadena, y todos dependen del, torturado, éste es su razón de ser.

En la tortura los individuos no cuentan: unos y otros se irán y serán sustituidos por otros. Lo que queda es la violencia, el odio repetido por sistema.

El torturador se justifica alegando que más vale torturar a un hombre si su confesión permite salvar centenares de vidas.

La tortura es clandestina, pero pretende combatir delitos clandestinos: una mano que arroja una bomba, un desplegado que ofende, sin firma; un disparo que nadie sabe de donde vino, etcétera. No hay detenido flagrante, por eso hay que obligarlos a hablar.

1.5.2. EL TORTURADO.

Es el elegido, el mesías en la pasión. La mayor parte de los torturados no dicen -confiesan- nada, porque no tienen nada que decir, a menos que consientan, obligados por el sufrimiento, en hacer falsas declaraciones, o en declararse culpables gratuitamente de un crimen. En lo que se refiere a aquellos que tendrían algo que confesar, se sabe bien que esos no hablan, o casi ninguno lo hace.

La víctima no tiene nombre, no tiene cara, no tiene identidad. Simplemente es la "elegida "; mesías redentor. ¿Qué sentido tiene todo eso? Simple: la víctima, que ha sido martirizada en nuestro nombre (nación, seguridad, patria, progreso, estabilidad...), si supera el dolor, logra que recobremos, al fin, un poco de nuestro orgullo.

Sartre diría: "... la víctima nos libera, al permitirnos descubrir que, como ella misma, tenemos el poder y el deber de resistirlo todo".

Digo esto porque el papel que desempeñamos es fortuito: según la ocasión, no importa quién, no importa cuándo, el " elegido " se convertirá en víctima o en verdugo. Y no sabemos cuando los papeles se intercambiarán.

No es fácil juzgar ni a unos ni a otros: Víctima y verdugo no son más que una imagen grotesca de nuestra propia imagen. ¿Cómo saber que haré si mis amigos, mis compañeros, mis jefes, torturan al enemigo?, Nadie está seguro si hablará ayudado por el tormento. Cabe preguntarnos: ¿yo hablare?.

Muchas veces hemos escuchado que cuando la víctima calla, soporta el suplicio, todo se salva; pero cuando habla, cuando el dolor es más poderoso que ella y le arranca sus palabras de la carne, nadie tiene derecho a juzgarle, ni siquiera aquellos que lo soportaron todo.

De las víctimas, en general, se sabe poco, se conoce aún menos, acaso los gritos, las heridas, los sufrimientos. . .

El torturado considera el tormento como algo diabólico, dantesco, inhumano, pero no es así.

Después de haber leído a Freud, a Fromm, a Lorenz, a los criminólogos expertos, no nos queda más que coincidir con Sartre en que:
... la tortura no es inhumana; es simplemente un crimen innoble y crapuloso, cometido por hombres y que los demás hombres pueden y deben reprimir.

Lo inhumano no existe en ninguna parte, salvo en las pesadillas que engendra el miedo.

1.5.3. EL ESPECTADOR

Todos hemos sido espectadores (pasivos o activos, presentes ausentes) de actos de tortura, Dos actitudes son más comunes ante el hecho. la aceptación de su existencia, con la resignación del silencio, y la denuncia, ahora más concurrida que nunca.

Para Gabriel Marcel, escritor francés, sólo hay dos posturas,"... los que aprueban o admiten y los que reprueban y vomitan de asco. (Y agrega) Estimo que uno se deshonra al guardar silencio en presencia de estos horrores". Aunque terriblemente duro, yo estoy de acuerdo con él cuando sentencia, estricto y riguroso, al espectador. Considera que también éste es un torturador, un sádico si no denuncia, porque, " Lo que el hace (el torturador), nosotros lo hacemos (el espectador) en la medida en que consentimos en ello, Y callar es consentir".

Pero no es fácil denunciar, la tortura es un tema vedado, nadie hable de ella, o casi nadie, A veces, algunos hilillos de voz se infiltran en el silencio y nos abofetean el miedo y la cobardía, la displicencia y la abulia.

Sartre coincide con Marcel cuando asegura que " y qué es lo que nos distinguía de esos sádicos? Nada, puesto que callábamos, "
En términos generales hay consenso en la indignación, Sin embargo, así, excluida, pero aplicada sistemáticamente, atrás de la fachada de la legalidad democrática, la tortura puede definirse como una institución semiclandestina, producto de múltiples causas: racismo, complots, nacional, etcétera, y siempre se traduce en
malestar : ¿de que servirá inquietar o incluso lograr concientizar a los verdugos? Si alguno, como Judas, se arrepiente, acabará ahorcado en sus remordimientos y sus jefes lo reemplazarán por otro. Lo terrible, dadas las circunstancias, es que no basta castigar o reeducar a algunos individuos, la tortura se ha impuesto ya por sí misma en la vida y en el desarrollo del hombre.
Y en el caso de México, cabe ahora parafrasear a Voltaire: “Después de esto, preguntamos por qué el tormento sigue aplicándose en Francia (México), que goza fama de ser una nación humanitaria y de costumbres apacibles.”

CAPITULO II

2. LA TORTURA EN LA HISTORIA

La persistencia del uso de muy variadas modalidades, en casi todos los pueblos y todas las épocas, nos hace pensar que la tortura es un fenómeno originado por impulsos y sentimientos profundamente arraigados en el alma de los hombres, Por lo que es muy probable que su aparición se remonte más allá del instante en que estos empezaron a dejar testimonios de su progreso cultural.

Saber cuándo, como y por que el ser humano empezó a torturar a sus semejantes se antoja una tarea imposible; tanto como la de eliminar para siempre de la faz de la tierra tan aberrante práctica. Sin embargo, cada vez crece entre los pueblos la convicción de que debe desaparecer tal conducta por inhumana y amoral. Otra convicción generada por la misma causa seria que en la medida que sean descubiertas y divulgadas las motivaciones, las técnicas aplicadas y sobre todo las consecuencias de su empleo, se irán creando las condiciones para terminar con ella. En el presente capítulo me propongo efectuar un seguimiento analítico de la evolución histórica que ha tenido la tortura dentro de las civilizaciones más destacadas desde la antigüedad hasta la época moderna.

Conviene aclarar que no será objeto de este trabajo definir y precisar el concepto de tortura, puesto que ya se hizo en el primer capítulo de esta tesis, Lo que sí resulta pertinente delimitar, como marco de referencia, es a qué tipo de tortura se abocará esta investigación.

No será al tipo de tortura aplicada a un prisionero de guerra por el vencedor ebrio de impulsos destructores y sediento de sangre; tampoco a la infligida por salteadores y ladrones que llegan a "aserrar los dedos. Quemar los pies y torturar de varias maneras" a sus víctimas renuentes a confesar dónde guardan sus riquezas; ni a la que sufren infinidad de niños a manos de sus padres o tutores neurotizados e incapaces de proporcionarles un trato digno y humano. No es mi interés abordar éstas ni otras modalidades de tortura que se les parezcan.

Concretamente, la que habré de analizar en estas páginas será la que se ejerce en personas sujetas a investigación. Es decir, la tortura que es producto de una supuesta impartición de justicia.
Obviamente, el elemento jurídico será el tamiz a través del cual se efectúe este escrutinio; sin menospreciar otros que acaso tengan poco que ver con las ciencias del derecho, tales como las artes plásticas o la literatura que en su afán por recrear la realidad llegan a registrar con fiel aproximación casos específicos de tortura.

2.1 LA TORTURA EN LOS PUEBLOS ANTIGUOS.

Uno de los más serios problemas que enfrentan un investigador al rastrear a lo largo de la historia el uso de la tortura, lo constituye la escasez de fuentes y testimonios que le permitan saber cuáles pueblos la practicaron y bajo qué condiciones

Inclusive, esa es la razón por la que resulta imposible precisar cuál fue el momento y el sitio donde apareció,

Quizá la hipótesis más aproximada a su origen sea la de estudiosos como Pietro Verri, quien afirma que la tortura es "tan antigua cuanto lo es en el hombre el sentimiento de dominar con despotismo a otros hombres, cuanto lo es (...) el instinto de extender sus acciones a medida más bien de sus posibilidades que la razón”.

No fue sino hasta que apareció la escritura, al inicio del segundo milenio antes de Cristo, que se empezaron a registrar en rudimentarios caracteres las primeras noticias acerca del empleo de la tortura como un medio para lograr
justicia,

Es probable que ya desde antes de que el rey babilonio Hamurabi, hacia el siglo XVIII a. C., estableciera en su famoso Código las disposiciones jurídicas más antiguas que conocemos, otros pueblos se hayan valido, como los babilonios, del tormento físico para sancionar las faltar a una normatividad determinada, aunque no dispusieran de leyes escritas. Y si pocos fueron los pueblos antiguos que plasmaron por escrito ese tipo de pormenores de sus actos cotidianos, menos aún fueron los que desarrollaron un sistema de justicia basado en leyes apegadas a criterios civilizados. Las dos culturas antiguas que más lograron desarrollar formas de vida avanzada fueron la griega y la romana, en tanto que la gran mayoría de pueblos subsistían bajo formas menos desarrolladas y algunas cercanas incluso de la barbarie. Ante este horizonte, conviene dedicar mayor atención a dichas culturas para examinar el fenómeno de la tortura en la antigüedad.

2.1.1 GRECIA.

Como se sabe, el pueblo griego fue uno de los iniciadores del proceso de culturización de la humanidad. Diversos factores que no viene al caso revisar aquí dieron a los griegos la posibilidad de emprender un desarrollo que a la larga quedaría como la base de toda la cultura occidental. Uno de ellos indudablemente fue el alfabeto que los griegos tomaron de la cultura fenicia durante el décimo siglo antes de Cristo, y que supieron adaptar a sus necesidades de comunicación escrita y mejorarlo posteriormente para hacer de él un poderoso instrumento de progreso y civilización, La clase aristocrática en el poder fue la que mejor supo aprovecharlo para mantener su dominio ante las demás. Así, en la Esparta del siglo VII a. C., Licurgo redactó la primera Constitución Política del mundo griego, la cual sirvió de modelo para las legislaciones posteriores con las que se regirían las múltiples polis o ciudades - estado.
Ese mismo siglo vio nacer en Atenas una de las legislaciones más allegadas al fenómeno de la tortura cuando, luego de un intento de rebelión popular. Dracón fue designado legislador extraordinario; el código que redactó fue tan severo - incluía disposiciones que iban desde la tortura por azotes hasta la pena de muerte - que aún hoy, cuando una ley impone un castigo cruel, suele decirse de ella que es una "ley draconiana", en honor del citado gobernante ateniense.

Pero no sólo hubo legisladores de mano dura en la Grecia clásica; otros llegaron, como Solón en la Atenas del principio del siglo VI a. C., para implantar leyes progresistas que tendían al humanismo. Fue así como poco a poco la conjugación de diversas tendencias dio a la Grecia antigua instrumentos legales cada vez más afinados con los que se impartía la justicia de aquellos días. La práctica de la democracia entre los griegos - otra de sus grandes aportaciones a la cultura humana - permitía que en los procesos penales participaran directamente los ciudadanos en el ejercicio de la acusación y la jurisdicción; proceso en el que el Estado muy poco o nada tenía que ver. Las leyes griegas admitían la aplicación de la tortura pero sólo a los esclavos y a los metecos (extranjeros) por considerar los seres carentes de calidad moral o cívica en los cuales confiar; no así a los hombres libres, Por lo común, los juicios se realizaban en el ágora, donde el pueblo ventilaba públicamente todos los asuntos que le atañían. Allí se efectuaba un debate entre los involucrados en la comisión del acto ilícito, luego del cual se daba la sentencia y, en dado caso, se procedía a torturar al inculpado allí mismo, por lo que los tormentos no llegaban a los grados de crueldad y sadismo alcanzados en otros pueblos.

Por lo que respecta a los ejemplos de tortura que las letras griegas nos ofrecen, podemos mencionar la tragedia de Esquilo “Prometeo encadenado”, en la que Zeus, padre de los dioses, castiga al semidiós Prometeo por entregar a los hombres el secreto del fuego y lo condena a sufrir tortura eterna encadenado a las rocas del Cáucaso, donde un águila le devorara para siempre las entrañas. Desde luego que estamos ante un caso simbólico en el que predomina la poesía, sin embargo hay que reconocer que en él esta la idea matriz, aunque en sentido figurado, que representa la esencia del pensamiento griego de que si los dioses pueden torturar y ser torturados, con mayor razón los hombres que son creación divina. Otro caso mucha mas terrenal que el anterior lo presento Sófocles en su tragedia “Antígona” cuando Creón, tiránico rey de Tebas, condena a su sobrina, cuyo nombre da titulo a la obra, a ser sepultada viva en castigo por desobedecer su mandato que prohibía dar sepultura a Polinice, hermano de la heroína muerto al atacar la ciudad, También en las comedias de Aristófanes esta presente el elemento de la tortura, pues sus piezas, aparentemente llenas de jocosidad y sátira desbordada, encierran una radiografía bastante fiel del comportamiento de los atenienses de los siglos IV y III a. C., época culminante de la cultura griega.

Por ejemplo, en "Las ranas" se da el diálogo siguiente: "- Jantías: [...]Toma a este esclavo y somételo a tormento, y si alcanzas a saber que yo en algo fui culpable, bien puedes darme la muerte, - Eaco: ¿y cómo lo someto a tormento?, - Jantías: De todo modo posible: amárralo a una escalera, cuélgalo, azótalo con un chicote de puntas, descuéllalo, tuerce sus miembros, Échale vinagre en las narices y cárgalo de tabiques... todo, todo lo que quieras, pero no lo vayas a azotar con ajos y con rabos de cebolla."

2.1.2. ROMA

Si bien Roma fue heredera directa de los grandes logros griegos - artes, religión, prácticas socio-políticas, etcétera - no sería justo negar a los romanos sus propias capacidades de generar una cultura en ascenso. Así como los griegos nos legaron las nociones universales de arte y democracia, los romanos aportaron a la humanidad la jurisprudencia, considerada por muchos como el más sólido fundamento de la vida civilizada.

Ya desde el período monárquico, entre los siglos VIII y VI a. C., en Roma se realizaban procesos de tipo acusatorio, con mayor razón durante la República y el Imperio. Y al igual que en las polis griegas, la tortura sólo se empleaba con los esclavos y los extranjeros y la justificaban con los mismos argumentos que los griegos: solamente los hombres libres gozaban de calidad moral y civil, por lo tanto era posible dar crédito a su palabra durante un juicio sin la necesidad de torturarlos.


Pero a diferencia de los griegos, los romanos no aplicaban la tortura sólo como pena, es decir, luego de que era dictado un veredicto que declaraba culpable al acusado. En Roma se torturaba a esclavos y a bárbaros (extranjeros) bajo el argumento de inquisitio veritatis per tormenta, lo cual no significa otra cosa que "investigar la verdad mediante la tortura".

Este hecho vino a marcar un cambio importantísimo en su práctica, ya que se asistía al nacimiento de la tortura como medio para lograr la confesión necesaria para inculpar al enjuiciado. O sea que la tortura en este caso no era un castigo promovido por la culpabilidad, sino un castigo previo al probable castigo. Al tormento aplicado durante un juicio los romanos le llamaron questio, y las confesiones de los esclavos y extranjeros carecían de valor legal si no eran obtenidas por medio del castigo físico. Otra diferencia con respecto a los griegos era que, además de públicamente, se podía torturar en privado; la pública era supervisada por el quaesitor y ejecutada por el tortor; podía realizarse en casa del dueño de los esclavos en presencia de las partes y de siete testigos, en tanto que la privada era permitida a los dueños de los esclavos en caso de conflictos domésticos, aunque esta modalidad comenzó a desaparecer a partir de la República y prácticamente quedó suprimida durante el Imperio. A partir del siglo II a. C., el proceso romano se alteró notoriamente al ser responsabilidad de los jueces la instrucción preliminar, la cual era secreta y por escrito. Con ello se inauguró el sistema de tipo "inquisitivo" y fue posible entonces someter a tortura a los acusados de crimen majestatis, siendo personas libres de nacimiento, Esto se debió a que el crimen político de Estado comenzó a tomarse como sacrilegio ante el cual no era posible ofrecer garantías ni ponerse límites a su castigo si se deseaba conservar la integridad y el poder del Imperio. A partir de ese momento se fue generalizando, en todos los procesos y ante cualquier delito, el uso de la tortura para obtener una confesión, llegándose al extremo de torturar incluso a los testigos. Tales excesos trajeron como consecuencia reacciones en contra de la tortura por considerarla ineficaz para los fines que perseguía. Personalidades tan elevadas como Cicerón, Séneca, Quintiliano o Tertuliano objetaron su uso con argumentos por demás contundentes.

El primero, en su Oratio pro Lucio Cornelio Syla expone sus razones por las que la considera "dominada por el sufrimiento, gobernada por la complexión de cada uno, de su ánimo como de sus miembros; la corrompe la esperanza, la debilita el temor, de suerte que en medio de tantas angustias no queda ningún lugar para la verdad". Séneca afirmaba que "el dolor a los inocentes obliga a mentir", Quintiliano suponía que con ella se obtenían "declaraciones falsas, porque mienten quienes la resisten callando y mienten los débiles que hablan a la fuerza".

Tertuliano se opuso a la tortura de cristianos porque no se les atormentaba para obtener una confesión sino para hacerles renegar de sus ideas religiosas, y con ello lo único que se lograba era hacerlos rechazar su fe sólo para terminar los tormentos.

Sin duda, el Digesto de Justiniano titulado De quaestionibus es el texto romano más ilustrativo en el cual se establecieron con toda precisión y claridad las condiciones de la tortura, fijando sus límites y previniendo de sus peligros para fines probatorios. En él se fijan las reglas para esclarecer los delitos mediante la tortura, e indica que sólo se debía recurrir a ella cuando recaían sobre el acusado vehementes sospechas y se hubieran agotado todos los recursos. La forma de aplicar la tortura quedaba al prudente arbitrio de los jueces; los menores no podían ser torturados para obtener pruebas contra otra persona; se podía torturar a los esclavos en asuntos contra sus dueños por cuestiones de adulterio, de fraude cometido en el censo o del delito de lesa majestad; se eximia de la tortura, los militares y veteranos y a sus hijos, así como a los descendientes de varones ilustres hasta sus bisnietos, siempre que no hubiera ninguna mancha sobre su honor.

Como podemos inferir, todas estas alusiones a la práctica de la tortura en la nación mas civilizada de la antigüedad demuestran que si bien los romanos no supieron evitar su uso, al menos procuraron darle un cause legal en correspondencia con las situaciones socio-políticas que les tocó vivir.

2.2 LA TORTURA EN LA EDAD MEDIA.

Por cuestiones practicas, se considera que la Edad Media abarca el largo periodo que va de la caída del Imperio Romano de Occidente, a mediados del siglo V de nuestra era, hasta la toma de Bizancio por los turcos en el siglo XV, es decir mil años en los que, obviamente, ocurrieron un sin fin de sucesos, aunque casi todos los historiadores afirmen que se trató del máximo período oscurantista y lleguen a referirse a esa etapa como una "larga noche milenaria". Lo cierto es que al caer el Imperio Romano, éste ya se hallaba dividido en Sacro Imperio de Oriente, con sede en Bizancio (también conocida entonces como Constantinopla, hoy Estambul, Turquía) y Sacro Imperio de Occidente, cuya capital siguió siendo Roma. Ambas ciudades y todos los territorios sometidos a ellas, que prácticamente abarcaban casi toda Europa, quedaron en poder de los otrora acérrimos enemigos de Roma conocidos como "bárbaros“ esto es, tribus de origen germánico (godos, visigodos, bándalos, alanos, etcétera) que durante siglos habían rivalizado con los romanos por el dominio del centro de Europa. Al tomar posesión de su inmenso botín, los germanos conservaron casi intactas buena parte de las estructuras e instituciones romanas, debido sencillamente a la superioridad cultural de los derrotados. No sucedió lo mismo con la manera de impartir justicia. En el Imperio de Occidente se implantó la costumbre germánica; en tanto que en el de Oriente se siguió empleando el sistema del antiguo Imperio, con lo que se mantuvo en práctica la tortura guiada por las viejas leyes romanas que incluían a los hombres libres.

2.2.1. EUROPA.

El sistema impuesto por los germanos durante la Edad Media en Europa occidental fue el que provenía de sociedades primitivas germanas, que consistía en determinar la culpabilidad o inocencia del acusado mediante el juramento o los llamados “Juicios de Dios" u ordalías. Tales juicios se realizaban mediante el duelo judicial cuando éste procedía por la calidad de las personas; o las del "agua hirviente", donde se sumergía el brazo del acusado y se le consideraba inocente si lo sacaba ileso; del "agua fría”, donde se le arrojaba a sitios profundos y era considerado culpable si no se hundía; del fuego o del hierro candente, con los que se mostraba su inocencia si no se quemaban.

Se entenderá por qué con estos "medios probatorios" no hacía falta torturar a los inculpados y ni siquiera la confesión. No obstante, al parecer, aún en estas condiciones los esclavos seguían siendo sujetos de tortura, mientras que para los hombres libres se instituyó la Lex Wisigothorum, que establecía los pormenores en caso de tortura a hombres libres, emancipados o esclavos. La tortura de un hombre libre debía ser presenciada por gente "honesta" y no podía exceder de tres días. Se debía cuidar de no causar la muerte al torturado ni afectarle permanentemente algún miembro. En caso de muerte por causas de tortura, el juez era entregado a los familiares del difunto para que se vengaran del mismo modo, Si se probaba que la muerte no había sido producida por el tormento, aquél debía pagar quinientos sueldos a los deudos, de lo contrario pasaba a ser su esclavo.

Para los emancipados había disposiciones según su estatus económico y regían las mismas normas que para los libres, salvo en caso de graves consecuencias a raíz de la tortura; si un emancipado quedaba impedido de algún miembro, el juez tenia que pagar 200 o 100 sueldos, según el estatus superior o inferior del torturado. Los esclavos debían ser presentados por su dueño a solicitud del juez, si no lo hacía era encarcelado hasta que lo presentara, Un esclavo no podía ser torturado para declarar contra su dueño, a menos de que se tratase de adulterios, delitos contra el rey o la patria, de falsificación de moneda o de brujería. Si un esclavo torturado resultaba tullido, el acusador tenia que pagar su valor al dueño y el esclavo quedaba emancipado. Si moría, el juez lo debía reponer a su dueño. Para los esclavos también rigió en esa etapa la Lex Francorum Saliorum, reglamentaba la tortura a esclavos acusados de hurto; se los sometía a ella si no confesaban su delito, y si lo hacían durante el castigo eran sentenciado a castración.

Una de las instituciones de origen romano respetada por los germanos fue la Iglesia Católica y su pontificado, el cual se constituyó en poder político paralelo, y a veces superior, al de los reyes de toda Europa. En numerosas ocasiones era el Papa quien dictaba las políticas a seguir en reinos enteros; inclusive el Papa en turno movía en frecuencia los hilos para el ascenso o la caída de reyes y reinas. En consecuencia, la impartición de la justicia quedó en manos de la iglesia, lo mismo que la educación y la cultura. Con lo cual tuvo el control absoluto de la sociedad europea durante siglos. A principios del siglo XIII el papa Inocencio III implantó el sistema del proceso inquisitivo, según el cual se podía proceder sin necesidad de acusador en nombre de la "utilidad pública”. Esta medida, que revivió viejas prácticas de persecución contra paganos y herejes practicada ya por los emperadores Teodosio II y Justiniano en el siglo V, estaba dirigida fundamentalmente contra el movimiento albigense del sur de Francia. Durante esta etapa se registró un rápido incremento de las leyes seculares contra la herejía, con las cuales en casi toda Europa se volvió "normal" que los herejes terminaran sus días en la hoguera, después de sufrir espantosos tormentos a manos de los “inquisidores”, palabra que desde entonces y hasta el siglo XVIII infundía terror entre quienes la escuchaban.

Con esa aportación de Inocencio III se abría uno de los capítulos más extensos y macabros de la práctica de la tortura, Y aunque el poder demoledor del Tribunal del Santo Oficio llegó a actuar en muchas partes del mundo, fue España el país que durante más tiempo y con mayor grado de organización, recursos y terror sufrió su implacable actuación.

2.2.2 ESPAÑA

La Edad Media transcurrió en España bajo el signo de las convulsiones causadas por diversas guerras de invasión y reconquista, Podemos decir que durante ese período se fue conformando la base de la nación española que surgió en el fin del medievo. Al iniciar dicho período, en el siglo V, convivían en España diversos grupos provenientes de la mezcla paulatina que desde muchos siglos atrás se fue gestando: celtas, iberos, fenicios, beréberes, griegos, hebreos y romanos. Al caer Roma en poder de los bárbaros vino una invasión más: la de los godos y visigodos, que más que imponer su cultura llegaron a adoptar la que ya existía en la península, y que era mayormente la impuesta por las legiones romanas. En los albores del siglo VIII tocó a los árabes del norte de África invadir la península. Desde ese mismo momento, los diversos reinos que ya existían en territorio peninsular, ligados políticamente al poder de la Iglesia Católica y su papado, emprendieron la guerra de Reconquista para expulsar a los árabes de tierra ibérica, guerra que duró casi ochocientos años para lograr su fin. Una permanencia tan larga de una cultura tan rica y avanzada en aquella época, como lo era la arábiga, obviamente tenia que ejercer una influencia muy marcada en la cultura española; quizá el Unico ámbito que permaneció fuera del alcance del influjo árabe fue la religión, que en cierto modo fue el motor principal que impulsó a los peninsulares a expulsar a los moros; hecho que lograron hasta finales del siglo XV, en plena transición de la Edad Media hacia el Renacimiento, y con el cual se inaugura la noción de España como patria unificada.

Muy probablemente algo tuvo que ver la gran confluencia racial y cultural en un territorio tan relativamente pequeño para que se dieran enfrentamientos y rencores entre quienes habitaban la península; y no me refiero a los derivados de las guerras, sino a los primeros siglos del presente milenio.

En materia de tortura, como parte integrante del Sacro Imperio Germano Románico, la España medieval aceptó los mandatos de la Lex Wisigthorum. Para mediados del siglo XIII, el monarca Alfonso X, el Sabio, justificó el tormento a los delincuentes; basándose en dicha legislación redactó numerosas partidas para impartir justicia, entre las que figuran nueve leyes que permitían a los jueces “hiciesen tormentar a los hombres, porque pudiesen saber verdad de ellos. Estos castigos consistían en azotar y colgar a los acusados de brazos y piernas. Este tipo de torturas eran autorizadas para obtener confesión si el delito cometido merecía pena de muerte o mutilación, siempre que se contara con presunciones fundadas sobr