Carta abierta enviada por el Representante de los profesores al Consejo Académico, profesor Gonzalo Arango J.



Pereira, noviembre 10 de 2005



Profesor
José Germán López Quintero
Vicerrector Académico
Universidad Tecnológica de Pereira
La Universidad.


Apreciado Germán:

En la presentación del proyecto de presupuesto de la Universidad para la vigencia del año 2006, efectuada por el Vicerrector Administrativo ante el Consejo Académico en su sesión del día de ayer, tanto a usted como a mi, nos llamó la atención la enorme cantidad de docentes de planta que atienden cursos mediante la figura de “sobrecarga”, eufemismo con el cual se denominan las horas extras de labor académica asumidas en docencia directa por un cada vez mayor número de profesores. Es mediante esta artimaña como se le birlan al docente sus derechos; la remuneración que se le entrega por ese trabajo agregado es presentada como un “estimulo”, sin que contemple el monto adicional que como trabajo extra le correspondería, ni se le tenga en cuenta como parte del salario, con las implicaciones en materia de prestaciones que ello comporta.

A decir verdad, 149 profesores, uno de cada 2 docentes pertenecientes a la planta cubierta a septiembre de este año -279 de tiempo completo y 23 de medio tiempo- es una cifra, por decir lo menos, impactante. Pero como ocurre en todos los ámbitos de la vida, esos fríos datos estadísticos expresan realidades que es necesario escudriñar para entender el significado de lo expresado en la medición. Allí es donde se diferencian nuestras lecturas. Para mí, ese fenómeno se presenta por el deterioro permanente de nuestros salarios, en términos reales, como consecuencia de la aplicación del decreto 1279, lo que nos impele a buscar ingresos adicionales para mantener unas condiciones de vida dignas, en correspondencia con las necesidades sociales que requerimos satisfacer. En otras palabras, sacrificamos horas de descanso para obtener recursos que complementen nuestro salario. Es más, aún en los tiempos en que se disfrutaba de un sistema salarial más justo, la no existencia de la dedicación exclusiva le permitía a los docentes complementar sus ingresos realizando trabajos adicionales. Estoy seguro que usted de eso sabe más que yo.

Su comentario, en el sentido que esa alta proporción amerita reformar el Estatuto Docente, que acertadamente califiqué de insidioso, significa que la abultada cifra indica, para usted, que los docentes de planta debemos asumir una mayor cantidad de labor académica puesto que lo hacemos cuando ella es remunerada. En otras palabras ese dato es “la prueba de la infamia”, como reza un viejo tango. No es la primera vez que usted lo expresa. Es más, creo que no pierde oportunidad para hacerlo.

¿En que consiste la insidia? En sugerir una reforma que implica no sólo que los 149 docentes que hoy día complementamos nuestros ingresos con el eufemístico “estímulo” dejemos de percibirlo, sino que a todos los docentes se les incremente la asignación de labores académicas, o carga laboral. Dicho de otra manera, que trabajen más por la misma paga. Además, tratar de poner en tela de juicio mi objeción preguntándome qué si lo que estoy defendiendo es mi situación personal, es una actitud inicua que raya con la desfachatez. ¡Claro que defiendo mi situación y la de todo el profesorado, incluido usted!. Ello es lo que me han confiado los docentes al elegirme como su representante en ese organismo de dirección.

Por estos días que está tan de moda el tema de “la entrega de la vida a la universidad”, quiero recordarle que el curso de la “sobrecarga” que hoy se me reconoce con el “estímulo”, lo asumí sin remuneración alguna durante varios semestres, hasta que descubrí, en una reunión del Consejo Académico, que a otros docentes que tenían situaciones similares a la mía, pero que además eran afectos a la administración, les pagaban. Exigí un tratamiento igualitario y a fe que se me viene dando.

Volviendo a las cifras, es preocupante que se encuentren sin copar el 20% de la plazas de tiempo completo –68 de 347- y el 18% de las de medio tiempo –5 de 28-. Mientras esto ocurre, 103 docentes transitorios de tiempo completo y 72 de medio tiempo, sometidos a un infame sistema de remuneración, al lado de 276 de cátedra completan el cuerpo docente de la universidad. Son dos caras de una misma moneda y el resultado de una política administrativa que pretende hacer más con los mismos recursos, para satisfacer las exigencias de los gobernantes de turno, sacrificando los intereses de los más débiles, los auténticos protagonistas de los objetivos misionales de la universidad, sobre quienes hacen recaer las consecuencias de sus astucias gerenciales. Ello sin considerar el deterioro de las condiciones de trabajo intrínsecas al aumento del número de estudiantes por curso y el impacto que esto acarrea sobre la calidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Contrario a lo que piensan los que hoy lo halagan, unos con lisonjas y otros con vana palabrería, creo que las cualidades de su personalidad, que no vacilo en reconocer, deberían estar puestas al servicio de mejor causa.


Cordialmente,



Prof. Gonzalo Arango J.
Representante de los profesores al Consejo Académico



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