El pasado miércoles 9 de noviembre de 2005, la comunidad académica celebró la Acreditación Institucional y de Programas Académicos que le han sido otorgadas a la Universidad Tecnológica de Pereira, e igualmente hizo reconocimiento público a la gestión del Ing. José Germán López Quintero, Vicerrector Académico de la Institución.



Al acto, presidido por el Rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, Ing. Luis Enrique Arango Jiménez, quien pronunció un sentido discurso resaltando la labor del Vicerrector Académico durante su rectorado, asistieron algunos miembros del Consejo Superior Universitario, los Decanos de las diferentes facultades, docentes y funcionarios de la Universidad.

Luego de que el Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud, Dr. Samuel Eduardo Trujillo Henao, pronunciara su discurso en representación de los decanos, quienes ofrecieron el homenaje al Ing. López Quintero, le fue entregado al Vicerrector una placa haciendo reconocimiento público a su gestión.

El evento fue realizado en la horas de la noche en el salón Condina del Hotel Pereira, con una amplia participación de la comunidad universitaria.

Los discursos pronunciados por el Dr. Samuel Trujillo y el Ing. José Germán López podrá encontrarlos a continuación.

Discurso del Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud. Dr. Samuel Trujillo Henao en la celebración de la Acreditación Institucional y de Programas donde se hizo reconocimiento público a la Gestión del Ing. José Germán López Quintero, Vicerrector Académico de la UTP.

Noviembre 9 de 2005
Celebración de la Acreditación y
Homenaje al Ingeniero
José Germán López Quintero
Vicerrector Académico UTP

En esta noche especial, me corresponde, con inmenso orgullo, dirigir estas palabras por delegación del grupo de decanos, orgullo originado por el motivo que nos convoca: la celebración de la acreditación de la institución que me formó y la responsabilidad de reconocer en nombre de los funcionarios de la Universidad la gestión y el compromiso de nuestro compañero Ingeniero José Germán López Quintero. Ceremonia que surge genuinamente del espíritu de los académicos, en un acto que traspasa el compromiso con un trasfondo ligado al compañerismo y a la proyección de la Institución.

Los homenajes académicos al margen de su carácter convencional y humano de gratitud y reconocimiento, tienen la virtud de orientar la atención de la comunidad universitaria hacia personalidades cuyo aleccionador ejemplo de vida no debe pasar desapercibido ni quedar expuesto al olvido.

Celebrar la acreditación no es sólo para mirar al pasado, en el cual ocurrió un gran salto hacia la consideración del compromiso institucional con las tareas del país. Este acto representa una mirada activa para pensar sobre la Universidad que debemos diseñar hacia el futuro, no es la mirada pasiva a un pasado muerto aunque lleno de orgullo y distinciones, se trata de la mirada para extraer la fuerza e ideas que permitan ver con confianza el futuro.
La acreditación significa encontrar sentido luego de identificar nuestra función social. Es mirar a la universidad como una célula con membrana semipermeable que interviene… pero en las actividades que el entorno necesita. Ya no es el alma mater en pedestal de mármol…es lo que la comunidad le pide y se ubica el mismo nivel e incluso por debajo para sustentarla.

El sentido nace entonces de la comunidad y está basado en los fundamentos y finalidades. Cuando el diálogo es fértil entre los fundamentos y la finalidad intermediada por el sentido, aparece la IDENTIDAD…y nuestra misión debe ser la proyección operativa de la identidad.

Entiéndase FUNDAMENTO como la historia, la memoria o el porque y FINALIDAD como el proyecto, el deseo y el para que. La MEMORIA es la visión del mundo, la realidad, el ser y el DESEO tiene que ver con la esperanza, la utopía o el podrá ser….un sueño…(Vicente Abeniz…la utopía es una cosa que sucede en ninguna parte, nunca se alcanza pero marca el camino, es como el niño buscando un tesoro en un extremo del arco iris…)

En este acto también es importante reconocer el carácter público que tenemos y la necesidad mantenerlo. Se nos aplican esquemas inapropiados de política que obliga a privatizar lo que de otro modo es una tarea. Somos una Universidad pública, porque respondemos a una vocación de servicio, vocación que se ha ido eclipsando en la sociedad, en la que todo parece tener un precio aunque efectivamente vayamos perdiendo la noción del valor en todo. Quiero reivindicar aquí este concepto fundamental para reponer el rol que merece en nuestra sociedad la vocación de servicio público, que es una expresión del humanismo y constituye uno de sus grandes y más trascendentales objetivos.

Es cierto, han cambiado muchas cosas desde la creación de la UTP con la Ley 41 de 1958 y el inicio de labores en 1961 siendo Rector el fundador Dr. Jorge Roa Martínez, el sistema universitario es hoy día más intrincado, de mayor cobertura y con diversas manifestaciones en términos de inspiraciones, propiedades y misiones. Es cierto, que la política pública debe atender distintas prioridades, enfatizar diversas tareas, respetar las leyes para proteger sus instituciones, pero también es cierto, que esas reglas deben corregirse y adaptarse al crecimiento y cambios vigentes que no soportan la existencia de normas simplistas que perjudican el funcionamiento de las instituciones como ésta, que trabajan en forma integral y compleja por su orientación a la docencia, investigación y extensión con reconocida excelencia, la cual en nuestro caso fue plasmada en la Resolución 2550 de 2005. En ella “se certifica a la institución como un todo; que cumple sus objetivos tanto en el logro, como en la pertinencia social, consignados en la misión y en el proyecto educativo institucional”.

No podemos olvidar que debemos contar para la labor de proyección académica con los instrumentos y recursos que nos permitan seguir adelante. No es aceptable que tengamos que hacer todo aquello que se pueda autofinanciar, que lo demás, por una simple regla de mercado, posiblemente no tenga valor ni sea algo que valga la pena explotar, aunque nuestro instinto nos diga lo contrario. En este día es muy importante evocar la esencia de nuestra misión, las falencias que tenemos para alcanzar su cabal cumplimiento, las debilidades para ubicarnos a la altura de los tiempos cuando los retos de la globalización y de la sociedad del conocimiento deben inspirar más esfuerzos en torno al desarrollo de las ciencias, tecnologías, artes y las humanidades.

Para muchos quizás este recuerdo no sea más que un conjunto de palabras que quedan sueltas y flotan en un ambiente de incomprensión e insuficiencia. Son los mismos que miran los problemas en pequeño, en sus manifestaciones más directas y burdas, pero no pueden por ello, animar perspectivas amplias que proyecten a la Universidad hacia el futuro lleno de desafíos. Son aquellos que no pueden mirar su trascendencia, su misión, su rol social, su carácter innovativo para generar las condiciones de progreso. Son aquellos que miran solamente en la protesta, la forma de dimensionar su visión restringida respecto de los efectos que genera la ausencia de políticas adecuadas.

Pero aquí estamos para celebrar, para mirar en la perspectiva mayor, para declarar enfáticamente que la Universidad y su comunidad académica, no renuncian a la vocación pública, que no niega, sino que proyecta creativamente su propia historia, que no vive ociosamente del pasado de gloria, sino que cimenta sobre él el edificio del futuro para la sociedad, que ansía en su proyecto estratégico mantenerse como una Universidad con orientación hacia la creación de conocimientos, a la formación, al desarrollo de su misión y al énfasis en la excelencia.
El homenaje al Dr. López es un acto de justicia a quien ha entregado su vida a la Universidad.

Es el homenaje al académico distinguido como ejemplo para las nuevas generaciones. El Dr. Germán López nació en Santa Rosa de Cabal y fue Calarcá, donde se crió, curso sus primeros estudios en el Colegio Robledo, aprendió el deporte del Basketball y conoció el amor de su vida, la Señora Ana Lucia Bonilla, con quien formó un hermoso hogar por la misma época y en que como egresado UTP se vinculó a la planta profesoral de Ingeniería Eléctrica en el año 1976 y es así como se presenta: Germán López Profesor de ingeniería eléctrica en el cargo transitorio de Vicerrector académico.

En ese hogar nacieron Andrea y Mauricio. Su hija egresada del programa de Medicina, quien me proporcionó varios de estos datos, lo describe como un excelente padre, un hombre muy trabajador, un admirador del ganado Cebú y un amigo muy amplio. Sus compañeros de carrera recuerdan su brillantez intelectual y su habilidad basketbolera. Hoy los compañeros de trabajo admiramos su compromiso, capacidad, energía laboral y su indiscutible participación en cada acreditación de programa y en especial en la institucional, acompañando a su equipo de trabajo con los que sacó a delante los procesos, cumpliendo al pié de la letra cada indicador, característica o factor y minuto a minuto con celular en mano cumpliendo las agendas de trabajo.

Hoy es el día que hemos señalado para celebrar y reconocer la labor de un compañero, con estas palabras espero haberlos invitado a pensar en los significados y utopías del pasado que hoy son realidad, pensar en el presente, saborear los triunfos y analizar debilidades y también, pensar en el mañana que por mas fortuito que sea es quien nos marca el camino trazado desde la fundación, por quienes soñaron con espiritó de colonos en esta universidad.

Dr. Germán en nombre de los decanos y demás miembros de la comunidad académica, muchas felicitaciones por este merecido reconocimiento.

Muchas gracias a todos ustedes.


SAMUEL EDUARDO TRUJILLO HENAO
Decano Facultad Ciencias de la Salud


Discurso del Vicerrector Académico de la UTP, Ing. José Germán López Quintero

La vida académica nos enseña a respetar los criterios, razones y sentido de los demás. Es la gran aventura de reconocernos en la diferencia. Respeto profundamente a quienes tuvieron la iniciativa de concitar esta jornada inmerecida en la que se me rinde tributo por mis aportes y esfuerzos en la bella misión de la Universidad que tanto amamos y de la cual soy un orgulloso egresado.

Me asalta la sensación y el nervio del sentimiento encontrado: primero, porque estoy seguro que muchos de los presentes son auténticos merecedores del reconocimiento y la gratitud institucional, por su mística, entrega, pasión y pertenencia con la Universidad y por el amor que le prodigan a todo cuanto hacen; segundo, porque también estoy convencido que no he hecho cosa distinta a cumplir con mi deber, como un eslabón más de la enorme cadena humana que suma sus esfuerzos sin fatiga para engrandecer a la Universidad que todo nos lo ha dado.

La Acreditación de Programas y la Acreditación Institucional de Alta Calidad con que nos honra el Sistema Universitario Colombiano, a instancias del Consejo Nacional de Acreditación, es un justo reconocimiento a todos y cada uno de los presentes, verdaderos protagonistas de nuestro crecimiento inacabado. Cada uno de ustedes ha puesto lo suyo y quiero apartar de mí la lisonja hueca en sacrificio, convencido como estoy que cada uno de los miembros de la Universidad aporta en una enriquecida cofradía que nos premia en el esfuerzo. Sólo recibo estos honores en la seguridad que la institución se autoreconoce a sí misma por ser la única que realmente lo merece. Somos una comunidad y en el proyecto colectivo, con la división de responsabilidades, tareas, compromisos y sueños, cada quien agencia una parte del todo y por ende a todos pertenece el logro y la lisonja. Enhorabuena, comunidad académica y administrativa que también debe hacer suyo, con toda legitimidad, el precioso peldaño de nuestra Acreditación Institucional de Alta Calidad.

Ninguno de los factores, características e indicadores que se miden en el proceso de Autoevaluación con fines de Acreditación Institucional han sido satisfechos por quien les habla, apenas sí coordiné y ayudé en la sistematización de la información de algunos de ellos y estuve celosamente al tanto del desarrollo del proceso en cada una de sus etapas y complejidades. Sinceramente creo que todos esos factores, características e indicadores fueron y son reunidos por ustedes que han hecho de la Universidad experiencia vital. El sustrato en que descansa la verificación de alta calidad de todos nuestros procesos es un testimonio colectivo que atraviesa desde la limpieza y adecuado ambiente de trabajo académico hasta los intríngulis del desarrollo de la ciencia. Aquí no están todos los que son. Los obreros, los servidores de servicios generales, electricistas, técnicos, auxiliares, secretarias, estudiantes, profesores, directores, decanos y todos los directivos, coreamos propósitos que nos acercan, barruntamos diferencias ideológicas, políticas y de opinión para reencontrarnos en lo que nos es común: la insoslayable responsabilidad social de contribuir al desarrollo cultural, educativo, tecnológico y científico de nuestra querida Región y de la Nación.

En ocasiones como estas se suele aprovechar el especial acento de cuanto se pronuncia para mirar retrospectivamente nuestras ejecutorias en la vida: acá está mi esposa Ana Lucía, también egresada de nuestra Universidad, a la que le debo gran parte de mis logros pues su apoyo y continuo acompañamiento y comprensión me han permitido cosechar los éxitos con que la vida me ha premiado. Ella, al igual que mis hijos Andrea y Mauricio, desafortunadamente ausentes, la una por trabajo el otro por estudio, han sido un invaluable soporte en todas las actividades que he acometido en buena parte de mi vida. He sido un infatigable servidor, prueba de ello son 30 años de servicios ininterrumpidos a nuestra Universidad y creo que la noción del servicio público entraña una capacidad y exigencia especial de agenciar los intereses de otros, por encima de los propios, buscando siempre la lealtad con los propósitos del bien común. Quienes ingresamos a instituciones públicas nos debemos a las comunidades con humildad, con vocación y capacidad de renuncia a intereses de grupo. Debemos ser agentes reales de transformación social en la búsqueda de escenarios de justicia social donde se concreten las oportunidades para todos, sin distinciones odiosas por razones ajenas al buen servicio. Pero la misión nos impone además hacerlo sin esperar nada a cambio, con la sola satisfacción de reconocernos en los aciertos y de ser hábiles en la transformación de los yerros en que también podemos tropezar. En una palabra, jamás podemos renunciar a la condición humana, sencilla y simple, pues en estos adjetivos descansa la verdadera grandeza cual es la de entregar no sólo lo que se tiene sino lo que se es.

A mi universidad le he dado lo que soy, no en busca de lisonjas sino con el férreo convencimiento de estar y hacer lo correcto; de ella he recibido también todo cuanto tengo; lo que me anima a la acción es poder contribuir con mi esfuerzo a que todos nos abramos camino al éxito y al reconocimiento de las comunidades académicas nacionales e internacionales y a que la universidad cada vez más resuene en el firmamento de esas ejecutorias. Llegamos a la universidad para quedarnos y no en tránsito breve de aliento, esta es nuestra vida, nuestro denuedo y esfuerzo, nuestra misión y el sentido de nuestras energías. Creemos en la vida académica como una experiencia irrepetible de entrega a los demás. No en pocas ocasiones se me critica por practicar esta filosofía de vida, pero allende las críticas, continuaré ejerciendo con dedicación esta faena de propiciar los apoyos que de mi esfuerzo se demanden. Seguramente otros hallarán expediente de poder en las negaciones y rechazos: yo firmemente creo que el servicio es la cuota de legitimidad que nos entrega responsabilidades en la dirección de las instituciones: se ocupan estos cargos para servirle a la comunidad. Quien no obre de esa suerte, seguramente brillará en las carantoñas de los anuarios, pero jamás encontrará espacio en la memoria de los pueblos y gratitud en los corazones de quienes los circundan. Ese es el verdadero premio: la satisfacción tranquila de haberle servido a las personas que demandan servicio y proyectos, apoyos y sueños y utopías.

Debo reconocer también al señor rector de la Universidad, Ing. LUIS ENRIQUE ARANGO JIMENEZ por cuyas condiciones de liderazgo la institución acomete nuevos rumbos, agita sus esfuerzos y entregas y especialmente por haberme dado la oportunidad de integrar un magnífico equipo de trabajo seriamente comprometido y profesionalmente idóneo en la conducción de la Universidad. La oportunidad que me brindó al designarme como su Vicerrector Académico, ha sido más que un voto de confianza, un honor que me precio en poner al servicio de la academia, a la que respeto con la dedicación de los enamorados.

A mis amigos y compañeros de muchas jornadas, profesores William Ardila Urueña y Alberto Ocampo Valencia, mi agradecimiento perenne por haberse echado sobre sus hombros la planificación y organización de este inmerecido homenaje.

Merece una felicitación y un agradecimiento muy especial todo el equipo de trabajo de la Vicerrectoría Académica, sin cuyo soporte, colaboración y apoyo permanentes, hubiese sido imposible la realización de todos los proyectos adelantados en los últimos seis años.

Compañeros de jornada, mucho aprecio este acto. Me deja una huella sensible en mis afectos, de remozada alegría y de enorme compromiso. Les agradezco, con mis mejores sentimientos, este bello gesto de exaltación inmerecida.

Espero que en la curva de los tiempos podamos reafirmar nuestros anhelos de seguir adelante en el ejercicio del sacerdocio que la vida nos regala, dando lo mejor de nosotros a todas las generaciones de colombianos que circulan por nuestras aulas, con el renovado compromiso de ser agentes catalizadores del cambio social y de inaugurales cánticos de éxitos eviternos. Las urgencias del país nos demandan ese cometido y con compañeros de viaje como ustedes, la Tecnológica de Pereira será cada día más universidad y canto y compromiso y desafío y utopía y sueño renovado.

Muchas gracias a todos por su presencia testimonial que valoro con la memoria de mi gratitud.

Pereira, 9 de noviembre de 2005

JOSÉ GERMÁN LÓPEZ QUINTERO
Vicerrector Académico