Discurso del Rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, Ing. Luis Enrique Arango Jiménez en el Homenaje realizado por la comunidad académica al Vicerrector Académico de la UTP, Ing. José Germán López Quintero.



DISCURSO HOMENAJE A VICERRECTOR ACADÉMICO

9 de Noviembre de 2005

Señores Miembros del Consejo Superior, Doctores: Jairo Melo Escobar, César Castillo Ramírez, William Ardila Urueña y Guillermo León Valencia Rojas.

Ing. Germán Lopez Quintero y Señora.

Señores Directivos, Decanos, Directores de Programa, docentes, funcionarios e invitados.

Un homenaje es un acto humano que expresa reconocimiento y valoración a las realizaciones, actitudes y comportamientos del otro u otros, y como tal, nace de una sincera y espontánea decisión, que desea hacer saber, que los desvelos, sacrificios y aportes, que él o ellos han realizado, no han sido ignorados o pasado inadvertidos, sino por el contrario, han dejado huella y cobrado sentido para quienes lo otorgan.

En el caso que hoy nos ocupa, no puede ser más evidente este esbozo descriptivo. José Germán López Quintero es una de aquellas personas difícilmente repetibles; sus atributos personales, sumados a su enorme compromiso con las responsabilidades laborales y familiares, lo proyectan como un ser humano excepcional, digno de encomio, y candidato para ser señalado sin reato alguno como un ciudadano verdaderamente ejemplar.

Muchas son las ejecutorias y realizaciones que habría que reconocerle a Germán, pero los momentos de euforia que vive la Universidad alrededor de la Acreditación Institucional me obligan a detenerme en el papel que él jugó en la búsqueda y obtención de la misma, poniéndole el pecho de manera obsesiva, llenándose de paciencia para mover toda la institucionalidad en un empeño, que gracias al trabajo en equipo de muchas personas, resultó exitoso para bien de todos nosotros, de la región y del país.

Cuando conocí la noticia de manera oficial y produje una primera comunicación al respecto, no dudé un segundo en hacer notar, como ahora de nuevo lo hago, el liderazgo de la Vicerrectoría Académica a lo largo del proceso. Hablando de balances, este sólo logro sería suficiente para tributarle el homenaje, que en buena hora el cuerpo de decanos de la Universidad, sus compañeros de trabajo, sus amigos y otras personas decidieron realizar.

Cómo se nota que la Universidad ha cambiado; un evento como el que hoy nos agrupa habría sido impensable en tiempos pretéritos. Los considerábamos impropios, ajenos al ethos universitario, más emparentados con la cursilería que con la sobriedad universitaria. Espero no equivocarme, pero creo que en la historia de la Universidad no hay un antecedente similar. Fantástico que así sea, los seres humanos requieren del reconocimiento; él es un incentivo más poderoso que cualquier otro.

Me anima ver a los directivos académicos activos y ejerciendo liderazgo; hemos dejado atrás aquellas épocas donde la abulia administrativa era el común denominador y donde los cargos administrativos académicos se eludían y terminaban aceptados a ruego.

La Acreditación Institucional marca el inicio de una nueva etapa en la vida de la Universidad, se requieren liderazgos académicos innovadores que promuevan el cambio y el avance dentro de nuevas concepciones; en lo pedagógico, en lo curricular y de integración con el medio. Ello hará posible llenar las expectativas de una sociedad que ahora nos exige más. Si logramos afinar nuestra gestión con este espíritu pasaremos la prueba.

Valoro en su significado este homenaje a uno de los hombres de mi equipo, sobre todo, tomando en cuenta que se trata de una administración, que al menos matemáticamente, tiene la posibilidad de estar finalizando.

Germán, posee un talante personal envidiable que lo hace competente para moverse con soltura y efectividad dentro de las llamadas relaciones públicas; con un poco de realismo, suelo referirme a él como mi Canciller. Es tal su destreza en esta lid, que se fija en el recuerdo de las personas que recibe, dejándoles una grata impresión y agradecimiento por su hospitalidad, amabilidad y atenciones. Cuando en razón de mi rol rectoral, me muevo en el escenario nacional, encuentro a menudo la referencia lisonjera y el apunte grato hacia mi apreciado Vicerrector.

No podría de él pregonarse que sólo actúa ante terceros, puedo afirmar con conocimiento de causa, que en su entorno de trabajo se hace querer de la gente que lo rodea, a quienes defiende con energía como si fueran sus propios hijos, velando por su bienestar a toda costa, incluso muchas veces deseando ir mas allá de lo posible. Ello le permite ser exigente con sus subalternos sin que esta circunstancia provoque incomodidad desmedida y mucho menos malquerencia alguna. Todo lo contrario, su estilo de dirección ha permitido consolidar un equipo de trabajo compacto y comprometido, al que ha ido formando a través de la asignación de responsabilidades en el día a día. Sabe delegar y confiar en su gente; uno de los primeros mandamientos que debe aplicar un buen líder.

Así como no hay una única inteligencia que pueda juzgar a las personas de manera global, los administradores públicos ejercitan variados estilos para cumplir con sus funciones dentro de una realidad que de por sí es variopinta. Afortunadamente ello es así, de lo contrario dejaríamos de ser humanos y la existencia correría el riesgo de ser bien aburrida.

Hay, no obstante, verdades generales que se vuelven condicionantes para una gestión exitosa y entre ellas predico de una en particular: no equivocarme al seleccionar las personas con que voy a trabajar. En mis 14 años como administrador público, he tratado de hacerle honor a este principio; a veces suelo afirmar como consejo a mis amigos, que en materia de nombramientos hay que tratar de que el nombrado sea por lo menos tan bueno como uno y preferiblemente mejor.

Conocí a Germán hace media vida, participé en su proceso de vinculación a la Universidad como docente, compartí con él mis ideas políticas, y cuando siendo miembro del Consejo Superior, se presentaron las condiciones para acceder a la Rectoría, fue al primero que busqué para que promoviera mi nombre al interior de la Universidad. Una vez designado Rector, ha hecho parte de mi equipo de gobierno como Vicerrector Académico de manera ininterrumpida.

Si me pidieran resumir en cuatro palabras lo que pienso de Germán como funcionario y como amigo, no vacilaría en utilizar los siguientes vocablos: compromiso, eficiencia, disciplina y lealtad.

Es un hombre rápido, como buen ingeniero que es, siempre está con las soluciones a flor de labio; detesta refugiarse en los “no se puede”. Son tantas sus ganas de servir que a veces trata de adivinar lo que uno piensa, y hay que pedirle que deje terminar de hablar. Cuando no hay solución a la vista, siempre afirma: “eso se resuelve”. A él, no es necesario entregarle plan de vuelo, vuela por sí solo con acierto y maestría.

Nunca he dejado de admirar cómo es capaz de haber seguido dictando clases durante estos casi seis años de manera permanente, sacrificando los sábados sin una sola queja y predicando, valga la cuña, con el ejemplo.

Con qué entusiasmo Germán vende a su Universidad. Cómo disfruta del reconocimiento conquistado de terceros. Cómo sufre con los comentarios ácidos y a veces malintencionados que nos toca oír y asumir en el no siempre armónico entramado local de la Universidad.

En los discursos que debo pronunciar en las ceremonias de graduación, recomiendo a nuestros graduandos que hagan parte del bando de quienes miran la vida positivamente; seguros de que las cosas se pueden mejorar y mejorarán. Pues bien, Germán es uno de esos seres que siempre irradian proactividad. No recuerdo jamás haberlo visto abatido.

No será perfecto como ninguno de nosotros; seguramente quisiera hacer más de lo que puede, o sufre de las angustias y debilidades de cualquier mortal, pero ello antes que disminuirlo, lo potencia como un líder resuelto a triunfar, como un compañero de viaje y de destino excepcional.

A diferencia de tanto profeta imperfecto, de él puede decirse que aplica lo que predica; en la intimidad de su círculo familiar puede también reclamar el reconocimiento de la labor cumplida: Ana Lucía, su entrañable esposa, hoy Magíster en Administración Económica y Financiera, funcionaria de la Empresa de Energía de Pereira; Mauricio, con estudios culminados de Ingeniería Electrónica, con tesis laureada, en camino al doctorado; y Andrea, médica cirujana de esta Universidad, en busca de su especialización, con una preclara vocación hacia lo social, quien quizá más se parezca a él, dan fe de la dedicación de Germán a su familia.

Yo sé que a él poco le agradan estos reconocimientos, y aunque tener ego es de humanos, si de él dependiera se mantendría detrás de escena. No señor, en esta ocasión lo vamos a contrariar, merece que lo mostremos a la Comunidad Universitaria y a la sociedad como un hombre ejemplar, digno a ser imitado.

Felicitaciones y larga vida, amigo Germán. Que Dios lo guarde y lo acompañe siempre en unión de sus seres queridos.


Muchas gracias.


LUIS ENRIQUE ARANGO JIMÉNEZ
Rector