Discurso del Rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, Ing. Luis Enrique Arango Jiménez pronunciado en el acto de reconocimiento de la Fundación Universitaria del Área Andina como Homenaje a la UTP por la obtención de la Acreditación Institucional.



Resulta de elemental cortesía empezar estas palabras con el agradecimiento de la Universidad Tecnológica de Pereira a la fundación Universitaria del Área Andina que en un generoso acto de gallardía y colegaje nos convocó a este reconocimiento. Sin duda, razón tienen quienes afirman que la frontera entre las universidades públicas y privadas está desapareciendo entre la identificación de propósitos comunes que nos mueven a la acción. No en vano resulta claro que nuestra misión es la misma: formar seres humanos con sentido de responsabilidad social con conocimientos y habilidades que les permita promover cambios en la sociedad que potencien su desarrollo y proyecten escenarios de condiciones de vida cada vez mejores para los colombianos.

Más cierto aún, es esta identificación cuando la Institución Universidad debe ser un punto de encuentro de la sociedad, un estado de reposo donde las actitudes humanas deben hacer un alto en sus particulares intereses para abrirle espacio a las causas e ideas generales, que son aquellas que se reconocen como fundamentales para el desarrollo de nuestra especie.

Cuando en las Universidades se superan las incertidumbres, y las comunidades que habitan o circulan en ella se hacen más concientes de su papel y aporte, no cabe ninguna duda de que los propósitos y metas que las animan se dinamizan y fortalecen. El Sistema Nacional de Calidad de la Educación Superior creado por la Ley 30 de 1992 y que impulsa con ahínco el actual Gobierno Nacional, nos ha puesto en el camino del auto examen, de la reflexión serena e intensa sobre nuestras fortalezas y debilidades y de la cultura del mejoramiento. Hoy, debemos reconocer que estos nuevos elementos de la gestión universitaria están aportando significativamente al proceso de crecimiento sostenido del sistema de educación superior de nuestro país, en beneficio colectivo de toda la sociedad.

He afirmado reiteradamente, que la Acreditación Institucional conferida a la Universidad Tecnológica de Pereira no es un punto de llegada; no constituye una meta en sí misma, es, por el contrario, un gran compromiso y desafío pues, entiendo que los sistemas de calidad, cualquiera de ellos, están montados en la lógica del mejoramiento indefinido. Estos enriquecedores procesos apenas sí dan evidencia de aquello en lo que tenemos adecuados niveles de calidad y fortaleza y simultáneamente registran los aspectos que representan oportunidades de mejoramiento, siempre en la búsqueda de la huidiza excelencia. Esta, la excelencia, por supuesto, tampoco es un puerto de arribo: es un blanco móvil, camino y frontera a la vez, que ilumina la acción pero que se repite al infinito en búsquedas y caminos nuevos a cada paso que avanzamos.

Los estándares de la excelencia no son estáticos, ellos van moviéndose en la medida en que el sistema en su conjunto va mejorando; al fin y al cabo los mejores siempre serán una élite que va adelante, jalonando a los demás. Así concibo la Acreditación de Calidad, como un estado de transición donde no hay nada definido en términos absolutos; vamos adelante pero otros vienen detrás con ganas de pasar al frente. Y esta sana emulación es la que debe proyectar al sistema de educación superior en su conjunto.

Los logros de la Universidad Tecnológica de Pereira no son fortuitos; contamos con un grupo humano calificado y comprometido con la causa de la educación superior; Directivos, trabajadores y docentes, son personas de reconocidos méritos que hacen de la universidad su proyecto de vida y ponen en ella lo mejor de sus energías.

Desde el Consejo Superior, en la cúspide del Gobierno Universitario, hasta en la base misma de la organización , encontramos un deseo ferviente de hacer las cosas bien. Con un recurso de esta naturaleza, no existen barreras para el éxito que no sean franqueables y las principales dificultades están en seleccionar el camino, asumiendo los riesgos que sean necesarios; una vez tomada la vía decidida, en la paciente labor de una comunidad comprometida, aparecen los logros como una consecuencia inevitable.

Vano sería individualizar los logros alcanzados; sólo un trabajo colectivo, de equipo, es capaz de aportar el músculo que se requiere para poner en marcha el engranaje institucional hacia la acreditación.

Estos logros son el resultado de las semillas sembradas desde el momento mismo de nuestra fundación y recogidas con veneración por quienes nos antecedieron: las personas que idearon esta empresa social del conocimiento visionaron con acierto los perfiles y filosofía de la naciente universidad. La entrega y devoción heredadas de Jorge Roa Martínez y Guillermo Angel Ramirez, sus Rectores fundadores, y de todos los que los sucedieron en la causa: Pablo Oliveros Marmolejo, Samuel Eduardo Salazar Echeverri, Juan Guillermo Ángel Mejía, Guillermo Guzmán Londoño, Jaime Cardona Orozco, Ricardo Orozco Restrepo, Javier Arroyave Ochoa y Carlos Alberto Ossa Ossa, han sido el mayor y mejor capital con que pueda contarse. Crisoles de honradez y sacrificio a toda prueba. El papel jugado por toda nuestra dirigencia regional a lo largo de los años es un factor que no puede ignorarse a la hora de valorar la evolución y los logros de nuestra alma mater. Ella, nuestra clase dirigente, siempre ha defendido a la Universidad como proyecto de Nación y se ha mantenido al margen de exigencias y contraprestaciones que no podemos atender. El respeto y deferencia que la clase dirigente siente, profesa y aplica hacia nuestra universidad, es un patrimonio inigualable que nos ha permitido consolidar los procesos académicos libres de la interferencia de los demás agentes del poder público. Por eso, recibimos los réditos sociales de hoy y los entregamos con satisfacción a la sociedad entera, procurando hacer de estos espacios, ocasiones propicias para la gratitud a ese concierto de voluntades que ha apoyado con decisión a la Universidad en su incesante marcha.

Otra gran fortaleza que quiero resaltar es la apropiación de su universidad por la ciudad y la región. La Tecnológica le pertenece a Pereira y a la Región y todas las fuerzas sociales la viven y se la apropian en sus dificultades y desafíos. Contamos con todos a la hora de congregarlos porque la comunidad nos entiende como suya. Esto, es una forma de prestigio social y pertinencia. Todos saben que ésta es la única universidad pública con la que cuentan y encuentran además a los mejores en permanente compromiso de hacer lo que esté a su alcance para el beneficio de la comunidad sin exclusiones.

Nuestras relaciones con el Gobierno y los gremios de la producción siempre han estado mediadas por la cordialidad y la unidad de propósito. Agenciar y servir a los intereses generales, es una cuota de legitimidad que todos rescatamos y defendemos, y merced a ello, hemos logrado generar o fortalecer estas sinergias que han permitido nuestro desarrollo y que hoy con fortuna nos ubica entre las mejores universidades de Colombia. Es muy satisfactorio poder acudir ante el Gobierno Nacional en demanda de alguna solución puntual o de emprender proyectos de largo alcance y sentir cómo nos respetan y aceptan como interlocutores juiciosos y delicados en el manejo y administración de los recursos públicos. El Estado, en sus agencias, no duda en emular el tipo de administración y transparencia de gestión que circunda en nuestros procesos.

En las universidades a veces hay que vencer la inercia que la hace reactiva a los cambios; hay que asumir riesgos. Creo firmemente que en la nuestra estamos superando esta condición inveterada que actúa como freno en la senda hacia el progreso.

Podemos decir que hemos vencido las posiciones de pensamiento que preconizaban que toda universidad pública debe parecer físicamente un recinto de anarquía. Hoy, tenemos un campus sano que los estudiantes mismos cuidan con orgullo y decisión. Nos produce alegría registrar la inmensa satisfacción de quienes nos visitan y disfrutan del maravilloso escenario de trabajo con el que contamos; de verdad nos sentimos privilegiados de poder disponer de tantos recursos objetivos para el logro de nuestra Misión.

Todavía quedan algunos remanentes que son el reducto de viejas prácticas, que respetamos, pero combatimos con tesón. No dudamos de que a la larga el ejercicio racional de las argumentaciones y los resultados permitirán la construcción de nuevos acuerdos que hagan a la Universidad mucho más potente en sus cometidos. El reconocimiento de la diversidad en la diferencia constituye nuestra impronta y por eso hemos superado los cataclismos y prodigamos respeto y tolerancia en los marcos del bien común que todos defendemos. Son cada vez menos las voces de desaliento que desaniman las acciones: somos más los convencidos de que la universidad pública no es meramente frontera ideológica y contestataria de la política pública; preferimos ser coautores y consultores de una construcción que pueda encaminarnos al encuentro de lo que nos une e identificar y atacar todo lo que nos separa.

Siendo tan jóvenes, nuestra universidad cuenta con un poco más de cuarenta y cuatro años de historia, hemos logrado posicionarnos como una de las universidades de gran desarrollo en la investigación; los académicos de la Tecnológica están dispuestos a superar la universidad profesionalizante por un auténtico centro de producción y transformación del conocimiento en todas las áreas con que contamos; no sólo en la ciencias naturales sino también en las ciencias sociales, donde el compromiso desplegado con acciones que abordan esas temáticas dan fe de la integralidad de nuestras preocupaciones. Temo hacer inventarios de las investigaciones en biología molecular, en medio ambiente, en medicina, en ingeniería, en tecnología y en ciencias sociales porque omitir una sola de ellas sería injusto. Pero, en resumen, cada área académica de la universidad trata de impactar el entorno en una alianza con el mundo exterior que definitivamente superó el concepto de universidad aislada y ajena o adormecida en sus propias glorias.

La Universidad gracias al trabajo de muchas personas del pasado y del presente y con el decidido respaldo de una sociedad que la rodea solidariamente y le brinda su apoyo vive un momento de envidiable esplendor en todos los terrenos; la Universidad Tecnológica de Pereira es un patrimonio público que debemos conservar entre todos a como de lugar.

Los beneficios que nos otorga la Acreditación Institucional se deben aprovechar innovadoramente; la Universidad debe crecer en la región y fuera de ella a través de alianzas que aprovechen las infraestructuras existentes. El conocimiento y la calidad alcanzadas deben irrigarse en la medida de las posibilidades, para que ellas no sean un tesoro excluyente sólo apto para la autocontemplación, sino una herramienta para progresar en los cometidos misionales.

Finalmente, déjenme reafirmar el mensaje de que la Universidad Tecnológica de Pereira le pertenece a la ciudad y a sus gentes, es un patrimonio de Risaralda y el Eje Cafetero. Con ella podemos avanzar, preservando la calidad académica que nos distingue, en el abordaje, estudio y solución de tan variados retos que nos presentan los tiempos que corren. Sabemos que en este cometido no estamos solos, otras Instituciones de educación Superior reman en la misma dirección; a ellas les queremos decir que cuenten con nosotros, no los vemos como competidores sino como aliados en la tarea de contribuir a la sociedad en la búsqueda de mejores condiciones que nos permitan aliviar la situación de pobreza, donde hay que confesar que no hemos pasado el examen.

Gracias mil a los Directivos y docentes de la Fundación Universitaria del Área Andina, en especial al Dr. Carlos Enrique Marín Vélez, Presidente del Consejo Superior, al Dr. Gustavo Eastman Vélez, Presidente de la Asamblea de la Fundación,al D r Fernando Laverde Morales, Rector Nacional, al Dr. Carlos Patricio Eastman Barona, Rector seccional y a todas las personas que nos honran con su acompañamiento en este importante reconocimiento para todos nosotros.

Si Pablo Oliveros Marmolejo estuviera esta noche presente estaría disfrutando tanto o más que yo este sentido homenaje. Nos inclinamos con reverencia ante su memoria.


Muchas gracias


LUIS ENRIQUE ARANGO JIMÉNEZ
Rector