Hoy quiero referirme a la Acreditación Institucional; proceso al cual la universidad se ha aplicado con entrega y entusiasmo, particularmente en los dos últimos años. Acabamos de superar, así lo juzgamos, la prueba más difícil; aquella donde una comisión de evaluadores externos pone a prueba la autoevaluación que hicimos autónomamente y que había sido remitida como documento base para la acreditación.
Es la mirada de un conjunto de personas que con su experiencia y estudio de los documentos, viene a contrastar la realidad con la medición teórica, siempre relativa, que la institución con sus respectivos componentes construyó a lo largo de extenuantes jornadas de trabajo, siempre apoyada en informaciones comprobables y en documentos pertinentes.
No quisimos enmascarar la realidad; los pares pudieron interactuar con todas las manifestaciones que habitan la Universidad y sus voceros. Un amplio espectro de intereses se la jugaron de acuerdo a su particular modo de ver las cosas; desde los que le apostaban al fracaso, viendo la oportunidad para “denunciar”, hasta los que asumieron el compromiso con alegría y deseo de triunfo. Así, desfilaron docentes, estudiantes, funcionarios, administrativos, empresarios de la región, egresados y directivos académicos, todos alimentando un examen atípico en medio de la mayor diversidad.
Decimos que superamos la prueba, por cuanto además de estar muy seguros de lo que hacemos, las primeras impresiones de los pares, que deberán servir de materia prima para su informe final, son francamente muy positivas. Difícil olvidar las expresiones de asombro de los pares frente a lo que vieron de los egresados de la universidad y de los empresarios; un reconocimiento por la universidad, que no siendo irreflexivamente obsecuente, si dejaba muy en claro lo que la universidad ha hecho por la región en términos de conocimiento y desarrollo.
No todo fueron zalemas; quedan observaciones muy válidas que debemos acoger con humildad para continuar con el proceso de mejoramiento incesante que debe ser el norte de cualquier institución. Todos aprendemos de los procesos de calidad, inclusive aquellos que sólo anidan en la universidad para hacer de ella una trinchera política.
Debo felicitar a muchas personas, podría decir que casi a todas, pero quiero destacar a algunas de ellas; sobre todo por que las vimos entregadas durante todo el tiempo a no dejar enfriar el proceso; contagiando con su laboriosidad y dinamismo a todos, quienes desde diversos ángulos hacíamos lo que nos correspondía; me refiero a Germán López Quintero, a Patricia Carvajal Olaya y al Comité Central de Acreditación.
Espero confiado que antes de finalizar el año estaremos recibiendo el tan anhelado trofeo de la Acreditación Institucional; máximo reconocimiento que el Sistema de Acreditación Colombiano le hace a una Institución de Educación Superior, y que palabras más, palabras menos, significa ingresar a la élite de la excelencia.
Luis Enrique Arango Jiménez
Rector
Editorial del Campus InForma Impreso N. 014