Intervención del senador Jorge Enrique Robledo enviada por el profesor Gonzalo Arango, para toda la comunidad universitaria.
Colombia: Hasta en sus Mejores Momentos, el Modelo Económico no le Sirve a la Gente
Intervención del senador Jorge Enrique Robledo, 19 de abril de 2005.
Crecimiento mediocre de la economía. Desempleo e inflación. El modelo está hecho para aumentar las importaciones. El efecto perverso de las remesas. Se debe prepagar deuda externa. El interés de la nación es distinto al de las trasnacionales.
Senadores, colombianos que nos escuchan en la tranquilidad de sus casas, señores del Banco de la República. Voy a tratar de hacer una intervención lo más breve posible y empiezo lamentando que no se me hubiera respondido por completo el cuestionario. Hubo varias preguntas, pero sobre todo una, mencionada ya por el senador Luis Guillermo Vélez, que hubiera sido importante que se respondiera. Preguntaba de manera precisa en qué consistía la independencia del Banco de la República y particularmente cuál era su independencia con respecto a las políticas del Fondo Monetario Internacional. Y hacía otra pregunta que hubiera querido ver también respondida, porque la creo muy importante para el debate. Preguntaba que, si para efectos del desarrollo nacional, da lo mismo la inversión nacional que la extranjera. Que si se deben considerar exactamente iguales o hay algún tipo de diferencia en el impacto sobre el país. Pero el asunto lo podemos dejar para otro día. De momento me voy a limitar a llamarles la atención al país y a los senadores sobre un hecho a mi juicio muy grave. El año pasado hubo unas condiciones que uno pensaría, dentro de la lógica del modelo económico neoliberal, excepcionalmente buenas. El 2004 fue uno de esos años que ha debido producir un crecimiento y una mejoría supremamente grandes en las condiciones económicas del país, porque las cosas salieron bastante bien dentro de la lógica del modelo. Y vamos a ver cómo eso no produjo el impacto que se esperaría, en términos de beneficio para el común de los colombianos.
Crecimiento mediocre de la economía
Empecemos por mencionar que el crecimiento el año pasado fue de 3,96 por ciento, menos del 4 por ciento. Ese es un crecimiento malísimo para un país de las condiciones de Colombia. Pésimo. Con un crecimiento tan bajo nunca resolveremos los problemas que padece nuestro país. Para que Colombia logre hacerlo debe crecer al 9 por ciento, como mínimo, durante treinta años. Solo así empezará a volverse un país medianamente civilizado. O sea, estamos en líos graves. El de Colombia fue el peor crecimiento de América Latina, así el Dane hubiera dicho que igualó al de América Latina. No es cierto. El crecimiento promedio de América Latina estuvo cincuenta por ciento por encima del colombiano. Aprovecho para llamar la atención, y me uno a las voces de muchos analistas: no se le puede seguir aceptando al Dane que manipule cifras ni dé interpretaciones que además no se corresponden con los hechos. Es un problema bien grave del Dane y de todo este gobierno, una realidad virtual como la que vimos expresada en el debate anterior. ¿Y por qué digo que es tan grave? Porque al país le fue bastante bien: si se supone que las exportaciones son la felicidad, un aumento del 28 por ciento es bastante bueno. Pero que el gobierno no saque pecho, porque nada tiene que ver con el aumento del valor de las exportaciones, pues lo que hubo fue unos precios internacionales altos para petróleo, carbón, ferroníquel, e incluso una reactivación de los precios internacionales del café. Pero eso es, digamos, bastante bueno.
Es bueno también el aumento de las exportaciones a Venezuela, de 130 por ciento, un mercado que se desprecia tanto en la lógica neoliberal, al punto que si el TLC lo acaba, tampoco importa, porque todo se reduce a hacer negocios con Estados Unidos. Y aprovecho para decirle al gobierno nacional, que ha sido tan irresponsable en el trato de las relaciones con Venezuela, que no olvide que este es un mercado clave para la economía nacional, no para materias primas, sino sobre todo para bienes manufacturados. Llamo la atención sobre este punto, no resulte que vuelvan a agitarse las aguas y terminemos en problemas con los vecinos.
Las importaciones crecieron bastante, 20 por ciento en dólares y en términos reales 16,7 por ciento. Vamos a ver que tal incremento se termina volviendo un problema, aunque para la lógica neoliberal no debería serlo, pues se supone que la felicidad también reposa en importar, más cuando se supone, según ellos, que lo que estamos importando son bienes que nos permiten modernizar el aparato productivo.
Además, lo que informan el Banco de la República y el Ministerio de Hacienda es que el 2005 va a ser menos bueno que el 2004, en estos términos. Deben bajar los precios de los bienes básicos. Las exportaciones, calculan ellos, van a crecer por debajo de las importaciones. Estas serán mayores por efectos de la revaluación de la moneda y porque el incremento de las ventas a Venezuela va a ser menor. Por todas estas razones, el año entrante se prevé menos bueno. Sin embargo, ellos calculan que será parecido. ¿Qué significa parecido? Porque si lo dejamos en 3 o cuatro por ciento será un año bastante malo, y es bien probable que resulte aún peor, porque van a cambiar varios de los indicadores fundamentales.
Desempleo e inflación
¿Qué pasó con el empleo? Una cuestión crucial, porque al final a uno la economía le interesa es según le vaya a la gente. Las cifras que nos dan muestran que hubo una baja de la tasa de desempleo, el nacional a 14 por ciento y el urbano a 16 por ciento. Aun así, siguen siendo muy altos. Y hubo bajas del 1,4 y el 1 por ciento. Pero aquí hay un fenómeno que genera confusión. Que baje la tasa de desempleo no significa que se hayan creado muchos puestos ni que haya aumentado el número de ocupados. Porque según las propias cifras oficiales, entre octubre de 2004 y enero de 2005, el número de ocupados disminuyó en seiscientos noventa y seis mil y el número de ocupados entre diciembre de 2003 y el 2004 fue de cuatrocientos mil menos.
Paradójicamente, baja la tasa de desempleo pero no aumenta el número de ocupados. Al final el Banco y el Ministerio explican el enigma informando que lo sucedido fue que hubo un menor crecimiento de la oferta laboral, una especie de eufemismo para decir que no es que aumente el número de empleos que se crean en la sociedad, sino que hay menos gente buscando empleo. Aquí es donde aparece la discusión. Algunos pensamos que hay menos gente buscando empleo porque muchos se hartaron de andar por ahí repartiendo hojas de vida, y otros se han ocupado en las labores del hogar. Tengo a alguien muy querido que decidió que, como no es posible conseguir empleo, entonces la señora sigue trabajando y él es la empleada doméstica de la casa, actividad por lo demás muy respetable, pero que está mostrando un problema supremamente grave en la economía nacional. Porque todos sabemos que el desempleo es una de las peores lacras que padece una sociedad.
Con respecto a la inflación, el doctor Luis Guillermo Vélez dio aquí una puntada. Quiero insistir en este aspecto. Porque también en este campo empieza a haber una especie de truco que a mi juicio oculta una perversión. La cifra de inflación de un país es un promedio compuesto por las inflaciones de distintos componentes. En el 2004 ese promedio fue del 5,5 por ciento, no tan bajo como el de otros países. Desde 1999 hasta hoy ha sido del 7,43 por ciento promedio, pero hay algo que se oculta. Los bienes cuyo costo ha caído de verdad han sido, vivienda, vestuario y gastos en diversión. Alimentos ha estado más o menos parejo con el nivel de la inflación. Pero vivienda, vestuario y diversión, tres renglones inmediatos del consumo básico son los que han mantenido baja la inflación, porque su tasa de inflación es inferior al promedio. ¿Qué es lo que ha sucedido? Que, por otro lado, se producen alzas en renglones no menos claves. Los datos resultan casi increíbles: en salud, los costos han aumentado 37 por ciento por encima del promedio. En transporte, han aumentado 55 por ciento por encima del promedio. Los servicios financieros han aumentado 50 por ciento por encima del promedio. Los combustibles han aumentado 170 por ciento por encima del promedio. Entonces ¿qué es lo que está sucediendo? Que la inflación está bajando o se sostiene relativamente baja porque la gente está comiendo menos, recreándose menos y viviendo peor, mientras se engrosan las ganancias del sector financiero y el de salud, es decir, de los grandes negocios de los monopolios y las trasnacionales. Aquí ya se mencionó el caso de los servicios públicos domiciliarios, que curiosamente no desagrega el Dane en sus estadísticas, no entiendo muy bien por qué, ni el Banco tampoco lo explica. Pero también estos servicios suben por encima de la inflación, lo que favorece a ciertos sectores de la economía nacional y le carga la mano al pueblo y a las capas medias.
El modelo está hecho para aumentar las importaciones
El mediocre crecimiento de la economía, a pesar de estarse cumpliendo los sueños del modelo económico vigente, tiene un aspecto que vale la pena resaltar. Ha crecido la demanda, un aspecto clave del desarrollo, al seis por ciento real, hecho que no se veía desde hace diez años. Lo hizo al once por ciento en el último trimestre, lo que es bastante bueno. Pero qué es lo que está sucediendo. Y aquí volvemos al problema de las importaciones y la perversión del modelo. Dice el doctor Javier Fernández Riva, sin duda un analista bien conocido y respetado, que en buena medida el fenómeno se explica porque el aumento de la demanda lo que está disparando son las importaciones más que la producción interna. Y, además, porque en buena medida se trata de una demanda jalonada, no por los sectores populares, sino por los más adinerados. Y una cosa es clara, la demanda no jalona de verdad el aparato productivo interno de producción si no se trata de una demanda que esté regada entre un número bien importante de colombianos.
El modelo está hecho para aumentar las importaciones, y además tiene que ver con la revaluación de la moneda. Hace más o menos un año, en un debate sobre el TLC, el doctor Botero me aseguró, no le faltó sino sacar la Biblia para jurar, que el TLC iba a ser muchísimo mejor que la apertura del 90, porque me dijo: “Senador, va a ser sin revaluación”. Yo apenas expresé una sonrisa y le dije que esperáramos al día de la quema. Por supuesto, el doctor Botero no ha vuelto a decir ni pío. Vamos para el TLC, o, por mejor decir, ya casi debiéramos estar en él, lo que pasa es que se les ha estado complicando el asunto porque hay mucho testigo indeseable, mucho notario de lo que van a firmar. Y lo que vamos a ver, si entra en funcionamiento en el corto plazo, es un TLC con revaluación de la moneda.
Los amigos de que aumenten las importaciones podrán sentirse muy satisfechos, porque la propia estadística de Planeación Nacional dice que van a crecer al 12 por ciento, aproximadamente, mientras que las exportaciones lo harán al 6 por ciento. O sea, las importaciones aumentarán el doble que las exportaciones y, por supuesto, con revaluación el desastre será mayor.
El efecto perverso de las remesas
Quiero hacer una mención al asunto de las remesas. ¡3.200 millones de dólares en remesas de compatriotas nuestros que viven en el exterior! Aceptamos en gracia de discusión que en ellas no hay un peso que no tenga origen en el sudor y el sufrimiento del colombiano que trabaja en el exterior. Me atrevería a aseverar, senador Luis Guillermo Vélez, que esto es lo que está manteniendo vivo el modelo. Si esa suma se le sacara, el modelo colapsaba. No es posible sostener el actual ritmo de importaciones si las remesas no compensaran lo que no son capaces de pagar nuestras exportaciones. Pero miren la perversión del modelo, senadores y colombianos. A millones de compatriotas nuestros los coge desde 1990 el modelo neoliberal y los tritura, los quiebra, los empobrece y en su desesperación se tienen que ir a Estados Unidos, o a España, o a otros países, a buscar una vida mejor. Se marchan no a vivir como príncipes, sino en unas condiciones de vida bastante duras. Exceptuando a unos cuantos, entre ellos quienes trabajan con las agencias internacionales de crédito, los demás, todos, van al sufrimiento. Y esos cientos de miles de compatriotas, como buenos hijos, buenos hermanos, buenos padres, se quitan el pan de la boca para enviarles a sus familias unos cuantos dólares al mes que les permitan medio sobrevivir en medio de la estrechez. Hasta ahí todo está muy claro. Lo que nuestros compatriotas no saben es que los 3.200 millones de dólares que están mandando llegan a Colombia y, más que convertirse en desarrollo nacional, se traducen en más importaciones, en las mismas importaciones que quebraron el aparato productivo nacional y que los desplazaron a ellos al exterior a llevar una existencia llena de estrecheces y con todos los sufrimientos del emigrante. ¡La perversión absoluta! Esas remesas que ellos envían lo que hacen es impulsar un mayor desplazamiento de colombianos al exterior, que no solo se van a sufrir, sino que le abren un hueco a la economía nacional. Claro que aquí nos tocó oír hace un par de años al doctor Urrutia, gerente en ese entonces del Banco de la República, arguyendo que si había algo positivo para el desarrollo nacional eran esos colombianos que se iban y, según recuerdo, hasta se echó una teoría bien larga. Esperemos que el nuevo gerente tenga una percepción distinta de estos hechos.
Se debe prepagar deuda externa
Quiero insistir por último en lo relacionado con prepagar deuda externa. Voy a detallar un poco. ¿Cuál es el lío, que quizá mucha gente ignore? La cuestión es muy sencilla. Colombia ha contraído deuda con intereses en dólares al 7,5 por ciento anual, en promedio. Y las reservas que tenemos en caja, guardadas en bancos en el exterior, no las tenemos ni siquiera al dos por ciento, en números redondos. Esta es, además, una ecuación en la que buena parte de las reservas colombianas son en cierto sentido ficticias, porque obedecen es a un endeudamiento externo. Pero con una diferencia bárbara de tasas de interés. Lo que nosotros pagamos por el costo del dinero es tres veces más de lo que recibimos por ese mismo dinero.
Entonces a cualquiera se le ocurre una salida obvia: por qué no cogemos reservas y pagamos deuda, y con eso bajamos el endeudamiento y nos ganamos unos dólares en una operación elemental de tasas de interés. Esto lo viene planteando el senador Luis Guillermo Vélez desde hace rato. Javier Fernández Riva y Eduardo Sarmiento Palacio. Y han demostrado hasta la saciedad cómo el nivel de reservas en dólares es muy alto. Porque también es sabido que, en el ordenamiento global, los países deben mantener un monto de reservas, porque si no se les pueden crear otro tipo de problemas. Si se bajan mucho, le sirven de pretexto al capital especulativo para golpear la tasa de interés de estos países. Pero repito, el actual nivel de reservas es superior al que los propios estudios técnicos aconsejan tener.
Esto se ha planteado desde hace rato y sigue en pie el debate. Se planteó en el momento en que la deuda se cotizaba 30 por ciento más barata que hoy, un momento perfecto para hacer este intercambio de dineros. Pero el neoliberalismo y todas las concepciones ortodoxas adujeron que no se podía, que era imposible y hubo todo tipo de descalificaciones. Poco a poco los neoliberales entraron en razón o alguien cambió la orden y en el último año se han prepagado mil setecientos millones de dólares. ¿Cuál es la discusión que hay que hacer? Primero, contar la historia y que se sepa que el gobierno no tenía razón. Pero ahora ha surgido el problema de que vuelven y advierten que no van a prepagar un centavo más. Y entonces uno se pregunta, por qué no van a prepagan un centavo más, si las cifras aconsejan seguir haciéndolo. Sea un capricho o sea cualquier otra razón, esta es una de las incógnitas. Pero lo cierto es que no hacerlo les está costando a los colombianos sudor y lágrimas, porque supone la pérdida, en una operación financiera absurda, de unas sumas importantes de dinero. Es bueno que se sepa que por cada mil millones de prepago hay un ahorro anual de cincuenta millones de dólares.
Yo he meditado mucho sobre el tema. Por qué esa terquedad en sostener un nivel indeseable de reservas. Y a la única conclusión a la que he podido llegar –bueno, puede haber otras, por ejemplo, que es orden del FMI, y seguramente lo es– es la siguiente: el TLC va a golpear la balanza comercial de Colombia. Se establece el TLC, se disparan las importaciones, la inversión extranjera seguramente no va a subir en proporciones considerables. Y digamos entre paréntesis que el año pasado también les fue más o menos bien en inversión extranjera, solo que como el carbón y el petróleo absorbieron más del noventa por ciento, tal inversión no generó el impacto esperado. Entonces, va a haber un desbalance, similar al que hubo desde 1993.
Recordemos que desde cuando comienza realmente la apertura, entre 1991 y 1993, ya se presenta un grave desbalance en la balanza comercial de Colombia. Pero el modelo se sostiene invariable hasta 1999, el año en que colapsa, y hasta ese año no se da la devaluación masiva, que tenía como uno de sus propósitos frenar el crecimiento de las importaciones por la vía de una crisis nacional y de la contracción de la demanda, una de las decisiones más reaccionarias que se hayan tomado jamás en la historia de Colombia. Y buena parte del endeudamiento, disparado en esos años, se hace para poder pagar las importaciones que las exportaciones nacionales no estaban en capacidad de cubrir. Y viene ahora más de lo mismo: con el TLC se van a disparar las importaciones, y yo pregunto: ¿de dónde van a salir los dólares para pagar esas importaciones si el peso colombiano no se recibe en ninguna parte más allá de Barranquilla? Y no hay cómo aumentar la deuda en proporciones importantes, porque simplemente ya no nos prestan más plata. Entonces yo llego a la conclusión de que las reservas se mantienen altas para poder financiar el futuro incremento de las importaciones que no va a poder ser financiado por las exportaciones.
Difícil encontrar una lógica más regresiva, más retardataria. Porque supone guardar plata para poder hacer una economía que tiene como propósito quebrar la economía nacional, algo que se empieza a volver como una especie de propósito fundamental. Quebrar a todos aquellos sectores que producen para el mercado interno, que no son de exportación y que por ello se van volviendo indeseables en la lógica neoliberal.
El interés de la nación es distinto al de las trasnacionales
Concluyo insistiendo por donde empecé. Más que un debate ideológico, este ha sido un análisis mirando las cifras y los datos del gobierno nacional. ¿Qué demuestran? Que el modelo no funciona para desarrollar al país. Tal vez sí para que unos cuantos se ganen una plata y para que se concentren más la riqueza y la propiedad y las trasnacionales, bueno, para eso sí funciona el modelo. Y para que unos cuantos tecnócratas se apoltronen en las agencias internacionales de crédito. Para todo eso el modelo es impecable. Pero yo pregunto: ¿y la gente, y el desarrollo nacional, y los 45 millones de colombianos, eso no importa? ¿No importa que el modelo nos haya producido el peor crecimiento de este siglo en la economía nacional? ¿Ni que cuando empezamos a salir de esa crisis tengamos un crecimiento ridículo, porque ni siquiera se da el fenómeno de rebote de caer profundo y subir un poco, como ha sucedido en otros sitios? Aquí la recuperación es la peor de América Latina y nada de eso importa. Y es ahí entonces donde yo vuelvo a preguntar: ¿cuál es la independencia del Banco de la República, del Ministerio de Hacienda y del presidente Uribe con respecto al recetario del Fondo Monetario Internacional? Es evidente que ninguna.
Y concluyo diciendo algo, así suene ideológico: se equivocan en materia gravísima quienes piensen que el interés nacional es idéntico al interés extranjero. Que es sinónima la palabra nacional y la palabra extranjero. No es así, no lo ha sido nunca, nunca lo será. Esas palabras figuran en el diccionario porque significan cosas distintas. Lo anterior no quiere decir que no podamos tener negocios con el extranjero, claro que hay que tenerlos. Lo que no se puede es levantar la teoría de que los colombianos seremos felices si, primero, hacemos felices a los gringos. Así no funciona la ecuación. En otras cosas de la vida, es probable que uno sea feliz si primero hace feliz a otro. En economía no, infortunadamente no funciona así. Y todo lo que nos está sucediendo nos recuerda que no funciona así. Y lo que vamos a hacer con TLC es profundizar el modelo, profundizar el abismo, irnos a lo más profundo del infierno en el que hemos estado en los últimos años. Esto, por supuesto, no lo digo para los funcionarios del gobierno, absolutamente refractarios a este tipo de evidencias, sino para los senadores y los colombianos que nos están oyendo.
Muchas gracias.
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