La Nacional en la ruta del siglo XXI

Bogotá D.C. 5 de abril de 2005

Doctora
CECILIA MARÍA VÉLEZ WHITE
Ministra de Educación Nacional y Señores Miembros del Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional de Colombia
La Ciudad



Estimada señora Ministra y Señores Consejeros,
Por situaciones personales que exigen toda mi atención y que escapan a mi voluntad de servicio, me veo obligado a presentar renuncia irrevocable del cargo de Rector de la Universidad Nacional de Colombia, que desempeño desde el 10 de abril de 2003.

Es apenas natural que esta determinación lleve a la percepción de que se cierra un ciclo del proceso de reforma académica que propuse desde el momento en que acepté postular mi nombre a la rectoría en febrero de 2003. Percepción acertada, no tanto por el hecho de mi renuncia, como por la reciente aprobación por el Consejo Superior Universitario de la reforma del Estatuto General que echa los cimientos institucionales de la propuesta de transformación académica de esta rectoría.

Por supuesto que estamos lejos de alcanzar la meta deseada. Tratándose de una transformación considerable en una organización tan compleja como es la UN, habrá que trabajar mancomunadamente durante varios años para realizarla en integridad.

Permítanme hacer un somero comentario de este bienio al frente de la dirección universitaria que comienzo con un dato básico: gobernó un equipo de dirección, guiado por las normas vigentes e inspirado en los ideales de servicio a la educación pública colombiana. Por eso, al retirarme expreso mi gratitud a todos los profesores y funcionarios con cuyo concurso abnegado, calidad profesional y visión de futuro, pudimos formular un plan de cambios de diferente escala, y, comenzar a ejecutarlos.

En febrero de 2003 acepté la invitación de un nutrido grupo de docentes a presentarme como aspirante a la rectoría. Conceptuaban ellos que la UN iba cuesta abajo. Sofocada por una pesada capa retórica de "la universidad bastión contra el Estado", se deslizaba hacia un reinado de prácticas electoreras y de amiguismo. Al coincidir con este preocupante diagnóstico ofrecí mi contribución para reorientar la institución. Con tal fin debía reabrirse el proceso de reforma académica de los años de 1960 que ganó ímpetu en 1985-1995.

Hoy, vuelve el entusiasmo reformista y nuestra propuesta, en sus distintos componentes y aspectos, marcha a paso firme. Retornar a ese proceso ha significado dos años de intenso y fructífero debate dentro de la Universidad y también fuera de ella puesto que el tema empieza a despertar interés de la ciudadanía. En este lapso hemos terminado una fase de la tarea que se impuso esta rectoría: trazar un nuevo rumbo a la UN.

No fue fácil. Hubimos de asegurar la estabilidad institucional ante el empeño de hacer ingobernable la UN por parte de grupos comprometidos con las prácticas y dogmas anteriores. Asunto complicado por cuanto algunos de estos grupos propiciaron vías de hecho ejecutadas a la sombra de acciones judiciales que crearon un clima de inseguridad jurídica, superado por sendas sentencias de la Corte Constitucional y del Consejo de Estado a fines del 2003 que, en sustancia, ratificaron la legalidad de mi nombramiento. De este modo pudimos culminar la etapa de preparar y formular los principios de la reforma. Asegurado el orden interno, conseguimos iniciar un amplio proceso de socialización de nuestra propuesta de reforma, no sólo desde la rectoría sino desde las Facultades y unidades académicas.

La reforma es trascendental para el porvenir de la educación colombiana. Permitirá a la Universidad erigirse en modelo universitario en el país. La reforma revive la responsabilidad social con los colombianos frente al siglo XXI. Al inspirarse en los ideales de democracia social consagrados en nuestra Constitución, ofrece la titulación en programas universitarios de alta calidad al mayor número posible de jóvenes colombianos. Para aumentar la cobertura real (número de graduados) y mejorar sustancialmente la calidad conforme a estándares mundiales, la UN debe continuar las tareas de transformar el modelo pedagógico, adoptar formas colectivas de construcción y modificación de los programas curriculares, impulsar decididamente los programas de investigación pertinente y de punta, acoger con creatividad las herramientas de la informática y la comunicación y reorganizar los respectivos procedimientos administrativos.

De una reforma de tal amplitud cabe esperar que la formación académica conduzca a una formación profesional en las competencias respectivas de manera más rápida, intensiva y racional y que, al mismo tiempo, se incremente el porcentaje de la población estudiantil graduada en el tiempo reglamentario. Obtener un título profesional de alta calidad será mucho más alcanzable de lo que pretendió una sociedad con rezagos feudales y señoriales que bloqueó a la mayoría de la población sus aspiraciones legítimas de educación profesional. Para este fin, mistificó los grados universitarios y trató de hacerlos inaccesibles, prolongándolos y llenándolos de requisitos arcaicos con exceso de clases, contenidos repetidos, rigidez en los planes de estudio y en los requisitos de grado.

En segundo lugar, la Reforma parte de un hecho social fehaciente: la velocidad de creación de conocimiento restringe la validez social y profesional de los títulos universitarios que será más y más limitada en el tiempo. Se ha hecho muy claro que la educación es un forjarse a lo largo de la vida. De allí la pertinencia de la investigación y del desarrollo de los programas de educación continua y de los postgrados de alto nivel, en particular, de los doctorados.

Con las reformas estatutarias aprobadas se garantiza un soporte institucional formidable a la propuesta reformista. Ahora estamos mejor preparados para comprender y practicar el principio según el cual la universidad es para aprender a aprender.

En la rendición de cuentas que he preparado describo pormenorizadamente los logros y dificultades y señalo lo que, a mi juicio, aún queda pendiente. Pero debo mencionar que en los próximos meses se resolverá la compra de la Clínica Santa Rosa, base del Hospital Universitario, (que nunca ha sido concebido como una alternativa a la reapertura del San Juan de Dios) y se presentará ante el Consejo Académico el proyecto para un programa de periodismo, dos de los puntos centrales de mi agenda como aspirante a la rectoría hace dos años.

Para mostrar la recuperación de la buena salud de la UN en el período de mi gestión menciono, por vía de ejemplo, estos datos:
. Aumento de la cobertura real: en el año 2002 la Universidad graduó en el nivel profesional, maestrías y doctorados a 4.200 estudiantes y en el 2004 a 6.651. Esto es un aumento de 2.451.
. Esfuerzo investigativo: el número de grupos de investigación reconocidos por Colciencias se incrementó de 97 en Julio del 2003 a 227 en Octubre del 2004.
. Esfuerzo presupuestal en investigación: en 200102 la inversión en investigación fue de $17.240 millones de pesos (el 18% de la inversión total de la Universidad) y en 200405 de $30.000 millones (el 23% de la inversión total de la Universidad)
. El Concurso de méritos para docentes llamado 2017 (el año en que la UN cumplirá su sesquicentenario) ya fue abierto para 300 cargos, con ámbito nacional e internacional. Fue abierto el 28 de marzo y cerrará el 23 de mayo. Hasta ayer se habían presentado 973 solicitudes, de las cuales 70 candidatos con doctorado, 300 con otros posgrados y 57 extranjeros.
. Más participación: gracias al voto electrónico y al incentivo de un umbral mínimo la participación estudiantil en los procesos de elección de representantes al Consejo Superior Universitario realizados los días 19, 20 y 21 de octubre de 2004 alcanzó el 35.2% sobre el total de la población estudiantil contra un 10.8% en la elección de noviembre del 2002.
. Innovación académicoadministrativa: adopción del sistema de créditos y su incorporación a los sistemas informáticos y simplificación de los requisitos de grado.

El logro de resultados tan positivos como estos fue posible por el apoyo y confianza del Consejo Superior Universitario y del Consejo Académico; por la responsabilidad institucional asumida por el profesorado y por la paciencia y mesura de los estudiantes quines, con sus familias, han advertido la pertinencia social y las bondades académicas de la reforma propuesta. Todo esto sin desmedro del espíritu crítico que ha caracterizado a la comunidad académica.

Para mí no habrá honor más alto que haber servido con desinterés y probidad desde esta rectoría, primero en el cuatrienio de 1984 a 1988 y durante los dos últimos años. La UN es una de las instituciones con mayor potencial de rendimiento social y convivencia que tenemos los colombianos. En estos dos años hemos erigido los marcos institucionales y de nuevo hemos sembrado en la comunidad universitaria la idea de reformarse por sí misma conforme a su responsabilidad social y en concordancia con las aspiraciones democráticas de los colombianos.

Reciban un saludo muy cordial.


MARCO PALACIOS
Rector

http://unperiodico.unal.edu.co/ediciones/73/01.htm