El siguiente mensaje es enviado por el profesor Gonzalo Arango para toda la comunidad universitaria.



SOLO EL ESTADO ES CAPAZ DE DESARROLLAR UN APARATO EDUCATIVO DE CALIDAD

Conferencia dictada por el senador del MOIR y Alternativa Democrática, Jorge Enrique Robledo en la Universidad Distrital, sobre políticas en la educación pública superior.

"Todos los documentos básicos en que se propone la reforma demuestran que está diseñada para adecuar la educación superior a la globalización neoliberal. Pero dichos documentos, en una actitud académica detestable, soslayan plantear qué tipo de universidad es la que requieren el neoliberalismo y la globalización. Aceptando en gracia de discusión que hay que adecuar la universidad a la globalización neoliberal, formulo una pregunta: ¿Qué país es el que va a crear el neoliberalismo? Para que nos expliquen qué universidad es la que va a crear el neoliberalismo ¿El neoliberalismo conduce a este país a las grandes ligas de la ciencia, la tecnología y el conocimiento? ¿El neoliberalismo le permite a la inteligencia nacional vincularse a las principales corrientes del pensamiento complejo de la humanidad? O por el contrario, nos va a someter a unas condiciones productivas de atraso, anquilosamiento e idiotez y, cuando mucho, de copia mediocre de lo que hacen otros".
Bogotá, 2 de marzo de 2005

Agradezco al señor decano por acompañarnos y a todos ustedes por la invitación. Y el agradecimiento es enorme, porque como se ha dicho, yo lo que he sido toda mi vida es un profesor, un echador de tiza, y me complace mucho ahora como senador seguir vinculado con las universidades y en especial con las públicas, instituciones que tenemos que defender a capa y espada, como pretendo demostrar en el transcurso de mi intervención.

Me propongo defender la educación pública y las universidades públicas como una pieza fundamental del desarrollo. Y explicar cómo lo que viene rodando cada vez con mayor fuerza contra las universidades públicas obedece a concepciones profundamente reaccionarias que tenemos que derrotar, si no queremos que nuestro país se siga sumiendo en la pobreza y el atraso.

La educación, tanto la superior, como la primaria y la secundaria, no ha sido siempre un problema del Estado. Por el contrario, si se mira la historia de la humanidad, durante un período muy largo fue un asunto de la familia, o con mucha frecuencia de la religión o de los llamados mecenas, gente adinerada que promovía el desarrollo del conocimiento. Es un hecho nuevo en la historia de la humanidad que la transmisión y creación de conocimientos se haya convertido en una responsabilidad del Estado. De manera que cuando ahora se habla de volver a convertir la educación en un compromiso de la familia, o de los particulares, estamos hablando de introducir un factor regresivo supremamente grave, porque se trata de hacernos retroceder a épocas pretéritas.
¿En qué momento se convierte la educación en una responsabilidad del Estado? ¿Por qué razones? Es fácil verlo, porque esta es una de las características de la creación del capitalismo.

En el feudalismo y en los modos económicos anteriores, la educación era privada en términos generales, bien sea por la vía de la familia, o por las instituciones religiosas o por la del mecenas.

Los modos productivos anteriores al capitalismo tienen como una de sus características fundamentales reproducirse a sí mismos sin modificar la base técnica y científica. Si se toma la agricultura feudal o la de modos anteriores, lo que uno encuentra es que los procesos productivos se repiten y evolucionan muy lentamente. No es que no evolucionen, sino que lo hacen con una lentitud tal que hasta llega uno a pensar que no se mueven. Es obvio que en una sociedad cuyo aparato productivo se modifica con suprema lentitud, el conocimiento con el cual se creó ese determinado modo de hacer las cosas va a estar bien por años y años, mientras se siga haciendo de la misma manera. Esos son modos que tienen como característica que las cosas se hacen como se hacen. Un ejemplo, durante milenios el vino se hizo exactamente igual y, por ende, el conocimiento no tenía por qué transformarse.
Uno de los aportes más importantes que va a hacer el capitalismo en su fase revolucionaria y progresista es que establece la transformación incesante como una manera de hacer las cosas. De lo contrario no podría desarrollarse el modelo. Se entiende fácil con el ejemplo de la ropa: se dice con frecuencia que la ropa se mueve mucho porque así lo exige la moda. No. Lo que se mueve mucho es la forma de hacer las cosas, la tecnología para hacer la ropa. Los cambios rápidos terminan convirtiéndose en algo que parece una moda caprichosa, pero lo que está es obedeciendo a una revolución incesante, como pasa también con la manera de fabricar zapatos. Es apenas natural que si se trata de revolucionar la producción, se necesita una sociedad que sea capaz de crear conocimiento al mismo ritmo. Y se precisa que haya cada vez más gente involucrada en la creación y transmisión de conocimientos. Lo que hace entonces el capitalismo es plantear: si la tarea de crear conocimiento se la dejamos a las familias, a las organizaciones religiosas o a los mecenas, no va a ser capaz de sustentar el desarrollo productivo.

El que asume entonces la formación de conocimiento es el Estado, por ser el más fuerte aparato económico con que cuenta la sociedad capitalista. Dicho de otra manera, solo el Estado se halla en capacidad de financiar un aparato educativo que cubra a toda o casi toda la población. Recordemos que antes del capitalismo la norma era la ignorancia. En el medioevo, hasta los señores eran analfabetos. El capitalismo, por el contrario, no se concibe en medio del analfabetismo absoluto. ¿Cómo educar a todo el mundo? ¿Cuánto vale enseñarle a escribir y a leer a todo el mundo? ¿Cuánto valen los profesores que necesita la tarea? ¿Cuánto cuesta construir aulas? Y si además no solo hay que enseñar a escribir y a leer, sino también enseñar matemáticas y desarrollar ciencia, conocimientos. Pero si a lo anterior se le suma que hay que correr las fronteras del conocimiento cada vez más allá y adentrarse en conocimientos complejos, únicos capaces de sostener un mundo moderno, por supuesto que estaremos hablando de costos de proporciones absolutamente astronómicas. Que es imposible, repito, financiar de otra manera que no sea con fondos del Estado.

Digamos también que es de la naturaleza del capitalismo que millones y millones de personas no salgan de la pobreza, así aprendan a leer y a escribir. Es una de las características propias de este modo de producción. Por ello, si se trata la educación como una mercancía cuya calidad esté sujeta a lo que la gente pueda pagar, acabará implantándose por supuesto una calidad mediocre.
Todos en Colombia somos especialistas en defender la educación pública como un factor de movilidad social. Queremos una educación pública con amplísima cobertura para que los hijos de los pobres puedan estudiar y ojalá dejen de ser pobres o sean menos pobres que sus padres. Se trata de una reivindicación democrática que es correcto y justo defender. Pero ese no es el único argumento para defenderla. Ningún país puede desarrollarse sin educación pública, pues el Estado es el único en capacidad de pagar una educación de alto nivel. Lo voy a explicar de otra manera. La educación superior privada es en casi todos los casos educación de mala calidad, o por lo menos con la calidad lastrada por la realidad de las matrículas, muy caras a la hora de pagarse, pero muy bajas a la hora de financiar buenas instituciones. Es el problema de toda mercancía. Un plato de comida de cien dólares en un restaurante de lujo puede incluir meseros disfrazados de señores feudales y cubiertos de plata. Pero uno de quinientos pesos quizá sea en una plaza de mercado, con el plato clavado a la mesa y el último que use la cuchara la limpia con la lengua. Sucede lo mismo con la salud cuando se vuelve mercancía. Si yo soy millonario, disfruto de una salud privada de altísima calidad, con junta médica a mi servicio, pero si soy muy pobre me queda recurrir a San Martín de Porres o a un yerbatero. Lo mismo pasa con la mercancía educación. Una educación privada de muy alto costo tal vez sea más o menos buena. Pero cuanto más barata, tanto peor. Estén ustedes seguros de que en un país como el nuestro la mejor universidad privada, la más costosa, siempre tendrá una capacidad inferior económica a una pública que esté funcionando como debe funcionar. Porque, por supuesto, lo público también se puede ir degenerando hasta convertirse en una especie de caricatura de lo que debiera ser, es decir, que termine estando la universidad pública tan mal financiada que resulte mediocre como cualquier universidad privada de garaje.
Otro punto que quiero dejar sentado es la relación entre el desarrollo del aparato productivo y el desarrollo del aparato educativo. Hay una proporcionalidad, tiene que haberla. ¿Por qué el capitalismo termina volviendo la educación un problema del Estado? Por la misma lógica del desarrollo que exige el aparato educativo. Si se está pensando en un gran desarrollo científico y tecnológico, en transformar profundamente la naturaleza y las ideas, en crear un mercado mundial, si se está hablando de una sociedad de crecimiento demográfico supremamente grande y en la que hay que darles comida a miles de millones de personas, obvio que se requiere un aparato educativo que sea el resultado de pensar en un aparato productivo tan complejo y tan grande.
Cuando en Colombia se creó hace ya muchos lustros la educación pública, con sueños muy mediocres pero con sueños al fin y al cabo, se pensaba que algún día Colombia se pareciera a los países desarrollados, así el proceso llevara un largo tiempo. Buena parte de lo que hoy subsiste de aparato público educativo en Colombia obedeció a una idea de progreso. Esta idea se proponía dotar al país de una educación pública de mejor calidad que la que puede ofrecer la educación privada.

Pero es obvio que si mi plan apunta a degenerar el aparato productivo, me empieza a sobrar educación. A los nukak makú, del Vichada, y lo digo con todo respeto por ellos, instalarles un laboratorio de biotecnología, o de ingeniería genética, o de partículas elementales, o de electrónica, sería una bobería. Para qué diablos quieren los nukak makú, cazadores y recolectores, desentrañar la física cuántica.
Para poder entender lo que se está moviendo con el TLC y lo que se está haciendo con la educación pública, hay que preguntarse qué tipo de aparato productivo es el que ellos quieren crear, o mejor, desbaratar, para mirarlo de una manera más precisa. El TLC es la misma política que se viene aplicando en Colombia desde 1990, no importa que nombre le demos, no importa que la llamemos apertura, neoliberalismo, cartilla del Fondo Monetario Internacional o globalización. Es la misma política, pero elevada a la enésima potencia y llevada hasta el absoluto, al ciento por ciento.
Si uno examina bien qué es lo que ha pasado desde 1990, termina comprendiendo que ha sido una política con una capacidad descomunal para destruir el aparato productivo. Lo que ha pasado en estos quince años es una destrucción descomunal de la agricultura y de la industria, una desindustrialización del país, que nos ha hecho más atrasados científica y tecnológicamente de lo que éramos. Eso es lo que ha sucedido en estos quince años. Y si la ruina se va a profundizar con el TLC , desaparecerán ramas enteras de la economía, por ejemplo, la de los cereales. Con toda la importancia que revisten, están condenados a desaparecer en este proceso. Es evidente que el TLC busca condenar a Colombia a la especialización en materias primas agrícolas (tropicales) y mineras. Y si me especializo en el sector primario, para qué necesito ciencia y tecnología de punta. Y si en la producción industrial lo que van imponerme es que me especialice en la maquila, tan intensiva en mano de obra como baja en tecnología, empiezo ya a entender que tipo de aparato educativo es el que ha de tener ese aparato productivo. Un aparato productivo de ostensible mediocridad, básicamente productor de materias primas agrícolas y mineras como el del siglo XVII, o maquilador de procesos no integrados a partir de escasa tecnología y bajo precio de mano de obra, no necesita un aparato educativo de alta ciencia y alta tecnología. A un aparato productivo de pacotilla corresponde un aparato educativo de pacotilla, esa es la proporcionalidad. Esto lo señalo como una crítica para explicar exactamente la parte medular del asunto.
Piensen ahora en que los aranceles a lo importado van a ser del cero por ciento. Si tomamos como ejemplo el caso de la electrónica, lo que entrará al país lo hará sin aranceles, o sea, muy barato. Al mismo tiempo, las normas de propiedad intelectual van a afianzar el monopolio de las trasnacionales en ciencia y tecnología, porque se hará más difícil copiarlas. La pregunta es entonces: ¿Qué posibilidades tiene Colombia de desarrollar una industria electrónica propia? Aquí, fácilmente, nuestros ingenieros electrónicos van a terminar, al igual que hoy, vendiendo en los semáforos tarjetas prepago para celulares. Y tomen cada caso por aparte, cada renglón del aparato productivo, y se podrán dar cuenta de que va a resultar un desastre para todos. Es por ello que la política neoliberal en la educación no es otra diferente a la privatización, que degenera la calidad en el aparato productivo.
Hoy cerca del setenta por ciento de la educación superior colombiana es privada y se presta a través de universidades de garaje, que se mueven, en general, en campos del conocimiento de bajo costo de producción del bien, o sea, especializadas en lo que podríamos llamar ciencias sociales, facultades de contaduría, bajas en costos para prestar el servicio. Un tablero, una silla, un profesional desempleado, y ya se constituye una universidad. Porque las ciencias naturales son carreras mucho más costosas de ofrecer.
Y quienes piensen que va a haber un gran desarrollo de las ciencias sociales, que tampoco se hagan ninguna ilusión, porque uno de los rasgos de la globalización es nada menos que el pensamiento único. Hay una sola manera de pensar la economía, la sociología, la antropología, la política, que es la manera de pensar del imperio. Es en el terreno de las ciencias sociales donde se llega a las peores circunstancias. No hay nada más triste que el intelectual que trabaja para el imperio y que no tiene más objeto de existir y de ser que el de reproducir la ideología de la dominación. Nada más contrario a cualquier concepción progresista sobre ciencias sociales que un pensamiento único, por fuera del cual está uno condenado al ostracismo. Pensamiento único que funciona sobre la base de la censura y de la autocensura.

Afirmo, en el artículo que escribí hace unos días sobre la reforma de Marco Palacios en la Universidad Nacional, que el pensamiento único prohíbe utilizar la categoría imperialismo norteamericano, cuando hoy está más claro más que nunca que Estados Unidos es un imperio capaz de cualquier desmán. Y ya se está empezando a proscribir la palabra neoliberal. Y se viene imponiendo el reino del eufemismo. A uno ya no lo echan del puesto, sino que le flexibilizan la jornada de trabajo. Ya no somos pobres, ahora hacemos parte del capital social; al igual que los dueños de los monopolios, nos movemos en el terreno del capital, solo que el nuestro es social. Toda una inmensa manipulación en contra del progreso nacional: este es el pleito con la reforma que se está proponiendo en la Universidad Nacional de Colombia. Y hago hincapié en esta reforma, porque es la que en los hechos se está imponiendo en todas partes, sobre la base de que la universidad produzca sus propios recursos para malsostenerse, con todo lo pernicioso que eso puede llegar a ser, y repito, con el empobrecimiento de la Universidad y el degeneramiento de la calidad.

Todos los documentos básicos en que se propone la reforma demuestran que está diseñada para adecuar la educación superior a la globalización neoliberal. Pero dichos documentos, en una actitud académica detestable, soslayan plantear qué tipo de universidad es la que requieren el neoliberalismo y la globalización. Aceptando en gracia de discusión que hay que adecuar la universidad a la globalización neoliberal, formulo una pregunta: ¿Qué país es el que va a crear el neoliberalismo? Para que nos expliquen qué universidad es la que va a crear el neoliberalismo ¿El neoliberalismo conduce a este país a las grandes ligas de la ciencia, la tecnología y el conocimiento? ¿El neoliberalismo le permite a la inteligencia nacional vincularse a las principales corrientes del pensamiento complejo de la humanidad? O por el contrario, nos va a someter a unas condiciones productivas de atraso, anquilosamiento e idiotez y, cuando mucho, de copia mediocre de lo que hacen otros.
Es el primer debate que vamos a exigirles que nos hagan. ¿Cuál es el país con el que ellos sueñan? Para saber cuál es la universidad que nos están proponiendo? Que nos lo digan sin tapujos, para ver si vale la pena defenderlo. Porque tampoco les vamos aceptar la tesis de que así es en Estados Unidos y en Europa. ¿Y qué? Uno tiene que estudiar lo que sucede en Estados Unidos y en Europa, obvio, y también lo que sucede en la China, en la India y en cualquier parte. Pero el hecho de que suceda allá, ¿quiere decir que deba suceder aquí, también igual? ¿Porque allá esté bien, va a estar bien aquí? Sin en algo tenemos que caracterizarnos los intelectuales, la gente de la academia, es en la capacidad de analizar y de respaldar o no las ideas ajenas, dependiendo de sean o no correctas, con independencia de quien las proponga. Los argumentos de autoridad son por definición cómodos. Eso de que yo hago esto o lo otro porque lo hace fulano o lo dice zutano. No digo que no haya que tenerlos en cuenta, pero hay que ir al análisis concreto.
Nos dice la reforma de la Nacional, por ejemplo, que como en Estados Unidos y en Europa las carreras son de cuatro años, aquí entonces deben ser también de cuatro años. Pero pregunto: ¿y la formación con la que llegan a la universidad los estudiantes es igual allá y aquí? ¿El tipo de organización productiva al que se vincula un estudiante o un graduado de electrónica en Colombia es el mismo al que se vincula un graduado en electrónica en Estados Unidos o en Europa? Yo pregunto: ¿es lo mismo salir a vender tarjetas de Comcel en un semáforo que ser contratado como investigador en IBM? Y más aún: ¿cuál es el porcentaje de postgraduados que tienen esos países frente al que ofrecería un país como Colombia si se reduce la longitud de las carreras?

Y pregunto también: ¿es verdad, como lo aduce el rector de la Universidad Nacional, que estemos enseñando demasiado y que estamos sacando profesionales que se hallan por encima de los requerimientos del mercado? ¿Sí será verdad eso? Y si lo fuera, ¿cuál es la solución? ¿Degenerar el profesional o luchar para que el mercado requiera profesionales mejor dotados? Ahora bien: si estamos destruyendo el aparato productivo al paso que vamos, es probable que podamos regresar a que con saber echar pica y pala sea suficiente en un país como Colombia, porque probablemente sea eso lo único que requiere el mercado. ¿Pero qué pasa con la patria, con la nación, con el progreso del país? Parece que eso los tiene sin cuidado.
Este es un debate crucial y profundo que tenemos y que urge librar en todas las universidades del país, porque, insisto, la reforma de la Universidad Nacional le va a terminar llegando, por la vía de la imitación o de la copia, a todo el aparato educativo del país. No es solo para la Universidad Nacional de Colombia. Necesitamos que el debate se haga en serio y a fondo. Y lo primero que nos deben decir los neoliberales es con qué país sueñan, para así saber a que país es al que se debe adecuar la universidad. Hay solo dos caminos. A un país que se parezca a Alemania, Francia o Estados Unidos, o a uno parecido a Burundi, Sudán o el Congo. ¡Aquí está el problema de fondo! ¡De esto es de lo que se trata, porque estos son asuntos en los que se nos va la vida!
Insisto en la gravedad de lo que esta sucediendo, en la importancia de que ustedes analicen la situación con detenimiento. Es la vida de ustedes, jóvenes, la que está en juego. Oye uno el lugar común de que los jóvenes son el futuro del país, y es verdad. Los jóvenes son los que disfrutan o sufren el futuro de los países. Todos los que tenemos más de 32 años estamos saliendo un poco de este valle de lágrimas. El mundo que quieren montar los globalizadores es el de ustedes. Por eso más les vale interesarse y preocuparse por entender qué tipo de mundo es el que les pretenden montar. Vuelvo y les pregunto: esa frase manida de que el problema radica en estamos enseñando demasiado, ¿sí será verdad? Si a los estudiantes de las universidades públicas les reducen el tiempo de formación, ¿podrán competir contra estudiantes de universidades privadas que hayan hecho postgrados, así los pregrados sean iguales de cortos?

Pienso que por todo lo señalado anteriormente, tenemos que oponernos a tales pretensiones. Si hay un campo en el que es bien reaccionario lo que está sucediendo en Colombia, es en la educación. Y si hay algo en lo que sea bien regresivo y retardatario el gobierno de Uribe Vélez es en este tema. Gobierno profundamente reaccionario, no solo por su mentalidad de sumisión a lo extranjero y de arrodillamiento frente a los gringos, sino también porque niega cualquier posibilidad de pensamiento progresista en las actuales condiciones de Colombia.
Entonces se nos vuelve urgente, jóvenes, entender estos fenómenos, organizarnos y defender nuestros derechos, que, finalmente, son derechos de la nación colombiana. Porque si algún derecho ha de tener nuestra nación es a gozar de un aparato educativo que le garantice el acceso a los conocimientos complejos, una de las llaves del desarrollo. No permitamos de ningún modo que se nos imponga desde afuera un país parecido al de la Colonia española, mero abastecedor de materias primas para el mercado mundial, comprador de bienes manufacturados en los países avanzados del planeta y con un atraso cultural espantoso. Imposición que es en buena medida la que nos están montando con el Tratado de Libre Comercio.
El TLC no es un acuerdo de integración económica, sino un proyecto de anexión de la enclenque economía nacional a la todopoderosa economía norteamericana., de lo que se trata en realidad es de un proyecto de recolonización imperialista. ¿Qué significa recolonización? Que nuestras relaciones con Estados Unidos se parecen cada vez más a las que tuvimos con España. La dominación, muy evidente en este tema del conocimiento, la ciencia y la educación, consiste en no dejarnos salir del subdesarrollo ni permitirnos entrar a los campos de la producción compleja, justamente lo que hacen siempre los imperios para mantener sojuzgadas a las colonias.
Unirnos y movilizarnos se nos vuelve vital. Meternos a la lucha política se nos vuelve vital. No es cierto que todo lo político sea corrupto, que cada político sea un bandido. Ese es un cuento que nos han metido los propios corruptos para quedarse ellos con el monopolio de los bienes públicos. Necesitamos que los jóvenes entiendan, que se interesen y que entren no solo a la lucha por la carrera o profesión de sus preferencias, sino también a la lucha política por transformar a nuestra patria.




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