El pasado domingo 1 de mayo de 2011 fue publicado en El Tiempo un artículo sobre la edición de libros en las Universidades, en donde se presenta un ranking, en el que la Universidad Tecnológica aparece en el ranking realizado para este artículo en el puesto 12 de 15 universidades.
Es de anotar que la UTP está en el puesto no. 12, en un ranking que incluye universidades privadas.
El ranking:
1. Universidad Nacional de Colombia: 275 libros al año
2. Universidad Externado: 146
3. Universidad de Antioquia: 175
4. Universidad Javeriana: 101
5. Universidad de los Andes: 101
6. Universidad del Rosario: 92
7. Universidad del Valle: 91
8. Corporación Universitaria de la Costa: 85
9. Universidad Pontificia Bolivariana: 76
10. Uninorte: 69
11. EAN 54
12. Universidad Tecnológica de Pereira: 47
13. Corporación Universitaria Minuto de Dios: 45
14. Universidad de Medellín: 41
15. Universidad del Cauca: 40
La revolución silenciosa de las editoriales universitarias
Por: Nicolás Morales Thomas para El Tiempo
Publicar libros se convirtió en un factor importante a la hora de medir a una universidad.
En los últimos años pasaron de ser unidades de publicaciones internas, desconocidas y frágiles a ser actores importantes de la producción cultural y editorial del país.
Un lector desprevenido podrá encontrar en la próxima Feria del Libro una obra que revela impresionantes cartas del militar estadounidense Rensselaer van Rennsselaer sobre el ambiente sociopolítico de la Colombia de 1838, un libro que analiza el impacto ambiental del diseño geométrico de las vías, un análisis inédito que vuelve sobre el programa cultural (y político) de Marta Traba y un libro que revela nuevos descubrimientos sobre el potencial del cultivo de la espinaca. Estos libros, temáticamente disímiles, tienen un común denominador: fueron editados por editoriales universitarias y hacen parte de las casi 200 novedades que se lanzarán en el más importante evento editorial del año.
Durante los últimos años, las editoriales universitarias han registrado un creciente aumento, hasta el punto que, según datos de la Cámara del Libro, de las primeras 15 editoriales colombianas en cantidad de títulos lanzados, cinco son editoriales universitarias. Muchas de esas editoriales solo se ven superadas por el quinteto Planeta, Santillana, Norma, Panamericana y Random House, con los apetitosos libros de interés público, literatura y superación personal. Es posible que todos los fondos universitarios sumen casi el 15 por ciento de la producción editorial nacional. Esto era inconcebible hace algunos años, cuando las editoriales de las universidades eran, mayoritariamente, patitos feos: editores menores con pocos libros, sin un verdadero criterio de selección, algunas veces resultados de favores políticos y con regulares procesos editoriales.
¿Qué cambio en dos décadas? Muchas cosas: el crecimiento de los centros académicos, los adelantos tecnológicos y la profesionalización del oficio editorial, entre otros. Pero una muy significativa variación fue que la publicación de la investigación comenzó a ser uno de los indicadores esenciales en la medición de la calidad de la producción intelectual de los académicos, investigadores y docentes. En otras palabras, publicar libros y, claro, revistas, se convirtió en un factor ligado al ranking de universidades. Ya lo había anunciado Umberto Eco hace años: "Dime qué publica tu universidad y yo te diré que universidad tienes". El vuelco radical forzó a las universidades a construir editoriales con vocación de permanencia, a crear comités de selección que filtraran y rechazaran manuscritos (lo que era una rareza hace algunos años) y, algo muy importante y desconocido para los centros académicos, pero natural para las editoriales comerciales, a desplegar tácticas de mercadeo, porque los libros debían venderse, y no era rentable académica ni financieramente dejarlos en la bodega.
Las editoriales universitarias tienen la misión de cumplir un servicio público que casi nadie más haría: publicar investigación, ensayos o trabajos doctorales que hacen, muchas veces, avanzar las sociedades en múltiples aspectos o, como es el caso del pensamiento académico, que permiten a un país repensarse a sí mismo. Son conductores de ideas fuertes, debates profundos y explicaciones bien sustentadas sobre nuestro devenir y sobre el avance de la ciencia. Como la búsqueda no implica afanes de lucro, las editoriales universitarias están menos constreñidas por las exigencias del resultado final del balance contable y, por lo tanto, pueden editar aquello que pocos editarían. Los ejemplos sobran en cada uno de los catálogos de las universidades. Es obvio que no estamos ante best sellers al estilo William Ospina. Pero sin la edición universitaria estos trabajos se quedarían en cajones y escritorios, sin posibilidades de cambiar decisiones, prácticas y destinos, o podrían ser mal editados en la red, lo que contribuye a su pérdida en medio de la inmensa cantidad de páginas electrónicas.
Pero los libros académicos son poco populares en una sociedad que no lee masivamente y en la cual el acceso a la lectura es limitado. Por eso, la popularidad está dirigida hacia profesionales que buscan actualización, hacia una creciente comunidad científica y hacia un lector apasionado que quiere encontrar alternativas. Los editores entienden que sus rentabilidades son académicas y de reconocimiento y permanencia de las instituciones que avalan los proyectos. Sin embargo, a pesar del crecimiento editorial, en los últimos años los libros universitarios han asistido a un descenso de sus tirajes. De 500 ejemplares como cantidad promedio se pasó a 300. Este descenso es mundial, por ejemplo, en los Estados Unidos los libros académicos descendieron de 1.000 a 700 y 500 ejemplares, lo cual ha hecho que sea más rentable la impresión por demanda para poder controlar fácilmente las existencias. Es decir, se imprime lo que se vende, por eso, con el paso del tiempo, la edición de libros digitales tendrá más oportunidades.
Es verdad, nunca tendremos la euforia de ver libros de filosofía o microbiología en el supermercado o en la mesa de novedades de la gran librería. Cierto, nunca hay cola en nuestras cajas registradoras y no firmamos acuerdos de cesión de derechos de autor de millones de pesos con nuestros autores. Pero cada libro vendido con una investigación pertinente y sólida es capital en los avances que se realizan. Sin embargo, en algunos casos, las lides universitarias son mayoritarias. Hace algunos años el New York Times publicó un listado con los libros mejor vendidos en los últimos 25 años, y atérrense: el autor universitario de más éxito en ese cuarto de siglo es Carl Gustav Jung, delfín de Freud. Princeton University Press imprimió 1'126.000 libros de Jung. Por otro lado, Indiana University Press vendió 304.000 ejemplares de las Metamorfosis de Ovidio y la Galaxia Gutemberg, de Marshall Mc-Luhan, editado por la Toronto University Press, vendió casi 70.000 ejemplares. Los datos de la edición universitaria colombiana, por el contexto de su mercado, son mucho más modestos, pero nuestros long sellers pueden llegar fácilmente a 20.000 ejemplares en cuatro o cinco años de venta, lo que no está mal si los comparamos con las modestas ventas que hoy tienen muchos de los libros de literatura o poesía colombiana.
Por último, algunas universidades han comenzado a editar libros de profesores de otras universidades y a traducir libros de sellos universitarios importantes, siguiendo el modelo norteamericano. Este experimento, iniciado muy enérgicamente por Eafit, la Universidad de Antioquia, el Rosario y la Universidad Javeriana, es particularmente interesante, pues rompe una frecuente crítica que percibe el modelo como endogámico y poco exigente.
*Presidente de Aseuc (Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia). Director de la Editorial de la Pontificia Universidad Javeriana. En el 2010, recibió el Premio Simón Bolívar de periodismo en la categoría de educación.
Un grupo que trabaja unido
Los valores de los libros académicos trascienden
Hoy, la asociación que agrupa las editoriales universitarias, Aseuc, cumple 20 años con la cifra histórica de 50 universidades asociadas. Esta asociación es un verdadero hito, que revela la importancia del libro académico en la dinámica editorial y académica colombiana. Cierto, nuestros libros no logran los 'hits' de los libros de autosuperación, tetas, secuestro o narcotráfico, pero tienen muchas más posibilidades de trascender e instalarse en la larga duración, lo que permite el uso social de la información e impactar a una sociedad que desea comprender su destino y resolver apropiadamente sus avatares.
Nicolás Morales Thomas
Para EL TIEMPO