Texto escrito por Cecilia Caicedo Jurado y Juan Cajigas Santacruz en memoria del dr. Silvio Sánchez Fajardo, quien falleció el pasado 11 de abril de 2011, siendo rector de la Universidad de Nariño.



Su primera salida gallarda al mundo intelectual fue liderar el autodenominado grupo de los sabios, jovencitos estudiantes de filosofía y letras de la universidad de Nariño, bajo la égida intelectual del antioqueño y también filósofo José Miguel Wilches, con quien, sin duda, se habrán ya tomado de la mano para recordar el Pasto que cobijó sus amores, sus sueños de transformación y cambio, contando con la sonrisa igualmente cómplice de la hija de Silvio y la esposa de Wilches, que como en los cantos solemnes de los amores fundantes los estaban esperando en el cielo del amor.

Los dos tenían bajo sus alas el recuerdo de esos dos seres que se fueron antes del tiempo posible, antes de la esperanza realizada y los dos desearon con fuerza, y lo lograron, alzar el vuelo para contemplar desde el infinito este espacio que hoy lo sentimos huérfano de su sombra y de su luz, desde el momento mismo en que supieron que la muerte aleve les había arrebatado sus tesoros más preciados.

El nombre impuesto al grupo no tenía mayor objeto que el recubrimiento intelectual desde el humor fino con el que querían alzar una bandera. Y ella ya nunca pudo ser únicamente la estrategia del divertimento sino por el contrario en Silvio fue sin duda una realidad y una constante. Luchador empecinado en y por el desarrollo de la inteligencia, la competitividad desde nuestros particulares sueños por un mundo nuevo y distinto, por una universidad que fuese realmente la cuna de la universitatis, por la libertad de pensamiento mediado por el diálogo efectivo y directo como camino único para sustentar el fundamento demócrata que siempre ejerció Silvio.

De enorme importancia fue su pensamiento cuando lo llamaron a participar desde la proyección de lo que se pretendía hacer con la creación del Ministerio de Cultura, como significativos fueron sus aportes en la agencia cultural más importante que en el país existía bajo el nombre de Colcultura o cuando su voz se dejó oír desde el Banco de la República, no sólo en la sucursal de Pasto, cuando María Cristina Perini dimensionaba la gestión cultural local, sino en todos los órdenes nacionales, como conferencista de primera línea. De esos tiempos Silvio Sánchez asumió sin cargo público distinto a ser un eximio profesor universitario de filosofía, el particular rango de GESTOR CULTURAL.

Igual o mayor papel ejerció en el sector educativo. Teorías modernas y científicas esgrimió después de haber nutrido su pensamiento desde las más altas canteras del pensamiento filosófico contemporáneo. Heidegger fue su filósofo de cabecera, pero igual se nutrió en la ruta del pensamiento de Delleuzze, de Derridá y otras escuelas europeas de alta incidencia en la construcción del occidente nuevo, como igual bebió de las aguas vertidas por Noam Chomsky y de los mejores lingüistas porque para él, el pensamiento no podía ser expresado sino con la sencillez del sabio que dice lo profundo de manera transparente. Y hablaba voceando, como sólo lo hace un pastuso clásico, sin utilizar más fórmulas que el hermano que al ser nombrado en un Vos, pierde la singularidad para incluirse en un colectivo enclítico que tiene la posibilidad de volver el uno en el centro aglutinante del conjunto.

Alcalde mayor de la ciudad que lo acogió como hijo amado, rector del alma mater, fueron cargos ejercidos con la decencia y la pertinencia de un hombre que tenía por vocación el servicio a su pueblo. La muerte le sobreviene después de una larga enfermedad, que se origina en la pérdida de su linda hija adolescente y se produce exactamente en el límite de la entrega de su cargo como rector de la universidad de Nariño, después de la infinita tristeza de los acontecimientos recientes que para ese ser sensible y tierno debieron minar su ánimo de luchador. Por eso a Silvio lo recordaremos todos como un ser de claras ideas y profundos sentimientos. No por nada era poeta y buen poeta, capaz de metaforizar a una pareja de avecillas haciendo el amor en pleno vuelo. Tan cercana su poeiesis a las palomas naranjadas que con su cucurrucutear rondaban a Roberto de Graves en “La Isla del día de antes” de Humberto Eco, otro de los autores preferidos por Silvio Sánchez.

Como escritor, a la educación colombiana y en particular a la universitaria, Silvio nos deja un legado que hay que releer con cuidado. Invitado fue a construir un poco a la limón el derecho a la ternura. Pero a una sola mano y contando con la polifonía de los rectores de las universidades públicas colombianas escribió para los ministerios de cultura y de educación “el reto de un país que sueña”, además de alimentar las discusiones internacionales recientes de nuestros rectores que se realizaron en distintas partes del mundo para mostrarnos que Colombia tiene un marco posible de acción con pertinencia y con orgullo nacional.

Vos nos dejás un roto inmenso pero también nos dejás una luminosa antorcha de Diógenes que procuraremos seguir para no perder tu huella.


Con el abrazo de tus amigos
Cecilia Caicedo Jurado y Juan Cajigas Santacruz