Conferencia Reto ambiental del cambio climático, dictada el pasado 30 de septiembre de 2009, por el Director General de la CARDER, dr. Albeto Arias Dávila, en el marco del seminario “Cambio climático: opciones en diferentes escenarios”.
La batalla contra el cambio climático debe ser ganada. Pero para ganarla hay que librarla. Y el mundo en general no está pensando seriamente en este tema. La agenda de los líderes mundiales está copada por otros eventos trascendentales como la crisis financiera mundial y han dejado de lado el asunto climático, a pesar de que este es un problema de dimensiones apocalípticas, así algunos sectores de la sociedad no quieran reconocerlo o no les guste el uso del término.
Hoy nadie duda de las dimensiones que está tomando la crisis climática. Inundaciones, sequías, tormentas y huracanes, son muestras palpables de lo que le está costando a la sociedad no haber actuado con diligencia para enfrentar las causas exacerbartes de los cambios en el clima. Y como hoy las acciones correctivas siguen siendo bastante lentas y el tema no está en la primera página de las urgencias sociales y políticas, las consecuencias serán devastadoras en el futuro y ellas se traducirán en destrucción de infraestructuras, daños a la economía, enfermedades, muertes y pobreza.
Debido a que el cambio climático sigue su marcha imperturbable y desastrosa, anualmente mueren alrededor de 300.000 personas por efectos de las sequias, las inundaciones, el hambre y el excesivo calor.
Las proyecciones, si no se disminuyen de manera inmediata la emisiones de Gases de Efecto Invernadero, son que en las próximas dos décadas el mundo verá cómo unas 50 millones de personas serán refugiadas ambientales, especialmente en las zonas costeras, fruto del aumento del nivel del mar. También se asistirá a la muerte de medio millón de personas por desastres asociados con el clima. El número de indigentes llegará a los 1.500 millones de personas. Los muertos por hambre sobrepasarán los 10 millones al año. Las pérdidas que enfrentarán las economías serán iguales a las actuales ayudas entregadas por el mundo desarrollado al sistema financiero.
Como se ve, estamos ante un reto de grandes dimensiones que pondrá a prueba la capacidad de la sociedad humana para corregir el origen de los daños y adaptarse a las nuevas realidades. Pero para que esto sea posible es indispensable una acción conjunta y universal, donde los gobiernos dejen de ser maniquíes de las industrias carboníferas, petroleras y automotrices y sean capaces de liderar la investigación, aplicación y comercialización de energías limpias. En este sentido, ya se han venido dando pasos interesantes en Europa y Asia. A este mismo propósito quiere unirse el gobierno de Estados Unidos bajo el liderazgo de su Presidente.
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Es claro que el cambio climático afecta a los países ricos y pobres. Sin embargo, los efectos más dramáticos se presentan en las naciones pobres, que no están en condiciones económicas y técnicas de promover proyectos de prevención y adaptación, que son costosos y requieren de una institucionalidad muy fuerte.
Las familias más pobres son las que sufren con mayor rigor los efectos del cambio climático, bien porque desaparece la posibilidad de acceder a agua potable ante el secamiento de las fuentes hídricas, o porque los aguaceros dañan sus viviendas, o porque las inundaciones le ocasionan la muerte a personas por ahogamiento, o porque los deslizamientos atrapan entre toneladas de tierra a la gente que viven en áreas de alto riesgo.
La pobrería padece los mayores daños, porque se ubica en zonas peligrosas, casi siempre a orillas de los ríos, en las laderas de montañas afectadas por la erosión y sembradas únicamente de ranchos, lo que impide la contención de las aguas lluvias. Tanto la sequía como el invierno contribuyen a evitar que los pobres puedan salir de su condición, e incluso, sus impactos son tan graves que hace aumentar el número de personas atrapadas en la franja de pobreza.
De acuerdo con estudios de la FAO, el número de pobres que sufrirán desnutrición pasarán de 850 millones a 1.000 millones de personas en todo el mundo al finalizar 2009, debido a varias circunstancias: las cosechas se pierden por fenómenos meteorológicos, la comida no alcanza para atender a toda la población, los alimentos que se importan valen mucho más debido a las presiones de la demanda y la asistencia humanitaria cada vez se restringe debido a las dificultades económicas de los donantes.
Si el mundo se interesa realmente en enfrentar los problemas ambientales debería empezar ya. Si las acciones de mitigación y adaptación del cambio climático comenzaran hoy, se requerirá invertir anualmente el 0,3% del PIB mundial, o sea, cada año se tendrían que destinar 182.000 millones de dólares para controlar los gases de efecto invernadero, producir más limpiamente, adecuar la infraestructura, evitar daños en la economía y promover la adopción de energías no contaminantes.
De acuerdo con Naciones Unidas, las mayores inversiones se tendrían que hacer en infraestructuras, especialmente energéticas, con alrededor de US$130.000 millones. Los otros recursos irían para agricultura, forestería y acuacultura con US$14.000 millones; para Agua potable US$11.000 millones; para salud humana US$5.000 millones; y en zonas costeras US$11.000 millones.
Estos gastos en mitigación y adaptación se deben ejecutar ininterrumpidamente por los próximos 25 años, con lo cual se podría garantizar en gran parte que el aumento de la temperatura mundial no excediera los dos grados centígrados y que las emisiones de partículas no superaran las 500 partes por millón.
Si la decisión que se impone es aplazar las inversiones, caminar con menos prisa y dejarle la responsabilidad de enfrentar las consecuencias del cambio climático a las futuras generaciones, entonces los gastos podrían ascender a 1.800 millones de millones de dólares anuales, lo cual ya no sería costeable y entonces ahí sí se pondría en serio riesgo el futuro mismo de la especie humana, porque adicionalmente, la temperatura podría ascender tres o cuatro grados centígrados sobre la base que se tenía en el año 1800. La temperatura desde esa época hasta hoy, se ha incrementado el 0.7 grados centígrados y nos tiene en serios problemas.
Frente a lo dramático de la situación, hay gobiernos que ya empezaron a actuar. La mayoría de ellos pertenecen a las naciones más desarrolladas. Están ejecutando programas ambiciosos para enfrentar las causas y prevenir las consecuencias del cambio climático al interior de sus países. Están mejorando sus infraestructuras, preparan y sensibilizan a los habitantes, modernizan los sistemas de transporte y hacen aplicaciones de nuevas energías. Pero se olvidaron de las naciones pobres y marginadas, que no están en capacidad de actuar autónomamente para gestionar la mitigación y la adaptación, debido a que carecen de los recursos económicos y la tecnología apropiada.
Para no sentirse tan culpables, las naciones del primer mundo han depositado recursos en varios fondos para impulsar la adaptación climática, ejecutar proyectos demostrativos en regiones críticas, especialmente dependientes de la agricultura, y apropiar tecnologías para la producción limpia. Los dineros que han dicho que aportarán no exceden los US$300 millones.
Lo que está pasando, en términos reales, es que cada quien se está protegiendo como puede frente a las amenazas climáticas, sin pensar en lo que le ocurrirá a sus vecinos, en una actitud bastante bochornosa, insolidaria y muy desatinada, pues se está pasando por alto un elemento fundamental de la crisis: que ella es universal y nadie escapará a sus efectos.
Lo que sí es cierto, es que quien mejor se prepare podrá sobrellevar los impactos negativos, pero de todas maneras sufrirá. Ningún país, por poderoso que sea, tendrá la capacidad de encerrarse en una capsula para evitar que los gases de efecto invernadero lo toquen.
Si las inversiones en mitigación se comparten, los beneficios serán generales. Disminuirán los gases de efecto invernadero en la proporción que se requiere y se podría llegar conjuntamente a las metas propuestas, sin que nadie se adelante lo suficiente como para perder sus esfuerzos, ni que se atrase tanto que perjudique a los demás.
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El medio ambiente frente al cambio climático tiene sus retos y ellos se dan en dos escenarios, la mitigación y la adaptación.
En el campo de la Mitigación hay consenso en que un primer paso tiene que ver con disminuir el uso de combustibles fósiles y darles mayor preponderancia a otro tipo de energías, especialmente aquellas renovables como la solar, eólica, geotérmica, bioenergía e hidroeléctrica. En el futuro será posible contar con tecnologías capaces de almacenar el carbono y reciclarlo continuamente en las plantas generadoras de electricidad. Así mismo, se tendrán en pleno desarrollo las energías nuclear y mareomotriz.
Con relación al transporte, se están poniendo en operación carros movidos con gasolinas más refinadas, a gas y mezclas con etanol, pero se llegará al uso de vehículos eléctricos y de hidrogeno.
Se trabaja en la actualidad en lograr que haya iluminación natural la mayor parte del día en las viviendas y sitios de trabajo, lo cual disminuye el uso de energía eléctrica. En el futuro, los edificios lograrán que la energía solar fotovoltaica sea de uso común.
Con respecto a la industria, el interés se concentra en la recuperación térmica y energética, y en el fortalecimiento de procesos productivos limpios que reciclen y sustituyan materiales contaminantes como el cemento, amoniaco, hierro y aluminio.
En la agricultura se propende por aumentar el almacenamiento de carbono en la tierra; restaurar los suelos degradados y darle un tratamiento adecuado al estiércol con el fin de disminuir las emisiones de metano. La apuesta futura se relaciona con mejorar la técnica de aplicación de fertilizantes nitrogenados para controlar las emisiones de oxido nitroso y aumentar el nivel de productividad de la tierra.
En el tema de los bosques, hoy se trabaja en fortalecer el proceso de reforestación, combatir la deforestación ilegal y ganar en gobernabilidad. El futuro propenderá por mejorar las especies arbóreas para que capturen mayor carbono y se gestione con eficiencia el bosque, impidiendo un uso dañino e irresponsable de él.
Frente al tema de los desechos, hoy se desarrollan actividades para recuperar el metano que se fuga de los rellenos sanitarios. Se ha incursionado en el campo de la incineración de desechos recuperando y reutilizando energía. También hay avances en torno al tratamiento de aguas residuales. En el futuro se aspira disminuir al máximo la generación de residuos y se construirán cubiertas y filtros biológicos para optimizar la oxidación del metano.
Hoy también se evidencia la puesta en marcha de instrumentos económicos aplicados al medio ambiente para tratar de frenar la contaminación. El propósito es evitar que quien contamine socialice los costos de limpieza.
La actividad productiva del hombre no es la única responsable de afectar el clima. También lo son los patrones de consumo de la sociedad. Si se quiere intervenir con acciones de mitigación, necesariamente se debe influir en el estilo de vida de las personas para que sean menos carbonodependiente.
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En cuanto a la Adaptación, un primer paso fundamental es lograr que los descubrimientos y las nuevas tecnologías estén al servicio y al alcance de toda la humanidad, porque de no ser así, las naciones más pobres no tendrán acceso a ellas, desencadenando, por lo tanto, iniquidades profundas y condenando a muerte a millones de personas que no serán capaces de soportar las inclemencias del clima.
Las primeras acciones reales de adaptabilidad se están dando con la búsqueda de nuevos escenarios geográficos para la producción agrícola a mayores alturas, debido al aumento de la temperatura. Los emprendimientos los están desarrollando directamente los campesinos, con asistencia técnica especializada, buscando mejorar la productividad agrícola, proteger los suelos y cuidar el entorno natural. Las tecnologías que se pongan en marcha deben ayudar, también, a mejorar los niveles de competitividad de las economías nacionales que se sustentan en las biomasas, para que las familias puedan tener más ingresos y un mejor nivel de vida.
Cultivar a mayor altitud genera tensiones entre el uso de zonas boscosas y las posibilidades de fortalecer programas de repoblamiento forestal. Ambas situaciones crean incertidumbre sobre las posibilidades de proteger los acuíferos y garantizar agua para el consumo humano y la producción agrícola y pecuaria.
En el escenario de la adaptación al cambio climático, las autoridades deben trabajar en la promoción de mejores prácticas forestales, que ayuden a consolidar la calidad del suelo, a proteger los ecosistemas, a controlar las escorrentías, a permitir el abastecimiento de aguas superficiales y a capturar dióxido de carbono. Una gestión eficiente del bosque se traduce necesariamente en progresos indiscutibles para enfrentar exitosamente las consecuencias de un clima agresivo y extremo.
Adaptarse también significa consolidar una infraestructura física resistente a los embates de los desastres climáticos. Durante las temporadas invernales, las vías y los puentes sufren debido a los movimientos en masa por la pérdida de consistencia de los terrenos. Los deslizamientos de tierra ocasionan multimillonarias pérdidas al sistema de transporte y a la economía en general. Además, dejan a su paso una amplia estela de muerte y destrucción.
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Permítanme, hacer una referencia a lo que está ocurriendo en Colombia sobre este tema. En nuestro país, en momentos de crisis fiscal, la tendencia es a recortar los recursos de áreas que son estratégicas, pero poco visibles y con bajas repercusiones políticas. Los presupuestos relacionados con la protección del medio ambiente, la investigación científica y la producción limpia, son relegados y las acciones pospuestas para momentos de mejor perspectiva económica.
En estas condiciones, las áreas protegidas, los bosques naturales, el cuidado de las fuentes hídricas, el control de las emisiones de gases, el tratamiento de aguas residuales, la protección de los paramos, la promoción de la biodiversidad, entre muchos otros aspectos, quedan figurando marginalmente en los presupuestos públicos.
Sin embargo, con los pocos recursos de que se dispone por parte del presupuesto nacional y con algunas ayudas de la cooperación internacional, el país está enfrentando su compromiso de adaptabilidad a través de investigaciones piloto buscando producción de información sobre el cambio climático para la toma de decisiones administrativas.
Así mismo, busca conocer cómo reducir eficientemente la vulnerabilidad de los ecosistemas de alta montaña y el diseño e implementación de un programa de adaptación en las áreas insulares y continentales del Caribe colombiano. Se buscan también respuestas a las enfermedades tropicales transmitidas por vectores inducidas por el cambio climático.
Colombia aspira lograr la inclusión de la adaptación al cambio climático en los esquemas de gestión integrada de cuencas y de ordenación territorial, para lo cual es indispensable la voluntad política regional, la que hasta el momento ha sido bastante escasa.
También se procura el fortalecimiento e integración de sistemas institucionales de gestión y prevención del riesgo, lo que debe desembocar en la ejecución de inversiones en infraestructura para la protección de desastres.
Otras áreas de interés en Colombia tienen que ver con la gestión integrada en las zonas costeras; el mejoramiento de las condiciones de vida rurales; aumento de los niveles de resistencia y resiliencia; y adaptación de cultivos y de comunidades a nuevos escenarios naturales.
También se tendrá que avanzar en el mejoramiento de los sistemas de provisión de agua y saneamiento básico en las áreas urbanas y en la protección de ecosistemas estratégicos.
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La Corporación Autónoma Regional del Risaralda – CARDER está poniendo su parte en la búsqueda de soluciones a través de planes relacionados con producción más limpia, protección de cuencas hidrográficas y gestión eficiente del bosque. También está impulsando programas de socialización, educación y sensibilización ciudadana sobre hábitos de consumo amigables con la naturaleza.
Hemos entendido que para superar los problemas climáticos se tiene que actuar de manera inmediata y unificada, porque cada segundo que se demoren las decisiones, las consecuencias se medirán en número de personas muertas, desnutridas, incapacitadas, damnificadas y desplazadas.
Muchas gracias.