Intervención del profesor de la Universidad Tecnológica de Pereira, Oscar Arango Gaviria realizada el 23 de septiembre de 2004, como presentación del libro \"Reelección: Que el Pueblo decida\", del autor José Obdulio Gaviria.
REELECCION: LAS COORDENADAS DE UN DEBATE(1)
Oscar Arango Gaviria
DESCRIPCION
En la Universidad, como en el país, alrededor del tema que hoy nos convoca, circulan toda clase de opiniones políticas y parte de nuestra tarea académica es tratar de decantarlas para que en su libre contraste termine ganando la democracia.
Este es un libro que se mueve entre la academia y la política. Su contenido toma partido y milita, por así decirlo, en la causa de la reelección. O, para ser más precisos, en sus páginas se descubre un esfuerzo intelectual y político para argumentar en pro de levantar la prohibición a la reelección.
Es un texto que, como ha dicho Eduardo Posada, es ameno, agudo y provocador.
DIMENSION INTERNACIONAL
El libro es ecuménico, pasa revista a la historia europea, de los Estados Unidos y de Latinoamérica, y describe la evolución de la figura presidencial en diferentes momentos de la humanidad.
En el último año y medio, aspiraron con éxito a la reelección 11 mandatarios. Sus países están situados 3 en Europa, 6 en Africa y 1 en Asia.
En América Latina 7 países tienen hoy la opción de la reelección alterna; 6 países aceptan la reelección inmediata y, al lado de Colombia, Guatemala, Honduras, Paraguay y México mantienen la norma de la no reelección.
Es cierto que las restricciones sobre reelección han sido flexibilizadas en cuatro de los Estados más grandes de América Latina; pero Nicaragua y Paraguay se movieron en dirección contraria, creando varios tipos de restricciones donde antes no había ninguna.
Los segundos mandatos en América Latina dejan diferentes lecciones por la desinstitucionalización que produjeron en Argentina con Carlos Menem o en Perú con Fujimori, quien aspiró a un tercer período. En Brasil se establece la reelección en el primer mandato de Fernando Cardoso y el Partido de los Trabajadores al cual pertenece Luis Ignacio Lula no compartió en principio la decisión. Hoy los brasileros parecen querer la reelección, convencidos de que para consolidar un proyecto de largo plazo para la izquierda es importante la continuidad de los programas.
El caso de Hugo Chávez en Venezuela, otro presidente latinoamericano que no solamente consiguió la reelección, sino que acaba de salir airoso de un referendo revocatorio de mandato, confirma que en estas materias las cosas son multicolores.
Recientemente, perdió en su aspiración el Presidente en República Dominicana y no es seguro que gane en EEUU.
Las referencias a las posibles y determinantes influencias del prohibicionismo mexicano bien ameritarían mayores exploraciones documentales. Pero quedan pocas dudas sobre el tremendo impacto que para la vida política de América Latina tuvo el gobierno que durante tres décadas ejerció Porfirio Díaz.
De la lectura de estas páginas queda claro, en todo caso, que en Colombia hemos ensayado varias fórmulas para asumir la figura presidencial. Estas van desde las inspiradas por Bolívar o Nariño, hasta las iniciativas propias del régimen radical, o las del gobierno de Rafael Nuñez o de Rafael Reyes, pasando por la prohibición absoluta, hasta la aceptación de una reelección mediando un período, que fue justamente la que la Asamblea Constituyente dejó atrás para volver a la prohibición. Después de 1991 el Congreso ha visto entrar, una y otra vez, diversas y fallidas iniciativas en esta materia.
La posibilidad de reelegir o no a un Presidente no ha sido pues un tema de principios ni sobre el cual, como lo ha mencionado el expresidente Gaviria, el país se deba rasgar las vestiduras. La reelección no es buena ni mala en sí misma. Cada país obra en función de su experiencia histórica y decide por motivos de conveniencia.
LAS FRONTERAS DEL TEMA
Podría convenirse en que la médula del libro es la argumentación a favor de levantar la prohibición constitucional para la reelección presidencial. No obstante, este es un tema de múltiples aristas y compromete la vida política nacional más allá de lo que algunos imaginan.
Por supuesto, la polémica separa inicialmente a quienes aceptan de quienes rechazan la reelección como tal. Luego divide a quienes están por la prohibición de la reelección absoluta, de aquellos que sólo se oponen a la reelección inmediata. También opone a los que se inclinan por autorizar por un solo período la reelección, de los defensores de la reelección indefinida, hasta que las urnas digan lo contrario.
Más todavía, el tema de la reelección diferencia a aquellos que sólo la ven conveniente para el Presidente de la República, de quienes desearían ampliarla a alcaldes y gobernadores (recordemos que hoy estos pueden buscar la reelección mediando un período).
En un escenario similar está el contrapunteo entre los partidarios de establecer el máximo de inhabilidades a los funcionarios públicos para aspirar a la presidencia y los amigos de flexibilizar este régimen, dado que el propio Presidente ya estaría autorizado para intervenir activamente en política partidista.
Por otra parte, el debate sobre la personificación de las reformas, esto es, la discusión sobre si todas las grandes reformas político institucionales del país han tenido y probablemente continuarán teniendo nombre propio, se asume con intensidad en esta publicación.
El libro está cruzado, igualmente, por la impronta de la confrontación sobre el liderazgo y defiende un punto de vista sobre el rol de los líderes políticos en la estructura del poder y de las decisiones estratégicas del Estado. Por supuesto, este es un asunto que ha estado presente en todas las búsquedas de la ciencia política y que, a no dudarlo, continuará alimentando las banderías de las agrupaciones en el mundo entero. El rol determinante del líder frente al eventual papel de los colectivos está en la base de estas reflexiones y le sirve al autor para fundamentar su respaldo a la autorización del Congreso a la reelección.
Ahora bien, entre el momento en que este libro entró a imprenta y la presente coyuntura se han ido consolidando las fronteras de una discusión que está enunciada apenas en sus páginas y que nos invita a deliberar sobre las bondades y posibilidades del régimen parlamentario. “El juego de la reelección hará las veces de transición al gobierno parlamentario”, dice su autor. En este tema, incluso más que en el de la propia reelección, el mapa político nacional tiene toda clase de recomposiciones.
No olvidemos que en un régimen parlamentario el gobierno no es elegido por votación popular directa, sino que es elegido por el Legislativo y que en todas las decisiones es protagónico el rol de los partidos y sus respectivas bancadas.
El debate ya está en manos del Congreso con sendas propuestas presentadas por los senadores Rafael Pardo y Juan Fernando Cristo, quienes, cada uno a su manera, han retomado los criterios del expresidente López. Para ellos el sistema presidencial es el causante, en gran medida, del desprestigio del Congreso y es una opción de régimen político agotado que debe cambiarse cuanto antes. Tanto que también han formulado una propuesta de Asamblea Constituyente que sólo se ocupe de ese tema, dejando al Congreso abierto y tramitando el resto de la agenda legislativa. En lo personal abrigo serias dudas sobre el fundamento constitucional de una iniciativa de estas características.
Por el contrario, otros dirigentes, Antonio Navarro, Humberto de La Calle e incluso Plinio Apuleyo, tienen razonamientos diferentes y advierten, también cada uno a su manera, que mientras persista el conflicto armado, el parlamentarismo puede terminar diluyendo una autoridad que ahora es más necesaria que nunca.
La hipótesis de la crisis del régimen presidencial necesita de mayores y mejores razones. Los ejemplos latinoamericanos que se citan de presidentes incapaces de contener presiones ciudadanas, no aplican mecánicamente en Colombia como se puede leer fácilmente en las crisis políticas de la última década.
Por supuesto, esta discusión apenas dibuja sus reales entornos y urge profundizarla con la participación de todos ustedes.
Creo que sobre este asunto el doctor José Obdulio podría ampliar en este escenario sus consideraciones.
EL PROYECTO EN EL CONGRESO
Pero retornemos al tema específico de la reelección. A esta altura, el proyecto de acto legislativo ha sido aprobado en seis debates, le restan dos y el control de la Corte Constitucional.
Permítanme tres glosas sobre este proyecto. La primera, se aprobó la posibilidad de que los alcaldes y los gobernadores puedan participar como candidatos en el debate presidencial.
Quedaría inhabilitada una importante cantidad de altos funcionarios, pero otros como embajadores y ministros sí podrán aspirar a la Presidencia.
También se aprobó la prohibición de participación en política para empleados del Estado de los órganos judicial, electoral, de control y de los organismos de seguridad.
Sobre este tema, en particular, apenas se asoma la cabeza del témpano y al país le esperan no pocos debates antes de derrumbar la doble moral con la que se maneja la participación en política por parte de los funcionarios públicos.
En este contexto conviene recordar que el Congreso negó la posibilidad de que alcaldes y gobernadores puedan competir por su propia reelección. Esta es una decisión política completamente atípica, que no existe en ninguna parte, y que ameritaría un mayor debate público.
Qué argumentos se levantan hoy para autorizar la reelección presidencial pero no la reelección de alcaldes y gobernadores?
En segundo lugar, en buen momento, la comisión del Senado negó la iniciativa destinada a fijar normas sobre el presupuesto general de la Nación que establecían audiencias públicas consultivas para definir la inversión en las regiones. Una propuesta similar ya había sido negada en el referendo.
La tercera glosa se relaciona con las garantías a la oposición bajo el nuevo esquema político. En el proyecto este tema se remite a una Ley Estatutaria pero no es muy seguro que el actual Congreso acompañe la propuesta y, en ese caso, la función pasa al Consejo de Estado, una fórmula bastante extraña al esquema democrático.
Creo que en este auditorio podríamos coincidir en las dificultades que acarreará, en los próximos dos años, definir la frontera entre los actos propios de un gobierno y los que puedan ser entendidos como actos de campaña. Máxime cuando son bien conocidas las prácticas que han caracterizado la pequeña política en Colombia, esto es, ese quehacer de las decisiones de congresistas supeditadas a ciertas ofertas gubernamentales.
Por lo pronto, sucesivos editoriales de La Tarde, El Diario del Otún o El Tiempo han formulado preocupaciones sobre la necesidad de ofrecer garantías que eviten un uso indebido del aparato estatal en beneficio de una determinada campaña presidencial.
REELECCION, PARTIDOS Y CONFLICTO ARMADO
De otra parte, atravesando todo el debate está el tema de los partidos políticos. No creo que existan muchas dudas alrededor del realineamiento político que se está produciendo en el país. El mapa político tendrá un nuevo ingrediente y no son pocos –el doctor José Obdulio entre ellos- los que admiten que los partidos políticos están en una grave crisis y que la sola mención de la posibilidad de que en Colombia haya reelección ha ido configurando dos grandes bloques que ya se perfilan para la próxima campaña.
Frente al tema de las relaciones entre el proyecto de reelección y la seguridad algunos observadores encuentran una paradoja. Si hay una razón principal por la cual quieren los colombianos que Uribe se quede es por sus éxitos en materia de seguridad. Y en este punto radicaría, sin duda, uno de sus principales capitales políticos en una eventual campaña reeleccionista. Sin embargo, un segundo mandato podría exacerbar el conflicto y podría perderse mucho de lo logrado pues le quitaría urgencia a la negociación con las autodefensas y obligaría a las FARC a replantear sus lógicas político militares fundadas en períodos presidenciales de 4 años.
PROCESO DE REELECCION: argumentos a favor y en contra
Las coordenadas del debate descrito en el libro del doctor Gaviria continúan creciendo y, muy seguramente, así será hasta la decisión final del Congreso y la Corte Constitucional. Utilizo esta última parte de la presentación para esbozar los pros y los contra que hoy circulan en la opinión política.
A favor de la reelección se cita la necesidad de premiar lo bueno o de dejarle al ciudadano la opción democrática de escoger entre la continuidad o el cambio. En contra está el asumir que este es un enfoque coyuntural y personal. Se cambiaría la Constitución en beneficio de una persona. Una encuesta de favorabilidad no puede ser un argumento para reformar el Estado.
En apoyo se argumenta que la reelección permite recuperar un elemento fundamental para consolidar las políticas públicas, esto es, la continuidad. Este mecanismo permitiría la religitimación del poder y el continuo seguimiento del cumplimiento de las metas programáticas. Los opositores indican que razones de este tipo conducirían a defender la presidencia vitalicia. La continuidad, por sí misma, no garantiza la estabilidad institucional.
La reelección le permitirá al Estado ganar la guerra, dicen los partidarios de la iniciativa. Uribe ganó con la tesis de guerra corta, pero busca su reelección, lo que nos indica que la tesis se cambia por la de una guerra prolongada, señalan sus detractores.
La calidad de la democracia se aumenta con la reelección, indican los amigos de la idea. Para ellos, con la reelección debe aumentar la capacidad de respuesta democrática y la posibilidad de rendición de cuentas. Los presidentes que aspiren a ser reelegidos estarán siempre más atentos a las preferencias de los ciudadanos que los que no son reelegibles. En cambio, para sus enemigos, inevitablemente la reelección conduce al abuso del poder presidencial.
Hay madurez política, razonan los partidarios de la reelección: por ejemplo, no se votó suficientemente por el Presidente en el referendo a pesar de sus altos índices de popularidad. Por el contrario, sus opositores insisten en que desde ahora el presidente Uribe no va a gobernar sino que se va a meter de lleno en campaña para el año 2006.
Además en defensa de la propuesta se argumenta que, al no tener la posibilidad de ser reelegido, a un presidente se le debilita su posición de líder de su partido y de su coalición en el Congreso. Los legisladores estarán menos proclives a apoyar un ejecutivo cuyo tiempo restante en ejercicio sea limitado. En criterio de los enemigos de la idea, está claro que en un país como el nuestro, sin partidos consolidados, el Presidente caerá en manos del clientelismo.
Observan los defensores de la reelección que si bien el que está en el gobierno tiene ventajas sobre los demás candidatos -situación inherente al sistema- habrá normas que limiten el ejercicio del poder. Es un error creer que una vez en el poder se pueda abandonar la necesidad de legitimar el mandato cada día La mejor forma de conjurar el abuso del poder es ampliar, no restringir la democracia. La posibilidad de la reelección agrega como valor el fortalecimiento de una alternativa democrática y viable de oposición. En la otra orilla se insiste en que el presidencialismo en Colombia es tan fuerte que esa tentación lleva inexorablemente a un abuso del poder. Un Presidente-candidato deja de ser magistrado. Pierde autoridad. Sólo gobierna para sus amigos. No simboliza la unidad nacional.
En fin, en favor de la propuesta se argumenta que el liderazgo verdadero requiere de la opción reeleccionista. Todas las reformas tienen nombre propio. No obstante, los discrepantes reiteran: este plan de reelección está basado en la teoría del hombre providencial.
En todo caso, y según lo mencionó un agudo observador francés, en materia constitucional no se puede nunca afirmar que determinada regla tendrá tal o cual consecuencia de manera absoluta; no existe un óptimo de pareto en ese sentido.
La invitación es a deliberar y a decidir sobre reformas que desde la Constituyente de 1991 se han venido aplazando, y que incluso hicieron parte del programa de campaña del presidente Uribe. Me refiero, por ejemplo, a la importancia del régimen unicameral revisando de conjunto el sistema de representación; o al debate sobre la financiación de las campañas; o el necesario estatuto de la oposición; o la importancia del trabajo de las bancadas parlamentarias; o los nuevos umbrales; o el número límite aceptable en los cuerpos colegiados ahora que se realizará un nuevo censo de población.
FINAL
El tema de la reelección avanza a ritmo de vértigo.
Retomando el texto del libro, la invitación a todos ustedes es pues a leerlo, a aceptar sus argumentos como válidos, y a que si no los aceptan, los lectores refuercen y afilen sus propias razones.
Gracias al doctor Gaviria por estimular las reflexiones documentadas y colocar puntos altos en la sana confrontación intelectual sobre los temas de la política.
Gracias a todos ustedes por aceptar la invitación de la Universidad Tecnológica de Pereira y de la Cámara de Comercio para participar de este evento.
Pereira, 22/09/04
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(1)Intervención en la presentación del libro de José Obdulio Gaviria Reelección: que el pueblo decida. Planeta. Bogotá, 2004