Su padre, Don Guillermo Ángel Ramírez, fue coleccionista de piezas de barro y llegó a tener una de las más importantes colecciones de la civilización Quimbaya. En su casa siempre hubo tiestos sacados de la finca familiar.
Además, su padre tenía una destacada biblioteca con lo mejor, entre otros libros, de la literatura universal, así que Juan Guillermo Ángel Mejía vivió rodeado de historia indígena, cultura y política en su juventud.
“Siempre escuché que los Quimbayas habían sido una tribu muy pacífica y el asentamiento en esta región no había tenido mayores problemas, pero me encontré con un escrito que revelaba un enfrentamiento entre algunos Quimbayas y españoles en este territorio y me dio curiosidad por saber más sobre ese tema”, nos cuenta el autor de la novela histórica “El Valle de las cañas gordas”, que llega a su tercera edición (Sello Editorial Red Alma Mater/Sistema Universitario del Eje Cafetero-Sueje).
Así que buscamos conocer más ese perfil de escritor que de político y funcionario con el que todos le conocen y saber de dónde le vienen la historia y el oficio de escribir que realiza muy bien. Ángel Mejía es el actual gerente del Cable Aéreo de Pereira, fue Senador, presidente del Congreso y Alcalde de la ciudad, entre otros cargos. Estas sus revelaciones.
¿Qué camino recorrió para llegar a este libro?
Algún día que estaba sin oficio, pues ya me había pensionado, me dije que iba a escribir un libro, así que me dediqué a buscar lo concerniente a esta historia y coincidió esto con un viaje a España y me metí a la biblioteca de la Universidad Complutense, traté de ir a las fuentes primarias y encontré los textos originales de los relatos pero me di cuenta que están escritos en un castellano complejo para traducir y entonces me quedé con los datos que tenía. Así que me senté con disciplina a escribir y luego a corregir y para eso conté con amigos y escritores que me ayudaron en esa tarea, entre ellos Miguel Álvarez de los Ríos, Víctor Zuluaga y la doctora Álvarez, quienes me aportaron algunos datos históricos y corrigieron algunas fechas y demás.
¿Recuerda alguno de esos datos?
En uno de los capítulos hablo del 11 de octubre de 1492… ¿qué estaba haciendo en el barco Cristóbal Colón el día antes del descubrimiento de América? Y menciono que la luna estaba en tal fase y mi compañero de oficina que era astrónomo me hizo corregir el dato con la fase de la luna que había entonces, también hablaba en alguna parte de mangos y me dijeron que esa fruta había llegado a América después. Ese año, 1492, es una de las fechas más importantes en la historia contemporánea de la humanidad, porque además salieron los Moros de España, quedaron muchos guerreros sin oficio después de la guerra y qué hicieron. En este año se inicia la historia que concluye en los valles de las cañas gordas, la tierra de los Quimbayas, un próspero pueblo asentado en la laderas de la cordillera de los Andes, en el nuevo mundo, en el centro de la actual República de Colombia. Todo eso lo fui acumulando y terminé escribiendo esta novela histórica.
Todo este relato tiene que ver con los Quimbayas y cómo fueron desapareciendo…
Me preocupa que de la cultura Quimbaya no quede nada, solo algunos nombres como Consotá, entre otros, palabras que terminaron en el léxico nuestro, pero de esa civilización no hay nada más y me preguntaba por qué desapareció esta cultura, qué fue lo que pasó. Siempre me he preguntado qué pasó con, qué pasó después de. Esta era su tierra, una de las culturas más importantes en la época con 180 cacicazgos que ocupaban un territorio tan extenso que iba desde Irra hasta Buga entre las dos cordilleras y uno de los caciques principales era Tacurumbí, aunque había muchos otros. Así que quise escribir este libro en donde cuento la versión de lo que ocurrió por parte de los españoles, pero los Quimbayas no tuvieron ninguna posibilidad de escribir nada ni se sabe cuál fue su visión de lo que había pasado, así que trato en el libro de escribir sobre cómo lo veían los españoles y cómo lo veían los Quimbayas.
¿Esa vena literaria le viene de dónde?
Mi padre también escribió y publicó un libro muy lindo que se titula “Solar de granos” en el que recuperó lo que escribió como columnista en varios periódicos y tengo ancestros como Epifanio Mejía y Silvio Villegas, de manera que por ahí debe venir algo de eso. He escrito otras cosas pero libros más técnicos, por ejemplo un documento sobre valorización que publicó la Sociedad Colombiana de Ingenieros.
Dentro de su intenso ejercicio político a lo largo de la vida, como fue conservando la semilla de esta historia?
Cuando uno hace política toca escribir y hablar en público y para hacerlo hay que leer. Siendo muy niño mi padre llegó a la casa con una caja de libros que eran los resúmenes de los grandes clásicos, y me los leí todos, hasta el punto que para mi los dioses del Olimpo cobraban vida. Y eso ayuda a la imaginación. Mi padre fue un intelectual metido en el tema cafetero que leyó mucho.
Esta es la tercera edición del libro, algo que sorprende en el mercado editorial…
Lo primero es que a los amigos se les entregan ejemplares, otros van para bibliotecas, algunos para el exterior… una edición se va muy rápido pero me siento muy contento de que la obra circule y haga algún aporte a la historia regional.
¿Qué vendría después de esta obra?
Quiero escribir un tríptico, primero este libro sobre esos primeros 150 años de la vida de Pereira de lo que hay muy poco escrito, de esos años que transcurren desde la fundación de Cartago antiguo y el traslado de aquí al otro lado del río La Vieja.
Un segundo libro sobre el regreso para hacer la fundación de Pereira con el padre Cañarte, Ormaza, Recio, Francisco Pereira y demás personajes. Y un tercer trabajo lo que he vivido de Pereira a partir de los años 50, cuando la ciudad se convierte en un santuario para los perseguidos políticos de la violencia. Pero para hacer ese trabajo a conciencia y con el rigor histórico necesario se necesita tiempo y, por ahora, debo cumplir los compromisos que tengo con la ciudad.
¿Por qué el título?
Encontré un texto de Cieza de León, el cronista de Jorge Robledo y decía que habían encontrado unas cañas que eran gordas como el muslo de un hombre que hacían infranqueable el territorio. Esas cañas eran guaduales. Quise meterme en los zapatos del conquistador que llegaba a esta tierra con pesadas armaduras, ropajes europeos no propios para estos climas, de qué se alimentaban, comían hojas, raíces, o llegaban a una población indígena para arrasar con todo lo que hubiera para obtener comida, así que la vida no era fácil y fue más compleja aún para los indígenas ante la llegada de los conquistadores. Espero aportarle a la prehistoria regional estas páginas.