Anarquismo y desmesura
Seguramente nos costará mucho reponernos de los años de violencia y desmesura que nos han tocado vivir y, en consecuencia, construir los mínimos que necesitamos para convivir en sociedad. Si cada uno de nosotros, afianzado en una amañada adecuación del anarquismo, impone su voz y despliega su modus operandi para conseguir sus propias metas, los avances en este proceso serán mínimos. La labor de la educación, el papel de la familia y de los diferentes estamentos de la sociedad constituyen la esperanza para transformar estas realidades.
La reflexión viene al caso a raíz de la penosa situación que debimos presenciar algunos miembros de la comunidad académica de la Universidad Tecnológica de Pereira y los visitantes invitados, el pasado jueves 16 de octubre, cuando participábamos de un acto de reconocimiento al saliente rector de la institución, Ingeniero Luis Enrique Arango Jiménez. De improviso, un grupo minoritario de estudiantes irrumpió en el espacio de reunión con el propósito de boicotear el encuentro, valiéndose de silbatos, arengas insultantes y el uso de artefactos de pólvora detonados sin ninguna consideración. La situación no podía ser más infortunada, sobre todo por la consideración que nos despertaba la presencia de adultos mayores y la de un niño encarando este escenario.
Tal vez por la poca madurez de los estudiantes, por la falta de formación política o por la escasa memoria que los contiene, estos jóvenes no se han percatado de construir coherencias entre lo que reclaman y lo que hacen. Por todos lados se reclaman derechos. Como padres y maestros vivimos la tiranía de estos tiempos de demandas y pocas responsabilidades, en los que, más allá de los impulsos que mueven los deseos, poco interesan los compromisos reales para enfrentar las situaciones y sopesar los alcances de los actos.
Mientras presenciábamos con indignación el espectáculo del boicot, algunos asistentes nos cuestionábamos sobre ¿cuál sería la reacción de estos mismos estudiantes si, por alguna circunstancia, un grupo ajeno a su colectivo, irrumpiera con la misma violencia y desmesura en sus espacios de deliberación o encuentro? Seguramente no habrían tolerado tanto.
Sin duda, hoy la realidad de la Universidad Tecnológica de Pereira es mucho mejor que la que teníamos hace quince años. Esto somos capaces de reconocerlo quienes, desde nuestra propia labor, hemos aportado a esa transformación. Eso era lo que queríamos manifestarle a quien tuvo a su cargo la responsabilidad de conducir durante este tiempo los destinos de nuestra Alma Mater y que hoy, por una decisión personal, decide apostarle a otro proyecto, tal vez, de mayor envergadura política: la ciudad.
* Directora Maestría en Estética y Creación UTP.