Hasta la bonanza cafetera en Colombia hacia el año 1980, el canasto de plástico desplazó al canasto de bejuco para recolectar café, ya que este resulta ser más económico, para la producción agrícola. Con este cambio se declinó la actividad de cestería la cual era la herramienta de subsistencia de la mayoría de municipios rurales en Risaralda.
Por esta razón el proyecto, ‘Diagnóstico socio ambiental del aprovechamiento de plantas silvestres utilizadas, para cestería en Risaralda con fibras naturales’, intenta rescatar el legado histórico y cultural que es desarrollado por el Grupo de Investigación del Jardín Botánico de la Universidad Tecnológica de Pereira, UTP.
La intención nació por una necesidad que identificó la Cárder con el fin de reglamentar la actividad de aprovechamiento de recursos como las fibras vegetales. Las organizaciones que apoyan este importante proyecto son: Colciencias, Vicerrectoría de Investigaciones, Innovación y Extensión de la UTP.
“Cuando se introdujo el recipiente de plástico hay un punto de quiebre en la cestería. Y se ven las diferencias ya que este no se adopta a las necesidades del producto agrícola. Por ejemplo el canasto de bejuco tiene múltiples salidas para el agua, es más ergonómico y cómodo mientras que el plástico tiene solo 2 huecos y tiende a degradarse más. Con esto la actividad declinó, desapareciendo las familias cesteras”, indicó la coordinadora del proyecto del Jardín Botánico, Diana Carolina Arias Ospina.
Se observa que la producción del canasto tradicional de bejuco, en los municipios de Risaralda tiende a desaparecer, debido a que quedan muy pocas personas que practican el oficio, estos en general son de avanzada edad.
Cestería
Desde el 2013 empezó el proyecto donde se realizó la caracterización de 2 escenarios de la cestería como la agrícola y la de decoración.
Se localizaron alrededor de 45 personas distribuidas en 7 municipios de Risaralda, relacionadas al quehacer de la cestería con bejucos; artesanos colectores, quienes extraen por sí mismos las fibras vegetales, las transforman y comercializan en productos de la cestería. También artesanos quienes compran estas materias primas, para la producción y comercialización de artesanías.
“La población en Santa Rosa que son 25 personas utilizan el conocido ‘Triple perro’, son raíces que tienen una fibra más flexible y menos fina, ideal para uso decorativo”, indicó la Coordinadora.
Esta especialidad se vive en mayor medida en el municipio de Santa Rosa de Cabal, donde los artesanos cesteros tejen diversos artículos sencillos como canastos para anchetas, floristerías, fruteros, bateas, lámparas, etc.
Este tipo de artículos tienen un costo desde $3000 en objetos pequeños hasta $100.000 en artesanías de mayor volumen. La cestería tradicional de canastos para uso agrícola está presente en Pueblo Rico, Mistrató, Santuario, La Virginia, Marsella, Pereira y Santa Rosa de Cabal. En esta especialidad, se elaboran canastos de alta resistencia, con un costo de $30.000 a $160.000 .
Las fibras vegetales empleadas en este tipo de productos requieren ser de alta calidad y rendimiento, las cuales se obtienen de tallos de los bejucos conocidos como: ‘Cucharos’, ‘Chusco’, ‘Atacorral’, ‘Verdenegro’, ‘Guamillo’; y raíces aéreas: ‘Cestillo’, ‘Chagualo’ y ‘Azufre’.
Conservación
La cestería necesita que los bosques se conserven. Ya que esta práctica en la región viene desde hace 70 años atrás con las plantas de tradición. “Para mantener su materia primaria sin que se afecte la planta y sea productora, se aplican técnicas tradicionales de colecta sostenible. El proceso consiste en dejar secar las fibras se enrollan y en sus hogares las elaboran con la técnica conocida como el trenzado” explica Arias.
Aunque se tienen pocos recursos, siempre se le da prioridad a las zonas de alto aprovechamiento.
Cestería decorativa
La mueblería corresponde a otra tendencia de la cestería; los artesanos dedicados a ello elaboran y reparan sillas, mecedoras, mesas, comedores, juegos de sala, camas, armarios, entre otras, en tejidos con fibras vegetales maleables de alta calidad, importadas de otras regiones, conocidas comúnmente como: ‘Mimbre’, ‘Rattan’, ‘Yaré’; emplean también fibras del bejuco nativo como el ‘Cestillo’. Las obras de mueblería en fibras vegetales se valoran entre $70.000 a $1.500.000.