Tenemos un problema: habrá votaciones para rector

 

Hoy, cuando agoniza un sindicato de profesores y se crea otro, justo cuando estamos  distraídos y ocupados, ocupados, ocupados, sin tiempo para pensar, tenemos un problema: se restituye el derecho a elegir rector.

 

Atrapados, preocupados y enredados en la maraña de las tareas diarias, de las consultas, de las evaluaciones, de la producción académica, de las compras y los presupuestos, de la investigación a retazos, de la extensión social, de los casos de estudiantes, no nos hemos ocupado de la inminencia de las elecciones para rector. ¿No será que  deberíamos estar pensando en los cambios que para la Universidad traería o debería traer el cambio de rector? Se nos crea un problema con la opción de votar, aunque más crítico sea que no nos imaginemos que la misma comunidad podría y debería tener sus candidatos.

 

Tenemos  siempre la tendencia a esperar ingenuamente que las cosas se resuelvan solas, damos el tiempo para que otros cambien, pero no cambiamos nosotros y esto ya es costumbre. Como se dice “la calidad trae más calidad, pero la indiferencia trae más indiferencia y más mediocridad”. Puede ser el momento de despertar, de aplicar todos los medios para que se recupere la ética y la moral, para que el principio de emulación de lo sano y el paradigma de lo principal se imponga, para que nuestros representantes nos den la cara y convoquen a asambleas plenarias y a votaciones y otros mecanismos que permitan consultar la voluntad de voto por los candidatos a rector que se inscriban.

 

Diagnóstico o caracterización. Estamos frente a un cambio de ejecutivo en la Universidad. La administración de la UTP de hoy, en cabeza del Consejo Superior, a diferencia de períodos pasados, está muy relacionada y comprometida con intereses políticos regionales y nacionales y es objeto de deseo clientelista. Internamente la Universidad se ha transfigurado, con rasgos gerenciales no académicos, muy propios de la empresa resultadista y de marca, preocupada por su imagen y por sus evaluaciones mediáticas. Es poca la planeación académica estructurada, con características de improvisación y de creciente desinstitucionalización de las construcciones colectivas en Facultades y Departamentos. Lo administrativo se impone sobre lo académico y poco o nada vale, para efectos de la administración académica de la Universidad, la disponibilidad de doctores formados y de reconocida trayectoria investigativa, siendo éstos sólo útiles para efectos de producción intelectual que se traduce en indicadores para la Universidad y con lo cual se accede a mayores recursos; no se dice pero se respira algo como “ustedes investiguen y produzcan que nosotros gestionamos y mandamos y no se cuestionen cómo mandamos”; se privilegia la capacidad ejecutiva y la gestión sobre la calificación y la experiencia académica.

Convendría que la convocatoria para elegir al nuevo rector, aparte del cabildeo de cuatro nombres candidatos, motivara la presentación de nombres de prestancia académica, incluso externos a la universidad, de paso para salir del continuismo incestuoso al que nos hemos terminado acostumbrando (le vino bien a la Selección de fútbol de Colombia la escogencia de un técnico extranjero con conocimientos, independencia, humildad y carácter; hasta en las entrevistas de los jugadores del equipo se ve su influencia).

 

Deseos de cambio. Ojalá se fomente la participación democrática de la comunidad universitaria; ojalá se establezcan políticas de evaluación institucional, del personal académico y administrativo, de la gestión de vicerrectores y rector; ojalá se pare la evaluación de competencias por los ahora llamados clientes (en remplazo de alumno, profesor, ciudadano); ojalá tener talante y trayectoria académica  académica vuelva a ser respetable.

Ojalá se  observe la cualificación mínima de decanos, directores y vicerrectores, pues hace tiempo hay doctores en la Universidad que pueden desarrollar funciones directivas probablemente con importante proyección; ojalá se  cree un comité científico en la Universidad, que no es lo mismo que un comité de investigaciones.

Convendría elevar las exigencias para ser rector: tener doctorado en una universidad de prestigio y presencial,  tener reconocimiento académico internacional en alguna de las líneas de investigación tradicionales de la Universidad Tecnológica.

Ojalá se superen los vacíos de requisitos académicos para ser vicerrector, sobre todo para ser vicerrector académico y de investigaciones, quienes también deben tener titularidad de doctor en alguna de las líneas de investigación tradicionales de la Universidad Tecnológica.

 

Retos académicos importantes. Cambios radicales en la formación en Ciencias Básicas y profundización en la formación en métodos numéricos y computacionales: sin conocimientos y sin laboratorios de óptica, materiales, fotónica, electromagnetismo, no puede haber formación de calidad en ingenierías y tecnologías en la Universidad Tecnológica. Los laboratorios en Ciencias Básicas están aún por debajo (en lo global) del nivel inicial al momento de fundación de la Universidad (para dar un pequeño ejemplo, la formación en técnicas ópticas y el equipamiento en sistemas laser brillan por su escasez).

Es posible que, bajo el entorno actual en la UTP, un nuevo rector no genere cambios sustanciales en el acontecer de la  Universidad, puede que los márgenes de maniobra en lo político sean pocos, pero es mucho lo que, a pesar de esas limitaciones, podrá hacer el nuevo rector en lo ético y lo académico, pues es la parte más débil actualmente, a pesar de que los indicadores no lo muestren así. Puede que una nueva administración permita redefinir con el conjunto de la comunidad universitaria el concepto de autonomía, se ejerza mejor la democracia y las representaciones en los Consejos y otras representaciones, se logre una mayor transparencia en los procederes de la Universidad, en el nombramiento de los directivos. La Universidad goza en este momento de muy buen nombre y esto está a favor del nuevo rector que llegue.

 

El slogan de moda lo podemos tornar: “Somos capaces de ser mejores, somos capaces de ser éticos, somos capaces de recuperar los principios y ejercer la dirección académica de calidad”.

 

 

Carlos Alberto Romero Piedrahita

Docente, Universidad Tecnológica de Pereira