Puesta en obra y puesta en abismo; la primera se toma prestada de la arquitectura para aludir al montaje expositivo, a la configuración final de las distintas piezas en un todo que se pretende armónico y de lectura fluida, delineado por las diferentes temperaturas y ritmos en los matices del conjunto.
Por otra parte la puesta en abismo habla de un relato dentro de otro. En la heráldica está el escudo en el que se encuentra dibujado el escudo mismo. En literatura uno de los ejemplos más representativos es Las Mil y Una Noches, una serie de relatos que a su vez forman parte de un relato que los contiene. En el cine La Rosa Púrpura del Cairo ofrece un clásico referente: el protagonista se fuga de la pantalla y se interpola en el mundo real atraído por una espectadora solitaria.
Aunque en la historia del arte encontramos muchos ejemplos de la puesta en abismo o en su acepción original: La Mise en Abyme, -como en el famoso Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa- del artista Jan Van Eyck (1434),- recientemente se ha visto un gran interés en el uso de este expediente visual por los autores, quienes a partir del performance, la instalación, el videoarte, la animación y tantos otros acervos producidos por los media y las lógicas publicitarias, tratan de borrar esos límites entre la ilusión de las representaciones y la realidad misma. Es fácil constatar como las utopías y el imaginario colectivo han devenido cultura, cotidianidad y experiencia mediática; en una muestra de comics, las heroínas emergen de sus límites bidimensionales e interactúan con el público; los ready mades de Duchamp se venden en las tiendas exclusivas, y el discurso provocativo, en general, sirve de atuendo al eslogan publicitario. Hace poco la luxemburguesa Deborah De Robertis entró al Museo de Orsay, en París, y frente al famoso óleo de Courbet, El origen del mundo, que representa en detalle el sexo femenino, procedió a abrir las piernas para que el público pudiera ver el órgano real en el que estaba inspirado el cuadro. ¿Exhibicionismo o lugar común?. La autora no aclara mucho sus intenciones cuando argumenta que su propósito es “desestabilizar las relaciones de poder y examinar la interacción entre hombres y mujeres y el control que tiene el artista sobre su propia obra.”
Ahora bien, el impacto de las imágenes y su generalización, de fácil acceso a todos, ha sacado el arte de sus claustros habituales en el museo, la sala, la galería para disponerlos en el espacio público y encontrar a sus destinatarios. El cartel, el anuncio, la vitrina como la forma textual contemporánea más evidentemente heredera de la alegoría barroca, usada como medio para reproducir a gran escala la obra original y hacerla parte del paisaje urbano. “Por fin hay arte en la universidad”, apuntaba entusiasta alguna funcionaria que seguramente, como muchos en la institución por razones obvias, no es asidua visitante de las salas de exposiciones. Las antiguas utopías vanguardistas del siglo XX, tutelan hoy el museo sin paredes de nuestro tiempo.
Carlos Augusto Buriticá
Docente Asociado Escuela de Artes Visuales