Debo escribir este artículo en la semana anterior a las elecciones, por lo tanto sería imperdonable que no hiciera alguna referencia a las mismas: menos aún, cuando los últimos incidentes en materia de la llamada guerra sucia  desquiciaron el debate.

 

Me parece que lo que está ocurriendo no tiene antecedentes, por lo menos en el grado de virulencia que hemos presenciado. Aquí es bien difícil determinar quién arrojó la primera piedra; lo único cierto es que por este camino vamos muy mal. Los únicos que se benefician, si hubiera beneficios, son los medios de comunicación,  pues cada vez es más necesario aparecer en ellos, así sea para defenderse.  Últimamente a los medios se les ve  implacables y ansiosos en magnificar lo negativo y en promover el contrapunteo entre oponentes, las más de las veces con un inocultable sesgo.  Las consecuencias de este modelo de comunicación son fatales, va quedando la impresión en el imaginario social de que todo lo asociado a la política resume malignidad y delincuencia.  Lo cual no es cierto.  La presunción de inocencia es un cuento para niños bajo el imperio del "sagrado" derecho a informar.

 

 Ello no implica el ocultamiento o el ignorar la gravedad de los hechos delictuales que pululan en nuestra sociedad, lo que trató de decir es que la justicia penal debe ir por un lado y el debate político e ideológico por el otro. Actuar diferente es jugar con candela; nadie está exento de que a su sombra medren y pelechen actos criminales, cuyo esclarecimiento es imposible dilucidar de la noche a la mañana. Pero claro, cuando se adopta como táctica enlodar con la complicidad de los medios de comunicación, cosa que hemos visto con creces en los últimos años, es difícil esperar algo distinto.

 

A esta altura ya los colombianos debemos saber por quién votar; cada uno debe tener su balance de lo que le conviene al país y los que no lo sepan aún, dudo que puedan obtener claridad en semejante garrotera.  Yo por mi parte decidí hace rato apagar el radio por salud mental.

 

Voy a decir algo más en lo que me compete de manera directa por mi trabajo, la educación; me gustan las propuestas de todos los candidatos, haciendo naturalmente abstracción de lo demás. Que importante que todos, sin excepción, le den a la educación un sitial preferencial; ello debiera significar que estamos ad portas de un salto radical en esta materia, vital para el futuro de la nación. Sólo nos resta la coherencia, en la que seamos francos, pocas veces acertamos. Aquí el ojo acucioso y vigilante de la sociedad debe actuar con energía.

 

Todo indica que habrá segunda vuelta. Esperemos que el segundo tramo sea más constructivo y civilizado para la salud de nuestro sistema democrático.

 

Luis Enrique Arango Jiménez

Rector