Después de muchos años vividos en este país consagrado al sagrado corazón de Jesús, puedo decir por lo que he oído, visto y leído, que el problema de la corrupción es un problema estructural, y sin síntomas de mejoría; no obstante que en todas las campañas aparezca como criterio diferenciador entre unos candidatos y otros.
Una de dos, o la sociedad siempre elige a los que no son, o definitivamente este es un asunto que debe mirarse más allá de las personas, y enfocarse en lo llamado estructural, si queremos además de salvar los recursos públicos, salvar la misma política de un estigma que en el fondo erosiona, y de qué manera el sistema democrático. Es muy desalentador oír al común de la gente decir que todos los políticos son ladrones, lo cual no es cierto, y evidenciar que a pesar de variados experimentos en lo político, el problema antes que mejorar se agrava. No se salvan ni los que hacen de la anticorrupción su bandera; acaban envueltos en los mismos escándalos.
La lucha contra la corrupción se trivializa cuando se vuelve estrategia electoral, al abusar del rumor y los ataques personales; si sólo se hiciera conciencia de que esto funciona como una rueda de parque de diversiones, los de abajo suben y los de arriba bajan y todo sigue igual. Los acusadores de hoy fueron los acusados de ayer y viceversa.
Un expresidente liberal que tenía porque saberlo se atrevió a decir que había que reducir la corrupción a sus justas proporciones y quienes estábamos en la otra orilla casi lo despellejamos vivo. Hoy al cabo de los años no podría juzgar como ayer. Definitivamente en el Estado y en la democracia hay debilidades de naturaleza estructural que no se resuelven solo en los procesos electorales.
Los mecanismos de control, léase Procuradurías, Contralorías y las Fiscalías tampoco han logrado mayor cosa. Entre otras cosas porque hasta allá también llega el fenómeno. Al final, final, unos muy pocos positivos. Se sancionan o logran condenar algunas personas, en medio de muchos daños colaterales y no exentos de fatales equivocaciones, pero los dineros públicos perdidos.
Esta realidad nos ha llevado en Pereira a buscar alternativas de educación fiscal de la ciudadanía y de vigilancia de los recursos públicos desde la sociedad civil acogiendo la experiencia del Observatorio Social de Maringa Brasil. Se trata de concentrar los esfuerzos en prevenir y seguir el uso de los recursos, desde la iniciativa misma del gasto hasta la finalización de la obra o la entrega del bien, si es del caso, como estrategias y no sólo quedarnos en la denuncia mediática . Probado esta que cuando la justicia llega, cuando llega, la recuperación de los recursos es ínfima.
Vigía P ( Vigilancia del gasto e inversión pública), se llamará el proyecto que iniciará este año con el apoyo de líderes empresariales y otras organizaciones no gubernamentales, y para el cual pedimos la mayor cooperación tanto de la ciudadanía como de los Gobernantes ,en el entendido que es mejor prevenir que tener que lamentar por el bien de todos.
No es una invitación a bajar la guardia sino más bien reconocer que la sociedad no está haciendo mella alguna en el fenómeno y debemos ir más allá.
Luis Enrique Arango Jiménez
Rector UTP