Todo se encuentra listo, preparados con un par de cascos (auriculares) de diseño, con un color neutro, quizá un par de líneas perfectas con color acido atravesando cada superficie curva, nos introducimos en prestar atención a aquello que ocurre en la parte alta de nuestras cabezas.

 

Los cascos crean por influencia de lo sonoro una atmosfera de separación del mundo exterior cuando la emisión logra expandir o traducir algo que se lleva sobre la cabeza, una crisis de ideas gravitacionales que nos enraízan a las propias crisis de ideas que cada uno lleva en su cabeza.

 

Con ello nos preguntamos el por qué del vaciamiento supuesto de contenido sobre lo que llevamos sobre nuestras cabezas, me refiero, ya cuesta relacionar significativamente aquello que exhibimos como cubrecabezas con cierta capacidad simbólica de nuestro pensamiento: en épocas anteriores las personas transmitían una posición frente al estar en el mundo con el uso de cubrecabezas.

 

Ahora se ha remplazado el uso de sombreros por el uso de equipamientos sofisticados de creación atmosférica individual, portable, capaces de producir aislamientos sonorizados e interdependientes, pero contrario a épocas premodernas, nutridos por una intención de alejamiento de mundo más que manifestación o demostración figurativa del pensamiento.

 

Colocarse objetos sobre la cabeza como parte de estrategias artísticas y de creación estética ha alimentado la imaginería contemporánea, que a mi modo de ver lejos de reflejar pretensiones ególatras nos devuelve significados del yo como autorreferencia. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que las nuevas tiaras, gorros altos fascinados con el número tres, nos las hemos apropiado bajo otras nuevas fascinaciones y mitos, por supuesto, igualmente globalizantes.

 

Los fotógrafos Karoline Hjorth y Ritta Ikonen con la serie titulada “Eyes as Big As Plates”, nos muestran personas en lugares exentos de rastros de cultura posando con sombreros realizados con hierba, troncos, flores, tubérculos y demás rescates naturales sobre sus cabezas, que por inercias gravitacionales u otras inercias terrenas tienden a ocuparse de plataformas cubrientes sin pretender la moda. Se trata de cuerpos viejos, nuevos Robinson Crusoe, sobrevivientes coronados de magnitudes, signos de poder, pero no de dominación y aspiración ascendente, sino de ratificación que no solicitan sometimiento ni obediencia del otro.

 

Con la contemporaneidad asistimos al triunfo del terror mezclado de humor, por ello los eventos beben con intención o sin ella de esta fuente cuando tratándose de cabezas y cosas que funcionan como cubrecabezas o en reemplazo de cabezas, en movimientos estudiantiles se censuran la capuchas, se piden las cabezas de los rectores, se sumergen cabezas en huecos de indiferencia, se invisibilizan cabezas, surgen nuevas cabezas, se ponen en duda masas críticas, se actúa bajo patrones de cabezas unificadas en placentas convenientes tanto para la administración como para la oposición, todo ello como si cada cual pretendiera los auriculares “mitricos” o “bulas Sanctam”.

El arte como un fenómeno también responsorial encuentra un territorio muy rico de producción en los cubrecabezas o satélites de cabeza por tratarse de ideas de cobijo o portaestandarte que, gracias a las alegorías, es posible acceder a nuevas coronaciones sin reino.

Enlaces: 

Artista Ritta Ikonen: http://www.riittaikonen.com/projects/eyes-as-big-as-plates/

Video performance EL RECTOR: https://www.youtube.com/watch?v=3MbQGuPErHM