Latencias de Representación 


 

Por: Oscar Salamanca

Profesor Asociado UTP


Nos encontramos en una época de fin de las cosas por doquier, se deterioran las relaciones, los contactos se vuelven precarios, las comunicaciones triunfan en la medida que transmiten sin esperar respuestas significativas. Se dejan los mensajes grabados como nuevos signos sobre los cuales nosotros avanzamos como si se trataran de canales abiertos. Las figuraciones al parecer se convierten en apariciones sin sentido y fuera de contexto, caso similar las tendencias abstractas, que, fuera de buscar esencialismos, se instauran de forma artificial sobre conceptos, las más de las veces, vacíos.

 

La gran herencia de la edad moderna, esto es, volver la mirada a lo cotidiano empieza a agotar las tenciones, sospechas e intuiciones mínimas arduamente ganadas por tránsitos construidos por artistas y estetas a destajo o con violentas invasiones sobre las ideas  de público y de espectáculo.

 

De igual forma, no existe un asidero ni semántico, ni epistemológico, tampoco de orden simbólico lo suficientemente preciso como para que nuestras producciones creativas se ubiquen en espacios de claro y eso que los creadores nos hemos cuidado de depositarlas cuidadosamente en el mundo, y como todos ya lo interiorizamos, el mundo corresponde a un claro, mirada icónica de Heidegger.

 

El afán contemporáneo que atañe al arte, deviene día a día usufructuando el manantial de la consecuencia, el para qué, el objeto, la idea de proyecto como estructura en constante cambio, olvidándose de lo plástico así como de los efectos de la representación.

 

Si lográramos  realizar una gran encuesta del arte actual internacional sobre el uso y las consideraciones acerca de la  representación, estoy seguro que la mencionada encuesta arrojaría como resultado desconfianza e inmediata sospecha. Pero ¿cuál es la razón para evadir la representación de las posibilidades de desarrollo en la creación?

 

En las artes se ha vuelto frecuente recurrir a un pretendido desgaste del poder de la representación, cuando los discursos plantean que dicha pobreza tiene que ver también con la decadencia de las imágenes y a través de ellas con un deterioro definitivo del espacio sígnico simbólico donde aun prevalece la idea de llegada al mundo, me refiero: al mundo de la cultura definida ésta como una especie de placenta o maquina incubadora para la crianza de seres humanos.

 

Se habla de presentación en vez de representación debido al triunfo de lo real cotidiano impreso en la fuerza del objeto en situación, al parecer irrefutable, contundente, directo, pero también debido a cierta completitud o resolución a priori que aquel vestigio invocado por el arte manifiesta.

 

No obstante lo anterior, y pese al triunfo de las nuevas virtualidades presentacionales, creo que la representación continua un proceso germinal de poder intercomunicativo que afecta lugares de contención para la verdad o escenarios de índole política.

 

En el arte contemporáneo, la representación, así viva al igual que la belleza en la indigencia, renace a partir de las anteriores vías, recordemos: contención de verdad y  lo político. Contención de verdad, cuando la obra de arte contemporánea propone una especie de irradiación casi que lumínica de “ese otro” sin importar las virtudes del portador. Así por ejemplo, dicha obra contemporánea se convierte en un estandarte de transferencia simultanea que produce la sensación de SER,  sin recibos ontológicos obsesos,  una mezcla, más bien seductora entre posibilidad de ser y su signo: vemos la obra y nos enteramos de un “estoy”, nadie duda y si lo hacen, dicha duda reactiva igualmente el efecto de representación, es decir , se trata de colocar lo central en diferentes extremos distantes con igual valor de presentación.

 

Lo político se desprende como presencia de poder casi siempre echando mano de lo invisible para detonar la fuerza del edicto, de la irradiación soberana.

 

En conclusión, el buen arte de hoy se caracteriza por su función política y la medialidad cuando su intención consiste en representar y dejar a un lado el algo de sí del activador o conector por el mensaje sin tergiversarlo.

 

Me pregunto desde mi área de interés, pero aplica para todos los actores de la academia:

 

¿Cuál es la función política y de emisión de verdad vinculada al desarrollo de la representación en la producción y discurso de un artista funcionario profesor de universidad estatal?

¿A qué majestad sirve?

¿Quién habla cuando él habla?

 

Disangelio: el honroso lugar de Colombia en las pruebas Pisa 2013 refleja que en América Latina la educación no sólo se trata de soluciones matemáticas para triunfar dentro de la voracidad del capital, sino que aquí prevalecen las competencias socio-humanísticas  en la formación de seres humanos.