UQ: un paro inútil

 

 

Los sindicatos y movimientos estudiantiles pierden credibilidad cuando carecen de capacidad para distinguir entre las nimiedades y lo trascendental en el proyecto de vida de sus representados.

El grupo de estudiantes de la universidad del Quindío que promovió un paro de actividades que duró casi 20 días, entró en razón y siguió las recomendaciones de la gran mayoría de la comunidad universitaria: discutir el estatuto estudiantil dentro de la civilidad y el respeto, sin necesidad de paros, bloqueos y hasta enfrentamientos con otros estamentos. Inteligente actitud, aunque debió de haberse adoptado desde el comienzo.

Por eso, reiteramos que el paro fue inútil, y los perjuicios, en cambio, grandes. Miremos lo que acordaron con el consejo superior para levantar el paro y reiniciar las clases este próximo martes, para que caigamos en la cuenta de lo estéril que resultó este movimiento.

Primer punto acordado: inaplicar el estatuto estudiantil. La palabra inaplicar no existe en el diccionario de la Real Academia, pero significa no aplicar, o en un mejor lenguaje: quitar, separar, despegar. ¿Qué? Sí, ¿qué era lo que había que inaplicar, quitar, separar y despegar, y de dónde? Cuando algo no está aplicado, adoptado, puesto, es imposible inaplicarlo o despegarlo. Y la verdad, el estatuto por lo que los estudiantes hicieron el paro, no cumple ninguna de estas acepciones, pues no existía como tal, era apenas un proyecto, no estaba vigente, pues le faltaba la firma de la presidente del consejo superior y, aún, estaba abierto para la discusión.

Aunque se reconoce que había sido puesto al escrutinio de los interesados, pero la gran mayoría de ellos no lo hicieron, lo miraron con desdeño. En resumen, todo se hubiera resuelto, lo dice entre líneas el primer punto del acuerdo del levantamiento del paro, si simplemente se hubiera atendido la convocatoria para la discusión.

Acordaron tener una mesa de concertación permanente, entre miembros de toda la comunidad universitaria y la Defensoría del Pueblo para aprobar el estatuto estudiantil y los beneficios académicos y de bienestar para esta población. Cosa que se pudo haber conformado sin necesidad de un paro. Estamos seguros que todos los estamentos universitarios hubieran atendido el llamado, empleando una metodología propositiva, diferente al paro.

Y bueno, eso es todo. Porque lo demás, en el arreglo, tiene que ver motivos distintos al paro, el estatuto estudiantil, sino con el paro mismo, que de no haberse hecho, no habría necesidad de mencionarlas. Por ejemplo, garantías para que el semestre académico no se cancele, modificación de fechas, no tomar represalias académicas, administrativas ni disciplinarias, etc., contra los líderes y participantes en dicha huelga.

En verdad, lo decimos con todo el sentimiento de una comunidad universitaria y de los padres de familia, este paro de los estudiantes fue innecesario e inútil. Solo trajo perjuicios. Hubo una información equivocada y, seguramente, con intereses distintos a los de los propios estudiantes y profesores. El paro tiene que ser una medida extrema, cuando ya no queda otra alternativa, para lograr verdaderas reivindicaciones de derechos vulnerados, así lo rezan los cánones de la protesta civil, no una herramienta para ‘jugar’ y poner en riesgo, como en este caso, todo un semestre académico, que implica pérdida de esfuerzos, dinero, frustraciones investigativas y científicas, planeación de proyectos y realización de obras.

Los movimientos estudiantiles y profesorales al interior de las universidades son muy importantes, pero pierden prestigio, menguan su solidez y credibilidad cuando carecen de capacidad para distinguir entre las nimiedades y lo trascendental en el proyecto de vida de sus representados. Y esa incapacidad quedó al descubierto con este paro, innecesario e inútil.

 

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