La energía típica liberada por una fulguración es del orden de 1027 ergios por segundo, siendo 10 millones de veces mayor a la liberada en una erupción volcánica. Las llamaradas solares están clasificadas de acuerdo a su brillo de rayos X (en la longitud de onda de 1 a 8 Ångström) en las escalas A, B, C, M y X, siendo A la más tenue y X la más intensa. Las explosiones clase X pueden generar la pérdida de las comunicaciones inalámbricas en todo el planeta y tormentas de radiación de larga duración, mientras que los eventos de nivel M podrían ocasionar interrupciones en los sistemas de comunicaciones y en las redes de distribución de energía en las regiones cercanas a los polos terrestres. Para hacernos una idea de la magnitud del evento registrado, cabe mencionar que una explosión tipo M es 1000 veces más intensa que una tipo A.

 

Una vez las partículas cargadas expulsadas del interior solar por las fulguraciones alcanzan la atmósfera terrestre, interactúan con la ionósfera alterando sus características eléctricas, lo cual causa anomalías en las señales de muy baja frecuencia (VLF) generadas por estaciones terrestres distribuidas a lo largo del planeta. En el caso particular del radioreceptor VLF del Grupo Alfa Orión, la actividad solar se registra a partir del monitoreo de la señal procedente de la estación NAA emitida desde Estados Unidos en la banda de los 24 kHz con una potencia de 1000 kW 

 

Gracias al trabajo desarrollado por el Grupo Alfa Orión en el campo de la radioastronomía, la Universidad Tecnológica de Pereira colabora con la base de datos del Stanford Solar Center de Stanford University, en la cual se registran las detecciones de rayos X generadas por la actividad solar, y detectadas por radioreceptores VLF ubicados alrededor del planeta.

Ver información completa.