Este ajedrecista es el único deportista entre los 1.600 que llegan a la ciudad que tiene una discapacidad visual, y cuenta que en los Juegos Sintraunicol en los que ha participado su figuración siempre ha estado en los primeros cinco puestos.

“Espero obtener una medalla para la Universidad, de hecho en uno de los torneos traje una de bronce. Este es un torneo muy duro porque vienen profesores de muchas partes muy buenos. También soy el único deportista que no ve, entonces cuando cometo un error digo que esa jugada no la vi”, asegura este profesor que tiene un reconocimiento nacional e internacional como ajedrecista: campeón juvenil departamental, campeón ocho veces en torneos de limitados visuales, campeón panamericano, latinoamericano e iberoamericano, además en un mundial realizado en Moscú se posicionó como décimo segundo. Hace 2 años trajo una medalla de oro en Turquía en la categoría ciego total y el año pasado fue campeón en los juegos paralímpicos.

Esta disciplina, que según la historia es tan antigua como la civilización,  llega a Occidente por la invasión de los árabes a la península ibérica. En la era moderna (ubicada en el siglo XV) Ruy López de Segura en 1531 describió las reglas que aún se usan y la primera publicación del reglamento fue hecha por Francois Philidor en 1749. Estos datos demuestran la importancia de este deporte intelectual en nuestra sociedad, por ello piensa nuestro deportista que “ojalá este deporte fuera una materia para los niños en el colegio, porque este desarrolla memoria espacial, ayuda y alimenta el pensamiento desde la imaginación, beneficia la toma de decisiones, desarrolla planeación, en fin permite ejercitar la mente en prácticas de la vida cotidiana”.

 

Finalmente este jugador espera terminar su juego dando el jaque a su contrincante, a pesar de ser consciente de que sus rivales son excelentes, de hecho llegan maestros a este torneo.

 

En la fotografía Saulo y Rhoda, su perra guía.