"Parque temático de lo humano"

Por: Oscar Salamanca

Profesor Asociado UTP

 

La obra de Lwdin Franco usa la cerámica como excusa para explorar conceptos que intentan definir una naturaleza contemporánea dada en la repetición, el carácter procesual en sitio específico y los montajes geométricos, cuando proyecta perspectivas euclidianas bajo el manto de una homogeneidad superficial, quizá organicista derivada de un diseño constructivo y formas proto-humanas como significado de contramonumento.

 

El artista nos presenta la multitud como salida inteligente del ocaso de la masa en el momento que decide otorgar reconocimiento a las grandes proporciones de humanos invisibles cuyo trabajo funciona bajo un engranaje superior e impuesto. Con las largas filas de personas modeladas en barro y de pequeñísima proporción, la obra consigue hablarnos de estratigrafías donde se le da vuelta a lo egregio si tenemos en cuenta que ninguno sobresale en esa matriz uniforme. Muy por el contrario el tejido de personas anónimas perfectamente organizadas en formas geometrizantes, permiten colocar su trabajo de paciencia milenaria como un aporte de gran calidad al desarrollo de la cerámica dentro de los lenguajes contemporáneos del arte.

 

El juego que emprende la obra se inscribe en continuar con la herencia, como lo dijimos antes , del constructivismo latinoamericano cuyos exponentes se encuentran en las obras de Ramírez Villamizar, Edgar Negret, Tarcila Do Amaral y hasta el propio Felipe Noe, quienes a su vez bebieron de Joaquín  Torres García y cuyo resultado más cercanos reconocemos en la obra de Doris Salcedo y Bernardo Salcedo. El trabajo de Franco abre posibilidades para el bagaje del constructivismo propio ( de aquí) si tenemos en cuenta que, de alguna forma, lo trasciende hacia la seducción de una estética propia de lo orgánico.

 

La geometrización del corpus social maleable frente a las dinámicas explosivas de la sinergia de miles de seres persiguiendo un propósito común, se transforma en forma única y organizada bajo premisas de movimiento elíptico en clave ascendente, pero flexible, como ola de estructuras que van y vienen, pero que siempre mantienen una armonía, un estado de control que convierte a la rigidez pronunciada del dibujo técnico, en situación de asocio constante de fuerzas contundentes de tención y espacios de incomprensible caos dados por la anarquía total de las formas. Tal arte constructivista organicista, elíptico por excelencia, no sólo define una manera del pensamiento latinoamericano, centauro entre cuerpo arquitectónico y cabeza de humo indefinible, sino también una forma de hacer, de performancear con la forma, los colores, los espacios, las técnicas: los artistas latinoamericanos somos perfectamente contradictorios.

 

Fijémonos en los comentarios sobre la obra de Luís Caballero, en ellos  todo apuntaba a relacionarlo con el tratamiento “esfumativo dramático  del último manierista contorsionista” y el artista simplemente instaba a  despojar de tanta carne la esencia misma de su pintura, es decir, una suerte de líneas y trazados precisos  de cuerpos para favorecer lo abstracto, como quien develara la esencia misma del arte basado en complejidades cromosómicas: Luís no buscaba claros oscuros como tantos profesores miopes quieren hacer ver a estudiantes desinformados, Luís buscaba en las formas permanentes del universo un arte que hablara de majestades lejanas.

 

A lo lejos el muro líquido de Lwdin Franco ubicado el H 514 de la Facultad de Bellas Artes y Humanidades de la U.T.P, se asemeja a un enjambre compuesto de figuras humanas cuidadosamente organizadas para graficar diseños cargados de armonía podemos decir, musical, pero que al acercarnos, el contra monumento nos indica que la atención recae sobre lo no importante, sobre lo no anunciado, sobre las vidas desconocidas de miles de seres humanos que hemos servido de colchón sobre el cual unos pocos sobresalen y creen representarnos, todo ello enmarcado en una obra que trabaja el sitio de manera específica dentro del entorno académico de un programa de Maestría que ha abierto el espectro de la creación hacia la estética, porque la estética ahora se nos antoja susceptible de información desde orillas tan insospechadas como el individuo mismo.

 

Evangélico: La manipulación atmosférica siempre ha sido el objeto de dominación y dominio del otro, por ello no se extraña una nueva guerra de la intoxicación a través del terrorismo estético.

 

Disangélico: un grupo decidido de estudiantes de la Maestría en Estética y Creación expulsan conceptualmente por malos contenidos y actitudes mediocres a imberbes artistas estrato 15 como una actitud de defensa de la calidad y el buen trato en el medio educativo.