Cuando el tiro se va por la culata.

 


 

Luis Enrique Arango Jiménez

Rector Universidad Tecnológica de Pereira

Presidente Sistema Universitario Estatal SUE


 

 

Hace poco le oí decir a un distinguido amigo y dirigente gremial que lo único que atemorizaba a los corruptos era el escarnio público; hablaba de la importancia de usar los medios de comunicación para combatirlos.

 

De golpe parece razonable el planteamiento; sin embargo mirado con más detalle, la medicina  puede no ser tan efectiva y los efectos colaterales pueden ser graves e irreversibles como explicaré.

 

Nos estamos embelesando con el castigo y poca importancia le damos a la recuperación de los dineros hurtados.  Me hago la siguiente pregunta: Si el dinero hurtado fuera mío,  y me pusieran a escoger entre recuperarlo o castigar al delincuente, que creen ustedes que preferiría? No necesito inducir la respuesta, ustedes la saben. No obstante la mejor respuesta es primero, recuperar del dinero y luego, no dejar sin castigo al delincuente. La justicia real implica reparación.

 

Si a esta deformación del sentido de justicia, me refiero a poner el énfasis en el castigo al delincuente, le agregamos los daños que se provocan a las víctimas inocentes, dentro del concepto de tirar a todo lo que se mueva; el asunto se  corrompe aún más.

 

Digamos la verdad; la sociedad está atrapada, sometida al imperio de los medios de comunicación,  que  al amparo de luchar contra la corrupción, acaban con la honra de las personas en segundos, para obtener a cambio que se haga justicia.  La justicia se acostumbró a reaccionar a los golpes de opinión.  La sociedad se volvió adicta a los escándalos  promovidos por los medios y a veces inducidos desde los mismos entes de control y de justicia.

 

Como se tiene  la impresión o la certeza, en algunos casos,  de  que la justicia no llega sino de la mano de los escándalos mediáticos, todos concurren a magnificarlos. Al final unos cuantos positivos y un tendido de víctimas a las que nadie les devuelve la honra.

 

De ahí en adelante todo el mundo hace leña del árbol caído:

 

Cuando se quiere afectar un contradictor político le recuerdan las investigaciones que tiene o tuvo  en los entes de control, sin importar el estado de la investigación, basta que esté o haya estado vinculado. Además a nadie le niegan una investigación  así sea preliminar, basta un anónimo.

 

Se confunde lo que es un hallazgo fiscal,  o disciplinario,  todo lo vuelven corrupción. Basta que haya un titular en los medios de comunicación asociando   a una persona o institución a investigaciones o denuncias y el INRI  que aparece de inmediato es imborrable.

 

Como alternativa a  esta metodología escabrosa de combatir la corrupción, que conquista adeptos fácilmente, pero poco éxito,  y  en cambio lograr verdaderos resultados  evitando que los dineros públicos se esfumen, cuidándolos desde la fuente, ha llamado la atención lo que se está haciendo en el Brasil desde el punto de vista del control ciudadano al gasto público. Me refiero al caso de la ciudad de Maringá sobre el cual  escribí en algunas de mis columnas.  Ver:

 

Las licitaciones y los pliegos:

http://www.utp.edu.co/rectoria/editorial/las-licitaciones-y-los-pliegos.html.

 

Más sobre las Licitaciones y Maringá

http://www.utp.edu.co/rectoria/editorial/mas-sobre-las-licitaciones-y-maringa.html.

 

 

Hace un par  de meses en Pereira tuvimos la visita  de un vocero del Observatorio Social de Maringá, como se informó en la segunda columna, contándonos en vivo la experiencia  y sentando   las bases para una eventual transferencia del modelo, habida cuenta del enorme interés que ha despertado en dirigentes cívicos, gremiales,  académicos y sociales de la ciudad.

 

Precisamente en este marco de cooperación, una delegación de Pereiranos acaba  de  regresar después de concluir  una visita al Observatorio Social de Maringá,  validando la importancia de la experiencia y recogiendo  elementos para acometer la tarea.

 

No hemos recibido todavía  el informe en detalle, ya habrá oportunidad  de contar más adelante cuando ello ocurra; sin embargo,  una cosa me llamó poderosamente la atención  y es  el convencimiento de los Maringueses, de que todos tienen que perder un poco para que gane la sociedad, especialmente los empresarios.  Este  valor social, si lográramos encarnarlo en nuestro medio   sería suficiente para mover montañas.