La lengua materna de nosotros, los colombianos, es el español. Es una lengua que ha arrancado de sus hablante–oyentes nativos y no nativos, aseveraciones como:
“En Colombia se habla el mejor español”.
“Es la lengua mejor hablada en comparación con otros países”.
“Es la lengua más difícil de aprender porque tiene infinidad de sinónimos, tiene más artículos en relación con el inglés…”.
“Es una lengua bonita, sonora, culta…no vulgar”.
Tantos halagos para el español colombiano tienen una sola razón, según algunas autoridades en esta materia: por tradición, en Colombia se ha cultivado la lengua desde la Independencia de América latina. Tradición que se les debe, en buena parte, a Andrés Bello (1781-1865), a Miguel Antonio Caro (1843-1909) y a Rufino José Cuervo (1844-1911).
En consonancia con esa fama que tiene nuestra lengua “puesta en escena”, en el medio en el cual tenemos la fortuna de ser y de estar: la academia, surgen muchos interrogantes, tanto para el hablar como para el escribir; un hablar que va desde las conversaciones que en el aula de clase o fuera de ella, esperan tratar un asunto, hasta las intervenciones orales individuales o grupales en las cuales tenemos la oportunidad de interactuar; y un escribir materializado en los textos que circulan en el desarrollo de asignaturas, seminarios y eventos extracurriculares, y en los textos que se constituyen en trabajos finales (monografías, sistematización de experiencias, proyectos de grado y tesis de maestría o doctorado) como requisito para optar a los diferentes títulos.
Son interrogantes que nos asaltan en circunstancias diferentes:
Al pronunciar (nivel fonético de la lengua) solemos dudar, por ejemplo, entre garantía o grantía, periodo o período, haya o haiga...
Y puede que al conjugar correctamente los verbos trapear y pasear, pensemos que negociar y fotocopiar, tienen las mismas terminaciones; es frecuente escuchar “no negoceo con personas de esta clase”, “espérame un momento, fotocopeo el trabajo”
Al construir las palabras (nivel morfológico) se duda acerca de la ubicación de prefijos o sufijos (proceso de derivación); por ejemplo es usual decir: “buenas tardes, pasen a la sala de juntas y sientesen”, o dudar frente a las opciones: los quiz o los quices, contigo o con tigo. También se duda acerca de la palabra resultante cuando se juntan varias con diferente función gramatical (proceso de composición); en tal caso, comúnmente se duda al elegir una de estas opciones: palabras clave o palabras claves, hablante-oyentes o hablantes-oyentes, taja lápiz o tajalápiz...
Al construir las oraciones (nivel sintáctico), algunas veces se dice, por ejemplo: “Los objetivos que me mueven a realizar esta exposición es informar acerca de las estructuras de familias que se dan actualmente en la sociedad”, o “se venden octavos de cartón para trabajos de paja”.
Al construir un enunciado con el fin de comunicar algo (nivel semántico) pueden seleccionarse palabras que no ayudan con dicho cometido. Como en el siguiente diálogo:
– Natalia, ¿cuándo vuelves a reunirte con el grupo nuevamente?
– Hasta el mes entrante, Inesita, pues tengo que salir de la ciudad a hacer varias diligencias.
Inés quedó convencida de que Natalia estará con el grupo en los siguientes días, pero que en el próximo mes no lo frecuentará porque debe salir de la ciudad; ¿Natalia quiso decir eso, realmente?
Si todas estas dudas nos asaltan al construir cortos enunciados (frases, oraciones: microestructuras), ¿qué pasará con la construcción de los textos (sucesión intencional de párrafos: macroestructura)?
Pretendo, en este espacio, analizar algunos usos (ejecuciones lingüísticas) a la luz de la norma, y algunas normas a la luz de los usos.
María Gladys Agudelo Gil.