Liderar para trascender
Por: Francisco Manrique: liderar para hacer la diferencia.
Hoy tuve una reunión en una Universidad para estudiar el caso, que se había escrito sobre un grupo al que he pertenecido por muchos años. El objetivo del ejercicio era el repasar las lecciones del pasado, y los retos que sus miembros debemos enfrentar hacia adelante, para garantizar su futuro. Esta experiencia me puso a pensar en los temas que surgieron en este ejercicio y hacer algunas reflexiones posteriores con algunos de los participantes.
Una de las dificultades que se identificó para el grupo, está relacionada con la pérdida del interés, por parte de la mayoría de sus miembros en los últimos años, de liderar colectivamente proyectos de impacto en su entorno que pueden hacen la diferencia. Esta situación es más sorprendente aún, cuando esta era la marca que nos caracterizó por muchos años y nos hacia sentir muy orgullosos.
Otro inconveniente que se tuvo en la última década, fue la incapacidad de construir desde la diversidad de opiniones, un propósito superior y unos proyectos trascendentes, que permitieran a sus miembros proyectarse de manera positiva sobre la sociedad. Las diferencias de opinión se personalizaron, perdiéndose la capacidad de escuchar con curiosidad y respeto la opinión del otro. Una cierta sordera colectiva se apoderó del grupo. Se dejó pasar la oportunidad de lograr aprovechar la sumatoria de ideas distintas, para darle paso a nuevas y más creativas posibilidades.
De alguna manera en el camino, la mayoría de sus miembros perdieron la capacidad y el interés para arriesgarse a salir de su área de confort, de dedicar tiempo y esfuerzo para liderar proyectos que podrían tener alto impacto y hacer la diferencia. El concepto del voluntariado empresarial, que había tenido tanto éxito en otras épocas, había desaparecido.
Como consecuencia de esta actitud, el grupo se marginó de la posibilidad de liderar varias iniciativas, que posteriormente fueron desarrolladas exitosamente por fuera de el. Algunos de sus miembros tomaron la iniciativa de seguir adelante y contaron con la colaboración de otras personas, que si creyeron en ellos y tuvieron la visión para aportar y volverlas una realidad.
El grupo perdió la oportunidad de desarrollar proyectos que le dieran a sus miembros un propósito colectivo mayor; de dejar huella y trascender. Para muchos de ellos, ya no había motivo para sentir orgullo de pertenecer al grupo y se retiraron. Sentían que la comunidad, a la que habían pertenecido, había perdido su camino de otras épocas, cuando se había demostrado mucha creatividad y capacidad de servicio para desarrollar proyectos de alto impacto, muchos de los cuales, hoy siguen adelante y son un ejemplo nacional e internacional.
Este caso anecdótico me obligó a formularme algunas preguntas: ¿Porqué es tan difícil motivar a personas exitosas en nuestro medio, a asignar tiempo en sus agendas, para aportar con su experiencia, sus recursos y sus redes de contactos, a una causa superior?. ¿Qué tan grave es que esto pase en el caso de Bogotá?.
Estaba reflexionando sobre este tema, cuando tuve una conversación con otra persona que había asistido a la reunión. Con sus comentarios me hizo profundizar y buscar una posible explicación y me surgió otra pregunta: ¿ Qué otros patrones de comportamiento se pueden ver en la sociedad colombiana, que sirvan para entender las dificultades que hoy tenemos para poder trascender?
En una encuesta reciente a nivel de Latinoamérica, sobre el nivel de confianza que tienen los ciudadanos de los diferentes países donde se realizó la misma, se evidenció que este indicador viene cayendo por debajo del 15% en el caso colombiano. En otras palabras, hay una predisposición negativa en la mayoría de la población, a confiar en el otro, por fuera de los ámbitos de la familia. Por esta razón, generar procesos colaborativos, en ausencia de la palabra mágica: confianza, es una misión casi que imposible de realizar.
A lo anterior se añade otro dato muy preocupante. Menos del 30% de los entrevistados pertenecen a algún grupo o asociación. No hay motivación para participar en iniciativas colectivas. El sentido de afiliación es muy bajo en nuestra sociedad. Lo paradójico de todo este tema, es que hay una proliferación de grupos exotéricos y religiosos, que movilizan a miles de personas y consiguen millonarias donaciones, y que terminan en los bolsillos de los avivatos que se aprovechan de esta gente.
Las preguntas que me surgieron fueron las siguientes: ¿Porqué la gente, que no confía en otros, en estas comunidades aceptan participar activamente y someterse voluntariamente?. ¿Qué es lo que buscan que no encuentran en otros espacios?. ¿Qué lecciones se podrían aprender de estos casos, que pudieran ser aplicados en otros ámbitos, para motivar más la participación voluntaria para realizar proyectos de alto impacto?.
Mirando otros comportamientos en búsqueda de una explicación, me di cuenta que hay aspectos adicionales que son muy preocupantes. Mi señora trabaja voluntariamente en un hogar para ancianos que han sido abandonados y están enfermos. También, en la misma zona donde está esta obra, apoya otra iniciativa de un ángel de la guardia, que acoge a jóvenes drogadictos de 10 a 15 años, en condiciones muy difíciles. En el primer caso lleva 17 años trabajando y en el segundo 3 años. En todo este tiempo, le ha sido, casi que imposible, conseguir ayuda de las personas cercanas con las que tenemos contacto. La falta de solidaridad para dar y de servir, es verdaderamente impresionante en el medio en que nosotros nos movemos.
En contraste con lo anterior, en los barrios populares, cuando alguien está haciendo su casita por auto construcción, los vecinos se reúnen para aportar solidariamente con su trabajo, durante los fines de semana. Hoy por mi, mañana por ti, es la norma y no la excepción en estos sectores populares. A pesar de los escasos recursos, son impresionantes las muestras de generosidad y la disposición a dar de su tiempo. Esto explica el porqué, en familias con varios hijos, acoger a uno más no es problema , porque donde comen 3 bocas también lo pueden hacer cuatro o más. El verbo compartir se conjuga más frecuentemente en estos estratos populares, que entre gente de mayores oportunidades e ingresos, en nuestra sociedad.
Al escribir sobre este tema y a manera de contraste con la situación que he descrito, recordaba una experiencia que me parece oportuno compartir con el lector. Hace algún tiempo, tuve la oportunidad de viajar a San Diego, California. En una conversación con la cabeza de una de las más importantes oficinas de abogados de ese país, le preguntaba yo por las razones que lo habían motivado a participar activamente, durante tantos años, en el proceso de transformación de su región. Con mucha sencillez el me explicó lo siguiente:
" La primera razón es porque al ayudar a la formación de nuevas empresas en mi región, estas serán mis futuros clientes. La segunda razón es igualmente importante: al dar mi tiempo y contactos, aprendo de muchos otros temas que normalmente no están dentro del ámbito de mi trabajó. La tercera razón: mi firma debe ser parte activa de la transformación y del desarrollo de mi región. Y la última razón, pero no por ello, la menos importante: he sido una persona muy afortunada y exitosa, por lo tanto, me siento en la obligación de devolver a mi comunidad lo que he recibido de ella. En nuestro caso, pertenezco a una comunidad de empresarios que no esperamos que alguien nos haga el milagro de mejorar a nuestra región, nosotros nos encargamos de hacer los milagros".
En la actualidad en San Diego, hay una red de más de 2500 personas, la mayoría cabezas de organizaciones de todo tipo, que como el abogado con quien conversé, piensan lo mismo. Por esta razón, no es de extrañar que esta ciudad sea hoy uno de los referentes de comunidades, donde las personas que más han recibido, tienen la actitud de servir y de dar voluntariamente su tiempo. Esto ha convertido a San Diego, en un ejemplo de formación de clusters de alta tecnología. Casos similares he encontrado en Suecia, Pittsburg, Austin, Bilbao y Barcelona. Hoy en Colombia, el caso de Proantioquia en Medellín, es otro excelente ejemplo de empresarios que tomaron la decisión de participar activamente en el desarrollo de su región.
Colombia tomó la decisión de insertarse activamente en el mundo. Los tratados de libre comercio que ha firmado con Europa, USA, Canadá, entre otros, nos ponen en una situación donde se necesitan unos comportamientos de sus dirigentes muy distintos a los que hoy se ven. Se necesitan urgentemente muchas personas y grupos con la capacidad de liderar proyectos de alto impacto, de inspirar a otros, por fuera de sus actividades profesionales normales para que hagan la diferencia.
El desarrollo no es sólo una responsabilidad del Estado. De hecho, este tiene hoy en Colombia profundas dificultades de gestión. Se necesita mucha gente con la visión del abogado al que hecho referencia, para que podamos ser exitosos compitiendo desde las regiones, en la arena global.
Nuestro hoy depende de nuestro ayer. Nuestro mañana depende de nuestro hoy. Por esta razón, el dar, servir, colaborar, incluir, aceptar la diversidad, asumir riesgos, liderar, serán palabras cada vez más importantes que se deben de incorporar en nuestros comportamientos diarios, especialmente para quienes hemos sido unos privilegiados de nuestra sociedad.
Espero que estas reflexiones, para casos como el grupo con el que empecé este blog, sirvan para retomar el camino en el cual fueron pioneros, porque su capital humano es demasiado importante para nuestra región en el momento histórico actual.
Vealo en el sitio: http://ciudadanoglobalfm.blogspot.com/2013/04/liderar-para-trascender.html