Por: Daniel Alfonso Osorio Bladón
Estudiante
Es habitual pensar en un estudiante luchador y rebuscador, cada vez que hablamos de ventas dentro de la Universidad, es usual relacionar a un estudiante que vende variedad de productos como dulces, empanadas, y minutos, con las ganas de salir adelante que tiene cada joven que decide sacar mesas y sillas en los corredores de varias facultades.
Pero más allá de esa opción de superviviencia para unos, es la fachada que se construye alrededor de las ventas en el Campus, hay una problemática que brota con el transcurso de los días. Hablando con un estudiante vendedor, del cual nos reservamos el nombre, por su propia solicitud, evidenciamos el crecimiento que tienen las ventas de ilícitos en la Universidad.
Y ya son varios los puntos en los cuales el expendio de estupefacientes cobra protagonismo; personas externas a la Universidad contratan individuos, a veces estudiantes, que se encargan de comercializar este tipo de productos. Con intimidaciones estas personas se hacen un espacio en el cual la Universidad no ha podido tomar decisiones contundentes y los verdaderos estudiantes vendedores no se meten por temor y en donde, también los alucinógenos se camuflan con bananas y papitas.
Con un ambiente fresco, silencioso, rodeado de árboles con un amplio espacio tapizado con césped, se encuentra el “aeropuerto”, no es el Matecaña, es el aeropuerto que muchos conocen y del cual pocos hablan, es quizá uno de los puntos de mayor referencia cuando se toca el tema de psicoactivos en la Universidad Tecnológica, en el cual ni celadores ni ningún tipo de autoridad hace presencia. Este es el punto de ventas en el cual, algunos se hacen pasar por estudiantes y se lucran a partir del consumo de muchos auténticos estudiantes.
Otro de los casos que se presenta es el estudiante que solo asiste a la “U” a vender, y los $10.000 pesos diarios que se pueden llegar a ganar los gastan en el fin de semana que todos esperan, en la rumba, cervezas y bailes, es por esta razón que algunos estudiantes matriculan los créditos mínimos, justificando la necesidad de trabajar para poder suplir los gastos concernientes a sus procesos formativos y de esta manera se ahorran algún tipo de inconveniente.
De este tema, como se dice en el argot popular, hay mucha tela que cortar; en próximas entregas sin duda tocaremos más detalladamente, casos, perspectivas y las situaciones bajo las cuales se mueve el comercio dentro de la UTP.