El legado de Noé Jitrik

Por: César Valencia Solanilla

Profesor titular

Universidad Tecnológica de Pereira

 

Noé Jitrik es una de las más grandes figuras de la crítica y el ensayo en América Latina y pertenece a la generación de ilustres pensadores y narradores que, como él,  nos ayudaron a imaginar, problematizar y entender un poco los fenómenos definidores de lo que se conoce como modernidad literaria: Ángel Rama, Antonio Cándido, Emir Rodríguez Monegal, Hugo Verani, Enrique Anderson Imbert, Rafael Gutiérrez Girardot, Carlos Rincón, Saúl Yurkievich, Severo Sarduy, César Fernández Moreno, Luis Harss, Susana Zanetti, Antonio Cornejo Polar, Jean Franco, Silvia Molloy, Octavio Paz, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Alejandro Carpentier, José Lezama Lima, Juan Rulfo, Salvador Garmendia, Manuel Mujica Láinez, José Donoso, Elena Poniatowska, Germán Espinosa y muchos otros. Un cuadro muy ilustre, del que sobreviven unos pocos, que siguen ejerciendo su influencia en la escritura y la cátedra. Representa también el símbolo del intelectual integral que ha transitado por casi todos los géneros literarios, aunque su reconocimiento internacional lo sea preferentemente en el ensayo y la crítica. Su vida es un ejemplo de dedicación al estudio y la reflexión, también desde los más variados oficios, como destaca Pablo Rocca: director de revistas culturales como Verbum, Centro, Contorno, Zona de la Poesía Americana, de la Argentina, o Marcha de Montevideo –que le costó su asilo político en Europa en compañía de Juan Carlos Onetti en los años setenta- y coordinador de monumental proyecto editorial Historia crítica de la literatura argentina, que es un modelo siempre imitado y para imitar. Académico, profesor titular e invitado en universidades de prestigio en Argentina, México, Venezuela, Chile, Puerto Rico, Francia y Colombia; conferencista, panelista, personaje principal en eventos internacionales como Jalla 2012 de la Universidad del Valle, Jitrik ha ejercido un magisterio preponderante en el desarrollo de la crítica literaria en el continente y ha integrado las corrientes tradicionales del ensayo literario del corte de don Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña, José María Hostos y José Carlos Mariátegui con las tendencias más recientes de la modernidad literaria y los llamados estudios culturales de los años 80, en los que él mismo ha sido protagonista.

 

En síntesis, Noé Jitrik ha sido actor y gestor de primera línea de los importantes cambios que se han experimentado en la escritura y la crítica literaria desde los años sesenta del siglo XX y lo que va corrido del presente siglo. Una especie de patriarca de las letras latinoamericanas, quien con su voraz y acucioso sentido de la lectura lo ha recorrido casi todo, la ha estudiado casi todo y ha formulado de manera sistemática un pensamiento libre, ajeno a los grupos dominantes vinculados a la academia, que por lo general generan discursos falsamente autosuficientes y herméticos. Un intelectual integral, que no sólo ha dedicado su vida al estudio de la literatura argentina y latinoamericana, sino que ha incursionado el mundo de la poesía, el cuento y la novela. En este sentido, es autor de libros de poemas como Addio a la mamma, Fiesta en casa, y otros poemas (1965), libros de cuentos como Llamar antes de entrar, 1972, novelas como El ojo de jade, 1978,  El callejón, 1978, Limbo, 1978, Fin del ritual, 1981, Citas de un día, 1992, Mares del sur, 1997, El evaluador, 2002, Long Beach, 2004.

 

Como ensayista y crítico es autor de una voluminosa producción, entre la que se destacan libros de referencia obligada y cruciales para el estudio de la literatura argentina como Leopoldo Lugones. Mito Nacional, 1960, Horacio Quiroga. Una obra de experiencia y riesgo, 1960 y 1967, Escritores argentinos, dependencia o libertad, 1967. Procedimiento y mensaje en la novela. 1962, Horacio Quiroga, 1967, Esteban Echeverría, 1967, Tres ensayos sobre Esteban Echeverría, 1969, José Hernández, 1971, Sarmiento, 1971, Ensayos y estudios de literatura argentina, 1971, El ejemplo de la familia, Ensayos y trabajos sobre literatura argentina, 1998.

En el marco continental, Jitrik ha publicado obras claves para el proceso de la literatura latinoamericana como El fuego de la especie, 1971, Producción literaria y producción social, 1975, Las contradicciones del modernismo, 1978, La memoria compartida, 1982 y 1987, Los dos ejes de la cruz, 1983, La vibración del presente, 1987, Temas de teoría. El trabajo crítico y la crítica literaria, 1987, El balcón barroco, 1988, La selva luminosa. Ensayos críticos (1987-1991), 1993, Historia e imaginación literaria,1995, Atípicos en la literatura latinoamericana (compilación), 1996, Suspender toda certeza. Antología crítica (1959-1976), 1997. Y de reflexiones lúcidas e iconoclastas sobre la lectura y el análisis del discurso como La lectura como actividad, 1982, Cuando leer es hacer, 1987, Lectura y cultura,1987 y El dominio de la palabra, 1992, Los grados de la escritura, 2001. Una lista muy significativa que no podría elaborarse, la verdad sea dicha, sin el auxilio de los portales especializados de Internet. Y un libro que va presentarse en el marco de Jalla 2012 en la Universidad del Valle, con un título que podría ser una síntesis de su trabajo crítico: Poética de la crítica. Crítica poética, que es una selección de trabajos escritos entre 2000 y 2012 y publicada en Buenos Aires en 2012.

Si se observa en este larga relación de libros publicados (más de cuarenta), se podría decir, sin que esto sea pura retórica, que Noé Jitrik es para el ensayo y la crítica literaria argentina lo que Jorge Luis Borges lo fue para la poesía y el cuento. Y para la literatura latinoamericana lo que ha sido Harold Bloom para el antiguo continente.

En la ceremonia de otorgamiento del doctorado honoris causa de la Universidad de la República Oriental de Uruguay en 1995, Jitrik en expresó una frase con la que podría sintetizarse la labor intelectual de una vida dedicada a la literatura, sin ese atildamiento tan común a ciertos intelectuales contemporáneos y que muestra su sentido de autocrítica y la fatigante proximidad a la muerte. En esta ocasión, el escritor dijo estar experimentando “la lancinante sensación de que todo está por hacerse y que los días se acaban, todo a partir de cierto momento es atardecer cuando uno desearía que fuera lúcida alborada”. Es decir, conciencia de la finitud pero cierta satisfacción de la labor cumplida en un mundo que siempre nos ha ayudado a descubrir. Esa es su modestia sin límites, pues para su intelecto nada atardece y la alborada siempre ha sido lúcida en su caso, querido maestro.

 

Ese es el maravilloso legado de nuestro ilustre visitante, tan jovial y entero a sus 85 años: el sentido de la responsabilidad intelectual, la libertad individual, la autonomía, la independencia de criterio, la dedicación y entrega al oficio de la escritura, el rechazo a todos los dogmas políticos, religiosos, sociales, y un poderoso sentido de la ética en todo lo que ha emprendido y desarrollado. Uno de los grandes intelectuales de todos los tiempos, sin duda alguna, que tenemos ahora con nosotros y frente al cual es muy grato sentir la amable sensación de alegría y el alborozo en todo nuestro ser.