La densificación de los escenarios en los cuales se visibilizan las producciones artísticas, abre grandes posibilidades de circulación para los procesos locales y regionales, y genera referentes más claros para construir acercamientos al modo en que estos espacios se asimilan y exteriorizan las experiencias del arte y cultura. La mirada crítica y la construcción de valoraciones que trasciendan el mero entusiasmo del elogio y el bombo mutuo –para usar una expresión de Jacques Gillard– son factores claves para que tales procesos sirvan de anclaje para ahondar en problemas más complejos de la estética y la cultura; de lo contrario, no pasarán de configurar acercamientos superficiales que suplen su falta de rigor y conocimiento, con adulaciones que poco o nada aportan a la cualificación e impulso del campo cultural comprometido.
Un caso particular ilustra este preámbulo. Se trata dela exposición “XVI Cruzada de Artistas del Eje Cafetero”, inaugurada el pasado 17 de julio en el Club del Comercio de Pereira por la experta en etiqueta y protocolo, Sra. Martha Lucía Eastman. Una exposición que lejos de aportar argumentos para hablar de la evolución de los artistas de la región, lo que hace es distorsionar el panorama, confundiendo a los artistas y a los públicos en el ejercicio de sus propios roles como productores y receptores.
La exposición se realiza en un salón del Club y posteriormente es desplazada al lobby del centro social, sin mediar consideración alguna con el tipo de trabajos que se exhiben. Al lado de las pinturas colgadas en cualquier pared, se arruman objetos de utilería que hacen del escenario un verdadero popurrí. Los artistas presentan sus obras a partir de una temática propuesta por la organización, que para esta versión sugirió: “Agua manantial de vida”. Una orientación que logra el propósito de instrumentalizar el trabajo de los artistas y domesticarlo para el consumo local, como se deducede los títulos de las obras y los motivos escogidos para representar la temática: “Lamento de vida” de Luz Marina Jaramillo; “Agua” de Zoila Porras; “Fluir libre” de Juan Carlos Cocomá; “Fuente de vida” de María F. Balcázar; “Agua ausente” de Miryan Zapata; “Agua fuente de vida” de Beatriz Hoyos; “Nacimiento de agua” de Omar García; entre muchos otros, ilustran esta apreciación.
En el marco del evento se hace un homenaje a Mario Lozano, un artista amante de lo etéreo y del efectismo técnico, que a pesar de estar respaldado por una larga lista de exposiciones, no logra superar los lugares comunes en los que caen la mayoría de los participantes.
Es lamentable que eventos tan poco relevantes para configurar el estado del arte en las regiones sean beneficiados con dineros públicosy abultados en su valoración por políticos, administradores culturales, artistas y medios, y que sean propuestos, como lo hace el columnista del Diario del Otún Ángel Gómez Giraldo, como “el evento artístico cultural más importante que se realiza anualmente en la Perla del Otún”.
Esta superficialidad a la hora de valorar los procesos del contexto sólo habla de los rezagos de cierta miopía de provincia y de lo poco habituados que estamos a contrastar, críticamente, las producciones de nuestro medio, de tal manera que sirvan para ampliar la cartografía del arte actual. Antes que limitarse a reproducir referentes agotados, al arte le corresponde instalar ideas y expresiones que contribuyan a desdibujar las fronteras culturales y los estereotipos impuestos por quienes, valiéndose de cualquier poder, buscan reafirmarlos. Imperdonable tanta docilidad en el medio.

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http://www.latarde.com/opinion/columnistas/64174-el-embeleco-de-la-cruzada-del-artista-del-eje-cafetero.html