No valió que la Comisión Nacional del Servicio  Civil, reglamentara los requisitos para poder adelantar concursos para la  selección de personal  con el sector  público, llenando los requisitos de tener  personal especializado y experiencia certificada, lo cual nos habilito para hacerlo; la jungla política y politiquera se vino lanza en ristre a hacer su agosto con nosotros.

Nadie quiere aceptar los resultados de los concursos; los derechos de petición y las tutelas se convirtieron en el mecanismo predilecto para  interferir y cuestionar los procesos. Aspirante que se respete se busca el experto en tutelas o en tumbar  concursos para tener una segunda opción.    Los  abogados litigantes lucen sus mejores galas para enredar los procesos, tirando con regadera.

Los Jueces, con toda razón, brindan los amparos y se inicia una  fiesta publicitaria por cuenta de los pormenores del reclamo judicial.   Los medios de comunicación caen como fieras hambrientas a amplificar cuanta sandez afirma el abogado reclamante y los micrófonos y las  cámaras, tan esquivas para informar lo positivo, se atropellan para cumplir con el sagrado derecho de informar.

Los cuestionados, inician su calvario contestando kilométricos requerimientos de información y explicaciones a granel, expiando culpas que no tienen.  En el entretanto repican los micrófonos y aparecen  titulares escritos  con toda suerte de insinuaciones  a los que nada puede responderse.   Los lectores y radioescuchas, toman la lección y  salen  al remate, a preguntar o a juzgar por anticipado.

Vi perder varios kilos a un distinguido académico de mi  Universidad por cuenta de este verdadero fenómeno  de tutelitis; el que a propósito no tiene efecto retroactivo. Me explico,  nada se pierde en intentarlo; y por el contrario se gana enorme publicidad.

El caso más sonado en esta región  involucró a un distinguido Medico, nombrado, desnombrado y vuelto nombrar en el Hospital  Universitario San Jorge de Pereira. Estoy seguro que  muchos de los que me leen saben a qué me refiero, pero pocos saben del epilogo.  Como hace de falta un micrófono para contarlo.

Alguien me dijo que en algún país  constituye delito  informar sobre un proceso judicial que no ha concluido; aquí estaríamos todos detenidos.

A  los chilenos les aprendí cuando hacia mi Maestría en ese país, una expresión para mostrar el desencanto por lo ocurrido; acostumbran decir: ¿Y cuando me invitáis de nuevo a bailar cueca?  Parodiándolos, aquí diríamos: esas invitaciones, que me las envuelvan.

Luis Enrique Arango Jiménez