POR UN PROCESO DE LIDERAZCO CULTURAL Y ACADÉMICO EN CONTRASTE CON UN MODELO ECONÓMICO BASADO EN LA VENTA DE RECURSOS NATURALES O DE ECONOMÍA PRIMARIA.

El punto crítico es que hasta el momento, la sociedad y la economía del conocimiento ha conducido a la ampliación de las brechas tecnológicas, sociales, educativas y cognitivas entre los países que ejercen el liderazgo de los sectores estratégicos del nuevo patrón tecnológico, los países seguidores y adaptadores tempranos de la tecnología, los países que imitan tardíamente las innovaciones y se sitúan en sectores maduros, y aquellos definitivamente rezagados de la competencia global. Esto es, entre quienes manejan el conocimiento y la innovación y quienes pasivamente, como espectadores o periodistas, observan como los demás toman la iniciativa.  Esta fuerte transformación implica un cambio de percepción en el medio académico, empresarial y de las políticas públicas: El “progreso técnico” es un factor fundamental en el crecimiento económico, y éste a su vez es parte de un cambio social mucho más amplio, cuyo lema podría ser “el desarrollo es función de un proceso de aprendizaje” en cuyo meollo subyace el conocimiento en Ciencia y Tecnología.

¿Por qué América Latina necesita estrategias de ruptura? La realidad del desempeño de América Latina: el círculo vicioso

La situación de las políticas de ciencia y tecnología en América Latina muestran tres tendencias centrales:
•Dos patrones de especialización emergieron en el período posterior a las reformas neoliberales: Uno basado en recursos naturales, esencialmente en el Cono Sur: y otro basado en actividades intensivas en trabajo, esencialmente en Centroamérica y el Caribe.
•Ambos patrones están especializados en industrias de bajo nivel tecnológico.
•Ambos patrones favorecen la generación de una estructura industrial que “per se” genera limitadas capacidades tecnológicas endógenas y conlleva una escasa demanda de conocimiento.

América Latina presenta un desempeño discreto y por debajo de su potencial. Cuando se compara con Asia y otras economías al mismo nivel de generación de capital, las mayores economías de América Latina (Argentina, Brasil, Chile y México) presentan los siguientes resultados:
•Baja educación secundaria y terciaria frente al Este de Asia, Sudáfrica y Hungría.
•Menor gente dedicada a ciencias e ingenierías
•Menor inversión privada, licencias tecnológicas, exportaciones de alta tecnología, patentes e intensidad en negocios de innovación y desarrollo.
•Excepto Chile, costos de entrada mucho mayores que el Este de Asia.

•Baja capacidad para atraer inversión extranjera en Investigación y Desarrollo.
•Baja expectativa como destino predilecto para atraer inversión extranjera en Investigación y Desarrollo.
•Baja expectativa como localidades preferidas para promover procesos de colaboración en procesos de innovación y desarrollo con países desarrollados.

El rezago tecnológico y su expresión en la productividad total de los factores son determinantes de la baja competitividad. Ahora bien, la persistencia de esta baja productividad en el tiempo evidencia que se trata de un problema estructural y no de un fenómeno coyuntural de la economía. Sería esta una dinámica que se comporta como un círculo vicioso, a saber:

•La estructura productiva se basa en forma sustantiva en sectores y productos con bajos niveles de valor agregado y bajos precios (commodities), que dependen en gran forma del comportamiento del entorno internacional. Pero este factor la hace vulnerable en momentos en que la estructura productiva mundial avanza hacia mayores niveles de valor agregado.
•Las pequeñas y medianas empresas y las cadenas productivas afrontan problemas de inestabilidad del contexto político–institucional (inseguridad, conflicto, desconfianza, baja cooperación) y macroeconómico (tasa de cambio, aranceles, impuestos, estímulos y exenciones tributarias). Muchos sectores y productos se encuentran al vaivén de las circunstancias y del cambio continuo de las reglas de juego.
•La baja productividad tiene fuertes efectos sobre el empleo, la creación, acumulación y redistribución de riqueza, la formación de recursos humanos y el nivel tecnológico de la región. Esto significa que disminuye las posibilidades competitivas, al mismo tiempo que el aumento de la productividad contemporánea exige mayores capacidades tecnológicas y organizativas, capital social e innovación a lo largo de todo el sistema de valor (empresas, cadenas productivas, clusters, etc.).
•La mayoría de las empresas tienen bajos niveles de planeación y desarrollo tecnológico y afrontan muchas dificultades para innovar. Por ende, persisten factores que disminuyen el potencial tecnológico, tales como la falta de transferencia de tecnología, la dependencia tecnológica de las multinacionales y la falta de una seria proyección hacia el mercado global. Todo lo cual lleva a permanecer en la misma estructura productiva.

La iniciativa de publicar este texto me la genera el interés por propiciar conversaciones en torno a la interiorización del rol de los académicos en la generación de estrategias de crecimiento social, cultural y económico de nuestro país.

Particularmente creo que deberíamos buscar espacios en la Universidad para debatir sobre la construcción colectiva de iniciativas para mejorar la educación secundaria, los perfiles y herramientas para la formación en ciencias e ingenierías, la participación en la gestión de los recursos para la educación y la investigación a nivel regional, la construcción de una hoja de ruta tecnológica para el Departamento.


Muchas gracias por su atención,


Carlos Alberto Romero
Profesor Escuela de Tecnología Mecánica
Universidad Tecnológica de Pereira