APOLOGIA A LA INGENUIDAD.
"El problema para los latinoamericanos
Es que la clase alta, quiere ser inglesa
La clase media, quiere ser gringa
Los intelectuales quieren ser franceses,
Y los pobres quieren ser mexicanos."
WILLIAM OSPINA
En los últimos meses, desde el segundo semestre del año 2011, hasta el día jueves de la última semana, el llamado “movimiento estudiantil universitario” ha venido manifestándose políticamente en contra, respecto a dos temas de neurálgica importancia para el país; el 1ero de ellos, la reforma a la ley de educación superior, ley 30 de 1992, y el segundo, el TLC, con los Estados Unidos.
En el primer escenario, enmarcado en una lucha conjunta nacional, se logró configurar un movimiento que a futuro, bien podría ser un brazo político universitario, que logre llegar a instancias decisorias y que desde la academia, la ciencia, y el humanismo, de un vuelco en la forma como miramos el país; me refiero a la MANE, Mesa Amplia Nacional Estudiantil , marco en el que se agrupan las universidades públicas de Colombia, y que por primera vez, invita a las instituciones privadas, a discutir, a debatir, y a proponer, de la mano con los que detentan el poder, una ley de educación superior que permita el acceso de las mayorías excluidas de forma gratuita a las universidades del país, con calidad, cobertura, y a la vanguardia de la educación internacional en todos los campos del saber profesional.
¿Pero como llego el movimiento estudiantil universitario, a conformar la MANE, y a plantear el programa mínimo que hoy defiende, construye, retroalimenta y defiende en el debate público? Todo tiene que ver con la re consolidación del programa mínimo, que se dio a conocer en Colombia en los años 70s por las universidades públicas de ese entonces. Colombia, por esos tiempos, empezaba a convertirse en un país Urbano y por supuesto el índice de estudiantes que demandaban cupos en la universidad aumento en proporción a décadas anteriores. Sin embargo, este programa mínimo, fue ignorado, desoído por el gobierno de turno, y sin duda alguna, dispersó por muchos años la unidad estudiantil.
No fue sino hasta 1990, que en el marco de los diálogos de paz con el M 19, la reinserción a la vida política de sus líderes, y en el nuevo marco político, económico y social de Colombia, donde los universitarios de este país, se echaron nuevamente al hombro, ya no solo sus mochilas y morrales, sino sobre todo ideas, esas que siempre alimentan debates interminables en las aulas; fueron esas ideas, y esos vientos de cambio, los que dieron el marco para la constitución de 1991.
Este suceso de importancia trascendental para el país de entonces y aun para el de hoy, hace que miremos las causas políticas lideradas por los estudiantes con muy buenos ojos, con los ojos de quien pretende, en la situación que estamos, cambiar este país de la forma más acertada posible, el camino de las ideas, los pies de la democracia, el poder de la participación ciudadana en las decisiones de país.
¿Entonces, en que se equivocan los estudiantes hoy, que pareciera ser que a nadie le interesa lo que digan, que muchos los ataquen y vean con malos ojos, y que incluso, estudiantes mismos, que jamás habían dicho ni pio, los determinen con la sospecha con la que se mira a alguien de quien desconfiamos?
¿Porque actualmente, la MANE, es un organismo débil, que cualquier nueva idea la fragmenta, y en el que los espacios de debate y deliberación, no se llega aun a un consenso, si ya llevamos casi ocho meses desde que se prendieron motores?
Estas dos preguntas, pasan por el filtro de la forma. En la actualidad, la frase “no me importa el que dirán” no aplica en términos de política, entendiendo esta, como el “arte de lo posible” quieran o no reconocerlo los estudiantes, su lucha es un marco político, es una instancia en la que todo el país cifra sus esperanzas, los padres de familia, esperan que su hijo, supere las carencias que ellos vivieron, que sean “alguien en la vida”, (aun sin tener aún muy claro que es ser eso) pero que sin duda alguna, no quieren que el país y las futuras generaciones, sigan reproduciendo los modelos de poder y orden establecidos, los que están ligados a la violencia, no importando esta de donde venga.
Colombia lleva 201 años de violencias, una tras otra, siempre anidadas en el mismo germen, la inequidad social y los privilegios de clase. Sin embargo, este pueblo, ha sabido cómo responder en su momento a cada una; hacer recapitulación no vendría al caso.
Cada violencia ha tenido su remedio, mas no su cura, cada mal ha tenido sus anticuerpos que lo asimilan y terminan reproduciéndolos, cada intento de revolución, ha sido cubierto por un manto de total ingenuidad, y está precisamente, no puede ser una virtud revolucionaria.
¿Antes que nada, un movimiento de resistencia, que quiere incidir en la vida política de una nación, debe preguntarse qué es esa nación, con que se identifica, cuál es su escala de valores, que sufrimientos los signan, cuál es su proyecto político, que significan los nuevos tiempos para ellos? Y contra pregunto, ¿es la capucha, con lo que se identifica el pueblo, es la universidad un campo de batalla, a la cual quieren enviar los padres a sus hijos a formarse, es la revolución hormonal la que hará que encontremos una nueva sociedad? yo quiero creer que no.
En un país paranoico de violencia como este, seguir apuntando a la clandestinidad es un error, querer mantener la ideología de la capucha es ingenuo, provocar a las fuerzas del estado es un peligro, y dilapidar el respaldo del pueblo, cansado de matarse todos los días, es echar por la borda los aplausos y las ovaciones recibidas en otros tiempos. La salida que queda es política, el escenario es la MANE, aun con todos sus defectos, los líderes que dan la cara, y conciertan son los llamados a dirigir el país a futuro, las universidades deben ser lugares de ciencia y arte, no trincheras y disturbio. Pienso que podría añadir una línea más a la frase de William Ospina al principio citada.
El problema para los latinoamericanos, Es que la clase alta, quiere ser inglesa, La clase media quiere ser gringa, Los intelectuales quieren ser franceses, Los pobres quieren ser mexicanos y los revolucionarios quieren ser cubanos.
MIGUEL ANGEL RUBIO OSPINA