Hernán Barreneche Ríos, el caballero andante.
Por Rafael Villegas
Las arrugas que surcan su cara van dibujando el mapa de los innumerables kilómetros recorridos a lo largo de sus 72 años, como ríos de experiencia y vida, son senderos profundos de sacrificio, perseverancia, disciplina y dedicación.
Esos pliegues de piel representan todos los caminos que un día comenzó a transitar para ir a la escuela por allá en su infancia de los años 40 en la vereda “el Chocho” donde sus padres asentaron las ilusiones de un mejor futuro para sus hijos, labrando la tierra como campesinos que sembraron y cimentaron la grandeza de la región.
La sonrisa que ilumina su cara es el espejo de sus tantas satisfacciones que como trofeos ha ido guardando en el escaparate de su casa y su corazón. Su sonrisa siempre lo acompaña vestida de arlequín, ocultando a miradas curiosas el fantasma del sufrimiento, insumo imprescindible que llega silencioso desde la humildad para vencer la angustia y el dolor que consume a los maratonistas, como precio a pagar para alcanzar la gloria, derrotando la soledad que se vive cuando se supera el umbral de la fatiga.
Esa sonrisa franca y espontánea de siempre que no desaparece ni cuando el infortunio de la vida se pavonea, arrebatándole ilusiones como aquella tarde cuando la adversidad llegó convertida en un estúpido accidente de tránsito despojándole la posibilidad de consagrase representando al país en el maratón de los Juegos olímpicos de México en 1968, o aquel día que fue testigo de la peor tragedia sufrida por el deporte, el ataque terrorista que conquisto la medalla de la muerte al batir el record mundial de la infamia asesinando a unos desprevenidos atletas israelíes en Múnich 72.
Su cuerpo delgado y fibroso está construido por músculos duros y firmes como el hierro forjado que llevaban sus antepasados antioqueños en las manos porque en el cuello les pesa… Sus largas zancadas han dibujado armoniosamente en el viento los firmes y seguros pasos de un vencedor que ha diseñado su fórmula de éxito en la vida, el estudio, la familia, su profesión y el atletismo.
Como el caballero andante de la triste figura, ¡y es que físicamente se le parece! , luchó contra molinos de viento recorriendo el mundo detrás del triunfo como su Dulcinea del Toboso. De ahí que fuera considerado como uno de loa 20 atletas más importantes del país.
Vive en Pereira, la ciudad que el poeta de la tierra Luis Carlos González describió como “ la querendona, trasnochadora y morena”, pero que para Hernán Barreneche Ríos, no ha sido esto último porque la disciplina de su deporte no le permite semejante lujo, allí, entre los suyos sigue entrenando, corriendo y enseñando todos los días con su ejemplo, en su adorada “Perla del Otún” que lo dobla en edad.
Ahora este ejemplo de vida y tenacidad colombiana nos entrega la satisfacción de su título sénior master en la mítica maratón de Boston, aquella prueba que él corrió por primera vez en 1971 cuando ocupó el puesto 18, preparándose para la olimpiada alemana…
Una vez más Don Hernán se encarama al cajón de los vencedores como antes lo había hecho en 2005 en el Campeonato Mundial Máster en España, Medalla de oro en el Campeonato Mundial Máster 2007 en Italia, Medalla de oro en el Campeonato Mundial Máster en Finlandia 2009.
Felicitaciones Don Hernán por ser quien es, por ser como es: ¡Un grande, un colombiano ejemplar, un triunfador de la vida! Alguien que certifica, con su ejemplo, que el que quiere, puede; que quien persevera, alcanza; que los sueños están ahí para hacerlos realidad; ¡que lo único que hace falta es fuerza de voluntad y espíritu firme para triunfar!
Información disponible en: http://www.colombiasports.net/atletismo/un-colombiano-gano-en-la-maraton-de-boston-hernan-barreneche-rios-el-caballero-andante