50 Años de la UTP

Diego Avellaneda Diaz

 

Nunca es tarde para agradecer las invitaciones a las celebraciones de los 50 años de fundación de nuestra Universidad Tecnológica de Pereira.

La amabilidad del doctor Luis Enrique Arango Jiménez, persona asequible, sincera y entusiasta con todo lo que hace, le ha permitido poner la Institución en puesto privilegiado dentro de las universidades del país y países vecinos.

Heredó de su padre, Don Gonzalo Arango Hoyos, bajo cuyas órdenes trabajé en mi primer año de bachillerato cuando él era administrador del periódico “El Quindío”, que funcionó en la calle 21 esquina con cra. 8a, precisamente editado en los talleres de “Panoramas”, que manejaba don Alfonso Vargas y cuyos dueños eran el doctor Guillermo Vallejo Restrepo, don Gonzalo Vallejo Restrepo, doctor Guillermo Ángel Ramírez, doctor Héctor Ángel Arcila y colaboradores como Arcesio Villegas Calle, Ricardo Ilián, Avelino González, Rafael Cano y otros distinguidos personajes, su amable trato y personalidad, que le ha imprimido a la Tecnológica.

Prueba de ello es que en el año 2000 figuraba con 4937 estudiantes y ya en el año 2008 contaba con 12.936 estudiantes. Cerca de 1000 estudiantes más por año.

Las perspectivas para un futuro serán construir un Coliseo para 4000 personas, para actos culturales y deportivos, ¡y lo logrará!

Para el cierre de la celebración de los 50 años de existencia, se llevó a cabo el descubrimiento de la Escultura Palíndrome (o Palíndromo) que hizo poco antes de fallecer, cuyo sitio escogió personalmente el maestro Ómar Rayo para legarla a la Universidad.

Es una obra de 4 toneladas de peso y 4 metros de altura: ¡bellísima e imponente!
Políndrome (o Palíndromo): “decíase antiguamente de los escritos que podían leerse de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, teniendo en ambos casos el mismo sentido, como “reconocer”, dábale arroz a la zorra el abad. Fue emplazada en el sitio deseado por él, con un fondo de bosque natural que luce su impresionante belleza, sobre todo, al atardecer y, que parece el guardián de esta bella obra y del medio ambiente de nuestro terruño.

Conocí al maestro Rayo en 1955, en el Hotel San Germán de Girardot, un domingo cuando yo me hospedé en ese hotel en mi correría de agente viajero vendedor de una importante firma importadora de paños ingleses y lino irlandés blanco para vestidos de hombre, con mucha acogida dicha tela en ese ardiente clima.

Estaba en la piscina del hotel; era un joven como lo era yo, pero de gran estatura, serio pero amable, tanto que al decirle que yo venía de Cali, abrió con placer la conversación y al final, al preguntarle su profesión, me dijo: “caricaturista”. Me hizo mi caricatura como una atención, la que conservé muchos años, pero lamentablemente al cabo de tantos cambios de residencia, se me extravió.

Sería un valioso recuerdo de su personalidad y de lo grande que iba a ser toda su obra.

Hace muchos años cuando vino a Pereira con el “bejuquismo”, antes de sus “intaglios”, éstos conocidos en las exposiciones internacionales más importantes, no lo pude saludar por estar yo por fuera de la ciudad, y a su esposa en esta celebración no pude saludarla por tanta gente que la entrevistaba, pero me quedó la satisfacción de narrar esta pequeña añoranza entre algunos asistentes a esta celebración.

Cada que visito la Tecnológica, me queda la tristeza que comparto con muchos de mi generación, de no haber tenido la oportunidad de haber pertenecido a un templo del saber como este, donde se forma al estudiante para convertirlo en un profesional que hoy por hoy se dice: “Pereira no se ha dado cuenta que los que salen de la Tecnológica son considerados como de los mejores del país”.

Por eso hago un llamado a todos los estudiantes: que la amen, la respeten, se sientan orgullosos de ella; no se dejen convencer para herirla con desórdenes; de pisotearle su importancia, que allí consolidan su futuro. Que más bien pronuncien siempre a viva voz este eslogan: “Unidos Te Protegeremos”. Siembra tu árbol crece y Pereira reverdece.

 

Artículo disponible en: El Diario del Otún