Hablando de la Educación Superior  subyace un problema de magnitud  descomunal, no siempre advertido; me refiero  al desencuentro entre las disciplinas que estudian nuestros jóvenes y las necesidades del desarrollo Científico y Tecnológico.   Se trata de la llamada ciencia Básica que engloba aquellos saberes   como la biología, la física, la Matemática, la Química, la estadística,  y las llamadas Ciencias de  la tierra, entre las que  caben: Geología, Geofísica, hidrología, Oceanografía, Geomorfología, climatología, paleontología  etc.

Consultando el observatorio laboral de la Educación encuentro   la discriminación de los estudiantes graduados en pregrado  en Colombia  entre el año 2001 al 2010.     En total         son: 1. 720.679  egresados,  clasificados en 8 grupos o áreas del conocimiento,  así:

Economía, Administración, Contaduría   30.6%     (495.915)

Ingeniería, Arquitectura, Urbanismo     23,5%   (380.818)

Ciencias Sociales y Humanas     18.9%  (305.602)

Ciencias de la Educación   11.5% (186.3629)

Ciencias de la Salud     9.1%   (147.081)

Bellas Artes        3.4%  (54.999)

Ciencias Básicas  1.6%  (26.607)

Agronomía y Veterinaria   1.4% (23.305)

Las cifras son contundentes en Ciencias Básicas pero también en Agropecuarias. En estas condiciones no es posible insertar el país en las dinámicas del desarrollo.  Hay que intervenir la oferta y la demanda.  La política pública de Educación Superior  y la ley de Educación Superior deben  abordar  esta dramática  situación.

No comparto la creencia de las vocaciones inmutables; ellas se construyen a lo largo de la vida; hay que actuar con nuestros niños  enamorándolos  de las disciplinas estratégicas. Hace poco el Ingeniero Gilberto Vargas,  investigador de la UTP, me contaba de una experiencia con niños en un plantel educativo  a quienes sometieron a talleres en programación de Robots, dispositivos movidos por energía solar,  y programación y  desarrollo de video juegos;   al final, encuestados los niños,  casi todos deseaban ser ingenieros pese a que antes del experimento solo dos habían alzado la mano.

La oferta y la demanda se intervienen con incentivos  desde la  financiación; dejo aquí planteado un tema que   pese a ser poco tratado es crucial para el futuro de la Educación Superior Colombiana.

Luis Enrique Arango Jiménez