Nuestra tarea principal en el año y medio desde la muerte del Maestro Omar Rayo ha sido recoger los pasos con él.  Hemos cumplido con todas las promesas que dejó pendientes -- desde su epitafio y el diseño de su tumba en el Museo hasta la inauguración del Museo del Intaglio y el Taller Múltiple de Formación Artística.  Volviendo atrás el reloj hasta antes de su muerte, podemos ver en el archivo del Museo las fotografías de su visita a este lugar, una de las últimas que hizo. Está con los artistas y profesores que gestionaron y llevaron a esta conclusión feliz su proyecto.  Me gustaría hacerlo visible, conjurarlo, hoy cuando se culmina lo que  inició en aquella visita. En las fotografías, parecía estar señalando con su bastón, y  con todo su cuerpo y su postura,  el lugar exacto en esta explanada de vientos danzantes  donde quería sembrar su escultura.  Quisiera hoy volverlo a ver con su caminar de beduino en la arena, con su nube de pelo blanco, con la sonrisa que le producían los reencuentros con los viejos amigos y los lugares añorados desde la lejanía.  La Facultad de Bellas Artes de la Universidad Tecnológica hizo entonces un pacto con el.  Nosotros cumplimos con la primera parte en diciembre del 2010 con la exposición de obras de los docentes y los alumnos de la Escuela de Artes Visuales, “Puntos suspendidos.” Ahora se realiza lo que fue para él un deseo profundo de que esta obra lo represente para siempre, aquí en una ciudad que admiraba, frente a los edificios donde los jóvenes aprenden el oficio que él ejercía.

 

“Palindrome,” como él tituló la obra (la versión inglesa de “Palíndromo” en castellano) es una obra que sintetiza  su estilo.  Me atrevería decir que recrea en esqueleto de acero tanto su pensamiento creativo como su presencia física.  “Palíndrome” es  también algo así como una espiral de ADN de la obra y la persona de Omar Rayo.  La escultura original fue elaborada en madera en la carpintería de su amigo entrañable, Bernardo Vargas, en Roldanillo y pintada por él.  Siempre soñé con verla convertida en escultura monumental. 

 

El título ilustra y refuerza varias de sus preocupaciones estéticas.  Primero, la poesía—la lectura al derecho y al revés como una invocación, un hechizo, un encantamiento, un conjuro.  Omar Rayo escribía, jugaba con las palabras, buscaba los palíndromos y los recreaba en la plástica. Lo lúdico hacía parte de sus obras:  el trampantojo, el juego al escondite con los dobleces, el engranaje de las formas a lo Escher, la creación de nuevas geometrías, el cuestionamiento de lo que vemos y de nuestra manera de verlo, hacer visible lo invisible, posible lo imposible . “Palíndrome” es todo esto.  Se lee al derecho y al revés.  Las cintas dobladas se entretejen y se devuelven.  La trama del todo refleja la de las partes.  Pero la geometría de Omar Rayo no es simplemente lúdica, un divertimento para el ojo sino que tiene un sentido esotérico.  Por ejemplo, los ocho módulos octogonales del Museo Rayo cada uno con su gran ojo cenital que mira hacia adentro y hacia el firmamento, repitiendo una y otra vez en su concepto el símbolo del infinito.  Los cinturones de Moebius, un imposible hecho posible, se repiten en la pintura.

 

Para mí “Palíndrome” es una escultura perfecta.  Se abren en ella dos portales, uno da al otro, uno sugiere un más allá en el otro. Nos invita a entrar en el espacio donde los dos se entretejen sin dejar de ser la misma cinta.  También nos invita a mirar por cada portal hacia el paisaje que rodea la escultura y verlo como un espejismo eternizado en la hora, el día o la noche en que nos encontramos.  Es una invitación a un viaje a la vez cósmico y terrenal.  Transforma la geografía y los seres humanos que se encuentran enmarcados en ella en un misterio de adentro y afuera, derecho y revés.

 

“Palíndrome” podría ser una de las “Mullidas huellas del viento,”  una de las últimas series de pinturas que hizo Omar Rayo en blanco y negro.  Aquí en Pereira, los vientos se entretejen y danzan sus cumbias y sus currulaos, sus valses y flamencos.  Pudieron haber tomado estas cintas y, aullando como Ménadas, haberlas tejido, habérselas puesto como collares.  Aquí se yergue el Maestro Rayo.  Su imagen y su imaginación, elegantes, significativas, bellas, se entrelazan con las nuestras.  Nos comunican infinitas posibilidades, nos ofrecen una nueva visión del mundo.

 

Recoger los pasos es escribir con ellos el palíndromo de nuestra vida.  Omar Rayo retornó hoy a aquel momento cuando se inició este proyecto y cumple en él su ocho del infinito que nos incluye y nos entreteje para siempre. 

 

Aquí les agradecí a los artistas e ingenieros que realizaron la escultura y a toda la universidad por haber llevado a cabo el proyecto.

 

AGUEDA PIZARRO RAYO

 

Presidenta, Fundación Museo Rayo

 

Directora

 

Museo Rayo