Hay un elemento sobreviviente de casi todos los grupos que a nombre de la Izquierda cabalgaron sobre el oleaje ideológico de los sesentas y setentas, me refiero a aquel de competir por la defensa de los principios; mas auténtico era quien más férreamente defendiera los principios. Principio era toda aquella formulación teórica que se consideraba inviolable, esculpida en piedra. Claro está, que entre organizaciones había principios de todo orden y usualmente opuestos entre unas y otras. Ay del que apostatara de los que se consideraban esenciales en la respectiva organización o el que se deslizara hacia los principios de otra; era considerado poco menos que un hereje. Ello no impedía que de cuando en cuando alguna mutara algún principio, como ocurrió por ejemplo con la abstención electoral o con las alianzas con los partidos tradicionales. Se acuñó por aquellas calendas con mucho entusiasmo la frase de Fidel Castro, “Ni un paso atrás. Ni para coger impulso”.
Pienso que el Sindicalismo tomo mucho de esta savia ideológica y de ahí las posturas que normalmente se adoptan. Sindicalista que se respete no se mueve un milímetro de lo establecido, o de los derechos adquiridos como se les suele llamar. Lo políticamente correcto es avanzar a partir de lo existente; este es el dogma. Con todo respeto creo que esta posición le ha hecho demasiado daño a los intereses de los trabajadores y a la inevitable transformación de las instituciones y de la sociedad. En Telecom lo viví de manera directa, no hubo poder humano que convenciera al Sindicato de allanarse a alguna fórmula de arreglo. El final es de dominio Público; no importa que los dirigentes con fuero puedan haber tenido mejor suerte.
Sí es posible dar pasos atrás para dar muchos más hacia adelante, en la misma o en otras direcciones; es más, definitivamente creo que es la única manera de lograr que las organizaciones contribuyan al progreso. Hay que aportar, hay que ofrecer, hay que aceptar que lo que ayer fue bueno, quizás hoy no lo sea. Los Sindicatos a veces se cohíben de presentar pliegos de peticiones o de negociar nuevas condiciones para no perder “conquistas”, sin pensar que a lo mejor haya que entregar cosas que no valen la pena para buscar otras mucho mejores. O que llamar al esfuerzo y al mejor desempeño, sea mucho más efectivo que apuntalarse en la confrontación por la confrontación. Cuando los sindicatos se conducen en lógicas reactivas y no propositivas, se van marchitando en el tiempo como tales, reducidos a defender a raja tabla un pasado, que no siempre es deseable; corriendo el riesgo de volverse absolutamente marginales.
Es factible encontrar puntos de unión; acuerdos. Es posible construir en conjunto, cortando aquí y ampliando allá. Al fin y al cabo tanto los administradores de las empresas, sean públicas o privadas, como los voceros de las organizaciones de los trabajadores, buscan resultados, incluyendo el desarrollo humano; y esos resultados, no tienen que ser inevitablemente contrapuestos; por el contrario, una inteligente búsqueda, sin amparar el abuso o la mediocridad y abriéndose a nuevos caminos, puede ser ventajosa y renovadora para todas las partes.
Debo advertir que estas opiniones son de naturaleza general, y no se refieren al proceso coyuntural de mesa de diálogo que adelanta la UTP con un grupo de docentes.
Luis Enrique Arango Jiménez