Era cantador y poeta, gerente y peón de brega, rector y alcalde, este enamorado de su tierra, de su música, de su gente, entregaba su afecto sin trastiendas ni dobleces, era volunta-rio sin vacilaciones cuando a defender el amarillo y rojo de su pueblo tocaban, pocos se ganaron tantos amigos, pocos serán tan recordados como Roberto Arenas Mejía, el infatigable y entrañable compañero. No podía a ser rico porque nunca buscó el oro; ajeno a las vanidades nunca abandonó el terruño, celoso guardián de la heredad, sereno que prendió los faroles de Pereira cada noche, este romántico perdido, este defensor de las causas más nobles, amó y se hizo querer de tirios y troyanos.
Te fuiste sin decir adiós y nos dejaste un vacío inmenso, vos Roberto, heredero de Ricardo y Magola quienes vibraban al son de tambora y acudían prestos al combate cívico sin necesidad de convocatoria, padre de mentes luminosas como las de María y Tina, adorado por su nieto, y compañero de toda una vida de Gladis, eras mi compadre en el deporte que requería el fino toque de un violinista y la mente de un matemático; la mesa, la música, mi gente y yo siempre añoraremos tu sonora carcajada, tu empeño y capacidad de lucha y esas ganas enormes de superar al contrincante y a la adversidad.
Suerte y pulso donde te encuentres viejo amigo y compañero de andanzas, un sincero homenaje a tu memoria y una pena que sentiré grande cuando llegue a la casa que también fue la tuya y no te encuentre de pie con esa sonrisa grande y esas ganas de todo y esa mano franca que sabía a amigo, a bambuco, a mulera y a Pereira.
*Embajador de Colombia en Guatemala.
Información disponible en: La Tarde